Sala Hormigón


PERRO CALLEJERO
La invisibilidad de la
diferencia

La palabra exilio es una palabra antigua; el sentido etimológico original del vocablo latino era saltar hacia afuera, formado por el verbo saltar precedido por el prefijo ex-, fuera. Saltar-hacia-fuera: el viaje del que se exilia es un salto al vacío.

Cuando entramos a la Sala Hormigón de Naves Matadero para ver la video-instalación Perro callejero del artista chino Yu Depeng, nos recibe una gran pantalla con un plano fijo que se repite en bucle: una edificación semiderruida o en construcción, no se puede precisar con exactitud, en la que dos masas de humo, una rosa y otra blanca-grisácea, se mueven con lentitud desde dos agujeros de ventanas. Por la sala se han dispuesto varios pequeños monitores sobre un césped muy verde, como islas que no consiguen enraizar en tierra extraña. Después de escuchar la presentación que nos hace el artista con la ayuda de la directora de producción de esta pieza Susana Sanz quien nos ha servido de intérprete, me siento largo rato frente a cada uno de los monitores, me dejo tocar por los sonidos que salen de los auriculares, muy pocos, me quedo pegada a esos planos largos, lentos, hondos, me dejo envolver por la atmósfera de toda la pieza y un sentimiento de aislamiento y soledad me lleva a recordar mis primeros tiempos en Madrid, las lecturas que me acompañaron. Ya el cartel, con ese árbol dentro de cuyo tronco horadado respira fatigosamente el perro de Yu Depeng, como esa necesidad de buscar o estar cerca de los orígenes, me evocaba algunas de las performances de la artista cubana Ana Mendieta, también ella exiliada. Porque no es muy diferente la experiencia sea cual sea el lugar de procedencia.

Salir del lugar donde se ha nacido para instalarse en una cultura diferente, implica  en muchos casos una ruptura que provoca angustia, soledad, desamparo. Hay una palabra portuguesa que describe muy bien esta sensación: saudade. No hay palabra en castellano que transmita de manera tan certera tal afectación.

Esta nostalgia es el triste privilegio de los países pobres o que padecen cualquier tipo de dictadura. La posibilidad de un regreso al país natal tras una larga ausencia durante la que se ha construido todo un nuevo mundo afectivo y cultural es un dilema doloroso y difícil. Sin apenas darnos cuenta nos convertimos en extrañas islas habitadas por nuevos códigos identitarios, que se vuelven imprescindibles para aquel que ha nacido por segunda vez en un espacio diferente. Regresar ya no se contempla pues como una opción o como la posibilidad de “pertenecer” a alguna parte, el que partió ya no es el mismo ni igual sería su mirada sobre la “tierra recobrada”.

Es inevitable experimentar una fuerte sensación de soledad y desarraigo frente a esta pieza; quien no vive enraizado en su cultura, muy a su pesar, y con el tiempo, deja de pertenecer a ella, lo cual no implica que pase a formar parte de aquella otra que le ha dado “cobijo”. Y es en ese limbo donde habitan los apátridas y los exiliados.

Perro callejero es una pieza creada en residencia en Naves Matadero, y es el resultado de la investigación del artista en torno a la población china residente en Usera con su foco puesto en aquellos nacidos de las primeras familias chinas que llegaron a España en los 80 y los 90 y crecieron en la ciudad de Madrid, un grupo social alejado de sus raíces, que no conoce China, que habita ese espacio vago e incierto entre las dos culturas; pudo haber escogido desarrollar un relato expositivo de corte más documental mostrando el material recolectado en las entrevistas y la investigación, sin embargo prefirió una reflexión más íntima y por tanto más inquietante. Con poquísimos planos y escasos sonidos Yu Depeng nos mete debajo de la piel del exiliado encarnado en un personaje que se pasea con una extravagante máscara rosa, ese “perro callejero” anacrónico y diferente, pero al mismo tiempo prácticamente, extrañamente invisible.

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