CRÓNICA de Centro Cultural Conde Duque

El Método Negro de Javier Martín

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Conocí a Javier Martín hace algunos años a través de Facebook. Me parecían sumamente interesantes sus post en los que texto e imagen seguían rutas semánticas diferentes y aún contradictorias despertando en mi la posibilidad de un tercer sentido o sucesivos, abriendo brechas. Me interesan las brechas y las fisuras que permiten atisbar. Había allí algo caótico y anárquico que estimulaba mi propio pensamiento sobre el arte escénico, sobre el cuerpo; así que me apunté a un taller que impartía en Madrid cuyo título me auguraba algo en común con mi propia praxis e investigación artística. Nunca unas notas en mi cuaderno han sido tan dispersas y dispares como las que conservo de aquel encuentro. Intento ahora pensar el trabajo de Javier desde la experiencia de lo vivido el pasado jueves en Conde Duque durante el estreno de Método Negro.

¿Cómo es la experiencia de ver una pieza de danza que no está concebida para ser vista sino para ser sentida? Preguntaba Javier durante el encuentro con el público al finalizar la función. En este mundo que padece la hegemonía del lenguaje visual y la imagen se ha convertido en una nueva forma de escritura, la simple formulación de la pregunta constituye un acto de rebeldía feroz y un posicionamiento político que reivindica el arte fuera del uso capitalista, utilitario o mercantilista. Las inquietudes coreutas de Javier Martín colindan con aquello que ocurre “un poco más allá de los límites de la razón”-ha dicho, donde se tiene aprecio por la ausencia de los “por qué” o por lo menos se tiende a su aplazamiento, por el movimiento que se genera desde la actualidad material del cuerpo. Como creador e investigador se deja permear por muchas tradiciones del cuerpo que le permitan ir descubriendo nuevos lenguajes y motivos y hay una cercanía evidente también al trabajo corporal de la danza butoh y el body weather.

Pero es el tiempo el eje sobre el que gira esta pieza, el viejo Cronos devorando a sus hijos, el tiempo que rompe el tiempo. Inquietante y sugerente el momento en el que danza entre las sombras gigantes de los pequeños maniquíes articulados. La forma que sale de su forma y se confunde con el objeto permitiendo nuevas combinatorias. Y también el silencio, la ausencia. Área interna o centralidad vacía desde donde se articula la danza.
Desde el punto de vista de los procesos y la investigación que gesta esta pieza, Método negro puede entenderse como una manera de afrontar los procesos artísticos, creativos y dancísticos, una manera de entender el cuerpo y su relación/conexión con el espacio y el tiempo.

En escena se generan volúmenes, distonías, superposiciones, no hay sentido sino pulsiones. El discurso corporal de Javier Martín va de texturas antes que de estructuras, es un pensamiento de lo múltiple manifestándose en tensiones e intensidades, despertando resonancias plurales que potencian lo impersonal, cuerpo impredecible, fragmentario. El cuerpo se vuelve así escritura en su inmanencia, acercándose a la multiplicidad de lo inorgánico, excediendo la representación, la significancia y toda forma de referencialidad para adentrarse en una dramática nómada de lo sensible, conducto por el cual genera movimiento en el espectador y espacios disfrutables, pertubadores, inciertos.

Crónicas

Por Evelyn Viamonte Borges

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Sara Roca

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