Saltar al contenido
actuantes
  • actuantes
  • Números
    • Ejemplar 6
    • Ejemplar 5
    • Ejemplar 4
    • Ejemplar 3
    • Ejemplar 2
    • Ejemplar 1
    • Piloto
  • Editorial
    • El poder de la sencillez
    • Fragmentos para un libro futuro
    • Nota editorial
    • Hoja de ruta
  • Buscar por
    • Crónicas
    • Entrevistas
    • Ensayo
    • Reportaje
    • Tertulias
  • Nosotros
    • Equipo Actuantes
    • colaboradores
  • Contacto
AND SO YOU SEE

AND SO YOU SEE… OUR HONOURABLE BLUE SKY AND…


Naves Matadero

CRÓNICAS DE Naves Matadero

Por Evelyn Viamonte Borges

Parecía un desierto respirante, un enorme vientre a ritmo suave de respiración inundaba todo el ciclorama. Entonces, con el Requiem de Mozart de fondo, el enorme cuerpo de Albert Ibokwe Khosa emergió de su blanco envoltorio en una especie de rito pagano, de nacimiento desacralizado: una gran masa negra constreñida en plástico como una crisálida, o una especie de túnica que le llegaba hasta los tobillos. Fue un inicio apoteósico.

Reconozco que la personalidad del intérprete me atrapó de inmediato y me deslicé gratamente con él a través de todas sus metamorfosis. Con un humor ácido pero desenfadado, la pieza viaja desde lo cotidiano hasta lo simbólico y abstracto del lenguaje en una suerte de ceremonia africana ancestral que sin embargo se apropia de muchos de los tópicos de la contemporaneidad. El material audiovisual juega también un papel importantísimo dentro de la narrativa y está siempre presente; por momentos magnifica partes del cuerpo del intérprete, por momentos se crea un diálogo entre el intérprete y la imagen audiovisual.

Necesito señalar aquí el antecedente de haber sido parte de la conferencia performativa que ofreciera Robyn Orlin hace un par de días en el mismo espacio de Matadero: One hour with Robyn. Durante una hora la artista sudafricana nos tuvo trabajando con un rollo de papel higiénico en base a unas pautas que iba dando a partir de un título larguísimo que traía escrito en otro rollo de papel higiénico, deconstruyéndolo palabra por palabra; así comenzamos a crear cosas insospechadas, locas, juguetonas, inconexas, sin finalidad alguna. Al finalizar la hora dijo Robyn: “ahora empezaríamos a trabajar en la pieza”.

Trato de imaginar entonces el proceso de As so you see…, desde la deconstrucción del larguísimo título hasta el resultado final y sin saber a ciencia cierta nada me doy cuenta del valor del juego del que siempre se ha hablado en el trabajo teatral, pero que ahora, bajo esta nueva luz, la luz del pensamiento abierto y desenfadado de Robyn diría yo, percibo como más intenso y necesario. Veo en As so you see… una profundidad que me arrastra desde lo más superficialmente cotidiano y juguetón, hasta lo más sólido y tremendo, y el intérprete me hace viajar de una a otra sin solución de continuidad. Es un juego muy serio este que canta un requiem al mundo de hoy, sin ápice de autocompasión, más bien mirando como miran las personas que no temen a su propia destrucción pero que están dispuestas a todo por permanecer.

Y en la imagen final de un niño soldado con alas de mariposa proyectada sobre el cuerpo pintado de azul de Albert Ibokwe veo la esperanza del guerrero de un futuro de paz. El enorme cuerpo azul se va cantando como en un suspiro mientras la imagen del niño soldado con alas de mariposa se va deformando en el ciclorama, perdiéndose en su propia luz, hacia la oscuridad, despareciendo los dos.

.
Imagen : R Orlin (c) Jérome Séron
  • OUR HONOURABLE BLUE SKY
    R Orlin (c) Jérome Séron
  • AND SO YOU SEE
    R Orlin (c) Jérome Séron

Laberinto, de NATALIA Fernandes

Laberinto, de Natalia Fernandes

CRÓNICAS DE Sala Cuarta Pared

Por Evelyn Viamonte Borges

Fui a ver Laberinto de Natalia Fernandes dentro del ciclo MoverMadrid que organiza La Cuarta Pared de enero a junio. Como espectadora la danza que pondera el cuerpo virtuoso hace tiempo dejó de interesarme, ahora busco algo mucho más raro y difícil, no busco cuerpos que sepan moverse, sino cuerpos que me muevan. Así que cuando terminamos aquel viaje a través del laberinto que nos propuso Natalia, mientras ocurría el encuentro con el público, aprecié también la inquietud de donde le nacía esta pieza y la manera en que ha tocado a los cuerpos de otros bailarines llevándolos hacia esa inquietud o cúmulo de inquietudes originales.

Hay en Laberinto esa inusitada belleza que ilumina los cuerpos imbuidos en una extraña ineficacia, en la imposibilidad de llevar a cabo una acción, un gesto, como si se vieran forzados a seguir rutas indirectas, como cuerpos pertinaces, obcecados en conseguir lo inalcanzable.

Primero fue el cuerpo, dice Natalia, siempre esa realidad de la cual no podemos desprendernos, que no se contempla desde ningún punto de vista sino que se participa de ella. Así que primero es el cuerpo, pero luego el espacio, en ese descubrir la danza, la necesidad del movimiento y el descubrirlo también en otros cuerpos en el espacio. El movimiento nace entonces como fracturado y fluido al mismo tiempo, como si siguiera una dirección que en un determinado momento se tuerce por la decisión de tomar otra nueva dirección. Entramos así en ese laberinto que nos propone la pieza, que vemos desenvolverse ante nosotros desde el cuerpo hasta el espacio hasta tocarnos el pensamiento.

Viene a mi memoria sin querer aquel ejercicio de Hijikata Tatsumi en el que pedía poner la atención en un punto en el cuerpo y una dirección en el espacio; luego ese mismo ejercicio derivando hacia un cuerpo que duda constantemente, al que no le convence ninguna dirección porque todas son erróneas, con lo cual el cuerpo entra en una dinámica de direcciones inapropiadas que son abandonadas en pos de otras que también se abandonan. Es como construir un especie de laberinto, ahora que lo pienso. Tomar una decisión significa abandonar todo lo demás.

El texto también tiene una presencia importante en esta pieza; el texto que también ha venido a escena invitado por la necesidad, nos confiesa Natalia, que deriva de las varias etapas que ha tenido el proceso, una residencia aquí, un encuentro allá, idas y venidas de intérpretes…

Laberinto termina con una especie de cuestionario que va tomando tono de interrogatorio hasta que el cuerpo y la voz de Natalia arriban por fin al agotamiento. Entonces hay silencio, nos miran a los ojos, desde sus cuerpos a los nuestros, los torsos desnudos, en un silencio tan largo que se me hace interminable. Silencio, centralidad vacía, cierre formidable para este laberinto.

.
Imagen : Jota Garcia
Derechos de autor:@jotagarciaphotography

Imagen : Jota Garcia
Derechos de autor:@jotagarciaphotography

revista de teatro español
ABEL GONZÁLEZ MELO

FUERA DEL JUEGO de DAGOBERTO RODRÍGUEZ Y ABEL GONZÁLEZ…

FUERA DEL JUEGO de DAGOBERTO RODRÍGUEZ Y ABEL GONZÁLEZ MELO

.

Por Evelyn Viamonte Borges

El “caso Padilla” significó un antes y un después en el largo y doloroso camino de la censura a los artistas e intelectuales que el gobierno de Cuba ejerce desde 1959. Baste recordar la auto-inculpación pública que protagonizó el poeta Heberto Padilla justo después de ser liberado el 27 de abril de 1971 y que significó el punto de arranque a las políticas culturales que se adoptaron en la isla y el recrudecimiento de la represión ideológica al mundo de la cultura. Cuando conversaba con mis amigos en Cuba sobre todas las farsas montadas por el gobierno para desacreditar a los opositores en sus versiones oficiales, solía pensar que con la muerte del dictador habría que re-escribir la historia de Cuba del último siglo. El dictador ha muerto pero las cosas en Cuba parece que no cambian demasiado en este aspecto.

Fuera del juego es el resultado de una investigación que recupera una página importante de esta historia: la triste historia de la censura en Cuba. Con el concepto artístico y la producción del artista cubano Dagoberto Rodríguez, y el texto y la puesta en escena del también cubano Abel González Melo, Fuera del juego se nos presenta sencilla e íntima, una suerte de “ficción documental” según las palabras de Abel al programa de mano; un texto rico, una concepción de puesta en escena muy cuidada y unas actuaciones sin fisuras hacen de esta obra una delicia para el espectador a pesar de su temática tan tremenda.

Fui a ver su primera función en el estudio del artista Dagoberto Rodríguez; una pequeña salita al fondo nos acogió con las Fuerzas Armadas cubanas desfilando por una enorme pantalla e imágenes de archivo de la época “soviética” en Cuba. Recordé entonces el furor que se respiraba en aquellos tiempos de mi infancia y el estrepitoso fracaso que sobrevino después. Luego me atraparon los actores y no me abandonaron más: Yadier Fernández, Ginette Gala y Rey Montesinos, encarnan los tres personajes alrededor de los que gira esta historia: el poeta, su esposa y compañera, y su censor, ese “compañero que lo atiende”; tres excelentes interpretaciones para una puesta dinámica y sobria, cercana y profunda, en la que asistimos al proceso inquisitorial, a los juegos hipócritas y mentirosos del poder y a la fractura de un ser que nunca más se logró recomponer.

Reconozco que esta breve crónica llega también con cierto desfase, como si a destiempo viniera a su vez a reivindicar. Pero la suerte aciaga me ha dejado sin ordenador muchos días y sólo ahora consigo recobrar el gustoso aroma de aquella noche para escribir estas líneas. Esta obra vendrá a nuestros teatros de Madrid, estad atentos, porque es preciso recuperar la memoria de la isla, entender su presente.

.

felicidad

CATÁSTROFE

CATÁSTROFE

CRÓNICAS DE Sala Cuarta Pared

Por MJ Cortés Robles

“Este texto es propiedad de sus intérpretes y solo ellos lo pueden representar.”

En los tiempos que corren, es ponerse en riesgo, el hecho de esgrimir una declaración semejante. Pero el riesgo, que puede asustarnos y provocarnos rechazo, también tiene su efecto llamada; la posibilidad de que algo no vaya bien nos atrae como un imán. Si la vida no estuviera poblada de accidentes múltiples de distinta envergadura, ya no sería vida. Podemos imaginar el concepto de “felicidad” en contraste con su contrario y, por otra parte, cada concepto abstracto pretende ser el reflejo fidedigno de una realidad concreta. La verdadera incertidumbre estriba en qué podemos considerar real y qué no, en hasta qué punto no somos entes atravesados por la ficción, imposibles de desligarnos de nuestro vicio creativo;  dispersos, a la hora de concretar la supuesta realidad; torpes, en el instante preciso de captarla, o a la hora de transmitirla a través del recurso del lenguaje. Al igual que estos intérpretes de la representación -unidos a un texto plagado de vivencias personales, individuales y colectivas, sin opción posible de ser sustituidos en las funciones- somos los responsables absolutos de nuestra propia existencia, de nuestra vida. La declaración de intenciones que encabeza este artículo supone, al fin y al cabo, un reconocimiento de la naturaleza exclusiva de cada ser humano, de su individualidad, de su valor intrínseco; pero también pone de relevancia nuestra soledad constitutiva y nuestras carencias.

Pese a que la dramaturgia ha corrido a cargo de Antonio Rojano, parece ser que el texto en sí se ha ido generando a través de un proceso de investigación en acción, en un laboratorio actoral y dramático con sede en la sala Cuarta Pared. Tanto el director (Íñigo Rodríguez-Claro) como el elenco al completo (Ion Iraizoz, Mikele Urroz, Irene Ruiz y José Juan Rodríguez), han indagado sobre lo que quiera que pueda significar la palabra “catástrofe”, sobre las realidades múltiples que podrían acogerse al abrigo de este concepto, sobre la forma de representarlas frente a un público. Las herramientas que ha utilizado Rojano para intentar dar forma a la dramaturgia, tienen que ver con la mezcla de géneros y de lenguajes, con la ruptura de normativas y con la tendencia al juego. Dado que pretende ser espejo fidedigno de la experiencia, tampoco esta estructura dramática es estable, siendo sensible a las grandes perturbaciones y tolerando las pequeñas. El manipular de este modo arriesgado lo que se pretende comunicar tan solo implica una condición última, que lo manipulado sea reconocible, tras el final del proceso; es decir, que logremos identificarnos con ello e interesarnos, como así fue durante la representación, tras la eficaz y versátil dirección de Rodríguez-Claro. Podemos deducir, por tanto, que dicho proceso ha supuesto una fuente de conocimiento.

En cuanto a los lenguajes utilizados podemos mencionar el audiovisual o cinematográfico, el pictórico, el teatro de narración, el de teatro-danza, el teatro de objetos, y algunos otros marcos estéticos más, difíciles de clasificar. (Es cierto que a la hora de informar es importante nombrar, pero la intención de mis crónicas es más bien la de comunicar mi experiencia como espectadora, la de despertar el interés del lector y movilizarle así a presenciar el espectáculo en cuestión o a replantearse sus conclusiones sobre el mismo, la de hacerle pensar o reflexionar un poco más allá. Por eso no me preocupa demasiado acertar con esa clasificación impuesta por la crítica en la que hay que encasillar “sí o sí” cada espectáculo, prefiero exponer mi opinión sin tener esto en cuenta en exceso -lo advierto, porque es muy posible que hierre en la nomenclatura al uso y abuso, o que me falten menciones significativas. Ni la más mínima preocupación al respecto. Dicho esto, continúo-).

Intentar modelar la discontinuidad es casi un imposible, porque nos topamos con lo abstracto. Lo que me ha quedado claro de la exposición teórico-artística de Rojano y compañía, es que no venían a referirse exclusivamente a las tragedias, con esto de las catástrofes, sino también a otros cambios bruscos que generan situaciones nuevas, transformando así un sistema que ha permanecido estable y equilibrado hasta ese momento, con una cierta tendencia de continuidad que, tras esta circunstancia, varía. La naturaleza es imprevisible, inexacta, al igual que el mundo. Sin embargo, el caos, pese a no ser lineal, no puede ir más allá de ciertos límites. Esta consideración deviene en el ansia de conocimiento y el afán de indagación, y toda indagación supone un proceso. Siempre me han interesado sobremanera los procesos, ya sean artísticos, artesanales, intelectuales o de cualquier otra índole. Tiene pleno sentido asistir a un proceso como espectadora, presenciar un proceso desde la perspectiva engañosa de lo espectacular -ya que si estamos, también participamos; somos puro proceso a lo largo de nuestra vida; nos transformamos, cuando estamos muertos-. Todo lo material es transformación continua. La obra de Rojano parece la invitación a consumir en vivo y en directo un fragmento acotado de dicha transformación. A modo de ejemplo, resulta muy gráfico mencionar los bellísimos momentos de emulación de fragmentos de “El Jardín de las Delicias”, de El Bosco, que cobraban vida ante nuestro asombro y nuestro disfrute, de forma mágica. ¡Qué maravilla! Desde aquí podemos entroncar con toda la tradición teatral que viene de Calderón, sobre la percepción de que la vida es sueño, pero también con la de nuestros ancestros, con la de aquellos quienes ya dibujaban bisontes, antes del abecedario, los mismos que danzaban y cantaban alrededor de una hoguera.

Ficción dentro de la ficción. La estructura de la obra es multidimensional. Su temática,  también múltiple: el acontecimiento situado en el tiempo y nuestra relación con él, nuestra propia existencia como acontecer y su influencia en el mundo, lo interno y lo externo, el inconsciente y lo consciente, la maternidad, el apego, el deseo, el miedo; el desastre como regulador de nuestro comportamiento inadecuado, siendo única especie responsable; la capacidad de sufrimiento como característica que nos hace humanos, sensibles al dolor ajeno… La tragedia estaba presente, la hecatombe rescatada de un noticiario no tan lejano. Como contrapunto, el sentido del humor fue consecuencia lógica, en esta propuesta artística tan interesante y lúdica, en este proceso abierto al público, en esta sobreexposición a los rayos abrasadores de una realidad cegadora, la misma que nos mantiene trastornados día tras día, a unos más y a otros menos, según el grado de resistencia que se oponga.

Tengo que resaltar la calidad de los intérpretes, que lo mismo se disolvían en movimientos sutiles para otorgarle vida a un cuadro -en principio estático; pero tridimensional, de carne y hueso-; que narraban historias, manipulando universos mínimos conformados por objetos o figuras que se proyectaban en una pantalla gigante -la magia siempre presente, y la transformación-. Cada anécdota se acercaba a la orilla, nos llamaba y lograba interesarnos. Se iba tejiendo de este modo una red asombrosa en la que fuimos apresados, para ser lanzados después a la marejada de nuestras dudas existenciales, deseándonos fortuna, tras la finalización del espectáculo.

Por todas estas razones y otras más, esta obra es firme candidata a los Premios Max 2019 como Mejor Espectáculo Revelación. Se haga realidad y sea enhorabuena.

.

Autor: ANTONIO ROJANO
Director: ÍÑIGO RODRÍGUEZ-CLARO
Producción: LA_CAJA
FLOTANTE

Reparto: Ion Iraizoz, Mikele Urroz, Irene Ruiz y José Juan Rodríguez
Espacio sonoro: Jose Pablo Polo
Espacio escénico y vestuario: Paola De Diego
Diseño de iluminación: Pablo Seoane
Audiovisual y diseño de cartel: La dalia negra
Ayudantes de dirección: Javier L. Patiño y
Carlos Pulpón
Comunicación: Cristina Anta
​
Colaboran – Gobierno de Navarra, Exlímite y Espacio Guindalera

foto: Sala Cuarta Pared
  • reflejo fidedigno

Matarile Teatro

LOS LIMONES, LA NIEVE Y TODO LO DEMÁS

LOS LIMONES, LA NIEVE Y TODO LO DEMÁS

CRÓNICAS DE Matarile Teatro

Por Lola Correa

Las obras, tanto escénicas como literarias, deberían cuidar siempre el comienzo y el final. Un buen inicio engancha al espectador y un buen final lo deja con ganas. Por supuesto que lo que queda en medio también es importante, pero esto ya lo dijo Aristóteles en su Poética. Matarile Teatro –compañía  de la que a estas alturas no debería tener que hacer las presentaciones- siempre cuida mucho esto. En su último trabajo –Los limones, la nieve y todo lo demás– hay una entrada tan imprevista y arrogante como sencilla. Sobre y bajo la música de Eurythmicsy su “Sweet Dreams” irrumpen en escena dos bestias escénicas, Ana Vallés y Mónica García. Si bien es cierto que el apoyo de una canción conocida (y maravillosa) ayuda mucho a caldear el ambiente, más allá de la imagen por la imagen y la estética por la estética, también la presencia física aporta, en un espacio enorme, blanco y sin demasiadas posibilidades para ocultarse, pues en esas circunstancias, o dominas muy bien el concepto -cuerpo en el espacio y espacio en el cuerpo- o se te verá el plumero antes de que Annie Lenox susurre la última nota.

MÓNICA GARCÍA Y ANA VALLÉS

La incerteza, la búsqueda y el planteamiento continuado de atravesarse la una a la otra subrayan este trabajo a dúo en el que descubrimos, una vez más, la calidad corporal de Mónica y la no menos versatilidad física de Ana. Ambas conjugan el verbo danzar de manera que sus cuerpos transmiten la fuerza y la fragilidad a partes iguales.

El resultado de este trabajo es una carrera lenta y precisa hacia la arrogancia escénica. Ana suele hacer esto muy bien: plantea conceptos profundos de manera cordial y juega con danza y pensamientos sesudos que todo el mundo decodifica perfectamente, de ahí que llenen los teatros -por lo menos en Vigo así lo hacen- de un público que las idolatra.

Por otro lado, hay que resaltar que atreverse con el amarillo en escena supone dejar de lado antiguas manías teatreras y apostar por un lenguaje exento de actitudes conformistas. Los limones dan la sustancia viva a la mortalidad del raposo en vías de extinción, en un espacio que se llena de alturas precisas a las que subirse huyendo de la realidad. La nieve, en vez de desangelar, ayuda a crear un tempo valsístico que choca con la potencia que retumba en el suelo al que cae.

La voz de Ana, sutil y humorística, descubre en medio del desierto blanco, la humanidad que el teatro aún debe mantener, porque la palabra sigue siendo un bien común.

No hay que olvidarse de uno de los grandes valores siempre en alza de Matarile: su diseño de luces, otro personaje vivo y presente, que no prepotente, porque deja hacer a las artistas con cuidado y con mimo extremos. Enhorabuena a Patiño una vez más.

Matarile no juega a hacer, sino que hace. Matarile no apuesta por un teatro del “todo vale” pues detrás de ese material escénico siempre se esconde la sinuosa sombra del meta-teatro, del qué, del por qué y del cómo.

Porque el teatro, sea moderno o antiguo, clásico o contemporáneo, no debe dejar nunca de ser lo que es: el lugar y la hora de la verdad.

fin

Creación e interpretación: MÓNICA GARCÍA Y ANA VALLÉS
Asistencia técnica: RICARDO SANTANA
Iluminación, Espacio y Sonido en tiempo real: BALTASAR PATIÑO.

foto: Edición Rusa
Sala Hormigón

PERRO CALLEJERO: LA INVISIBILIDAD DE LA DIFERENCIA


PERRO CALLEJERO
La invisibilidad de la
diferencia

La palabra exilio es una palabra antigua; el sentido etimológico original del vocablo latino era saltar hacia afuera, formado por el verbo saltar precedido por el prefijo ex-, fuera. Saltar-hacia-fuera: el viaje del que se exilia es un salto al vacío.

Cuando entramos a la Sala Hormigón de Naves Matadero para ver la video-instalación Perro callejero del artista chino Yu Depeng, nos recibe una gran pantalla con un plano fijo que se repite en bucle: una edificación semiderruida o en construcción, no se puede precisar con exactitud, en la que dos masas de humo, una rosa y otra blanca-grisácea, se mueven con lentitud desde dos agujeros de ventanas. Por la sala se han dispuesto varios pequeños monitores sobre un césped muy verde, como islas que no consiguen enraizar en tierra extraña. Después de escuchar la presentación que nos hace el artista con la ayuda de la directora de producción de esta pieza Susana Sanz quien nos ha servido de intérprete, me siento largo rato frente a cada uno de los monitores, me dejo tocar por los sonidos que salen de los auriculares, muy pocos, me quedo pegada a esos planos largos, lentos, hondos, me dejo envolver por la atmósfera de toda la pieza y un sentimiento de aislamiento y soledad me lleva a recordar mis primeros tiempos en Madrid, las lecturas que me acompañaron. Ya el cartel, con ese árbol dentro de cuyo tronco horadado respira fatigosamente el perro de Yu Depeng, como esa necesidad de buscar o estar cerca de los orígenes, me evocaba algunas de las performances de la artista cubana Ana Mendieta, también ella exiliada. Porque no es muy diferente la experiencia sea cual sea el lugar de procedencia.

Salir del lugar donde se ha nacido para instalarse en una cultura diferente, implica  en muchos casos una ruptura que provoca angustia, soledad, desamparo. Hay una palabra portuguesa que describe muy bien esta sensación: saudade. No hay palabra en castellano que transmita de manera tan certera tal afectación.

Esta nostalgia es el triste privilegio de los países pobres o que padecen cualquier tipo de dictadura. La posibilidad de un regreso al país natal tras una larga ausencia durante la que se ha construido todo un nuevo mundo afectivo y cultural es un dilema doloroso y difícil. Sin apenas darnos cuenta nos convertimos en extrañas islas habitadas por nuevos códigos identitarios, que se vuelven imprescindibles para aquel que ha nacido por segunda vez en un espacio diferente. Regresar ya no se contempla pues como una opción o como la posibilidad de “pertenecer” a alguna parte, el que partió ya no es el mismo ni igual sería su mirada sobre la “tierra recobrada”.

Es inevitable experimentar una fuerte sensación de soledad y desarraigo frente a esta pieza; quien no vive enraizado en su cultura, muy a su pesar, y con el tiempo, deja de pertenecer a ella, lo cual no implica que pase a formar parte de aquella otra que le ha dado “cobijo”. Y es en ese limbo donde habitan los apátridas y los exiliados.

Perro callejero es una pieza creada en residencia en Naves Matadero, y es el resultado de la investigación del artista en torno a la población china residente en Usera con su foco puesto en aquellos nacidos de las primeras familias chinas que llegaron a España en los 80 y los 90 y crecieron en la ciudad de Madrid, un grupo social alejado de sus raíces, que no conoce China, que habita ese espacio vago e incierto entre las dos culturas; pudo haber escogido desarrollar un relato expositivo de corte más documental mostrando el material recolectado en las entrevistas y la investigación, sin embargo prefirió una reflexión más íntima y por tanto más inquietante. Con poquísimos planos y escasos sonidos Yu Depeng nos mete debajo de la piel del exiliado encarnado en un personaje que se pasea con una extravagante máscara rosa, ese “perro callejero” anacrónico y diferente, pero al mismo tiempo prácticamente, extrañamente invisible.

fin
Por Evelyn Viamonte Borges
El Método Negro de Javier Martín

El Método Negro de Javier Martín

CRÓNICA de Centro Cultural Conde Duque

El Método Negro de Javier Martín

.

Conocí a Javier Martín hace algunos años a través de Facebook. Me parecían sumamente interesantes sus post en los que texto e imagen seguían rutas semánticas diferentes y aún contradictorias despertando en mi la posibilidad de un tercer sentido o sucesivos, abriendo brechas. Me interesan las brechas y las fisuras que permiten atisbar. Había allí algo caótico y anárquico que estimulaba mi propio pensamiento sobre el arte escénico, sobre el cuerpo; así que me apunté a un taller que impartía en Madrid cuyo título me auguraba algo en común con mi propia praxis e investigación artística. Nunca unas notas en mi cuaderno han sido tan dispersas y dispares como las que conservo de aquel encuentro. Intento ahora pensar el trabajo de Javier desde la experiencia de lo vivido el pasado jueves en Conde Duque durante el estreno de Método Negro.

¿Cómo es la experiencia de ver una pieza de danza que no está concebida para ser vista sino para ser sentida? Preguntaba Javier durante el encuentro con el público al finalizar la función. En este mundo que padece la hegemonía del lenguaje visual y la imagen se ha convertido en una nueva forma de escritura, la simple formulación de la pregunta constituye un acto de rebeldía feroz y un posicionamiento político que reivindica el arte fuera del uso capitalista, utilitario o mercantilista. Las inquietudes coreutas de Javier Martín colindan con aquello que ocurre “un poco más allá de los límites de la razón”-ha dicho, donde se tiene aprecio por la ausencia de los “por qué” o por lo menos se tiende a su aplazamiento, por el movimiento que se genera desde la actualidad material del cuerpo. Como creador e investigador se deja permear por muchas tradiciones del cuerpo que le permitan ir descubriendo nuevos lenguajes y motivos y hay una cercanía evidente también al trabajo corporal de la danza butoh y el body weather.

Pero es el tiempo el eje sobre el que gira esta pieza, el viejo Cronos devorando a sus hijos, el tiempo que rompe el tiempo. Inquietante y sugerente el momento en el que danza entre las sombras gigantes de los pequeños maniquíes articulados. La forma que sale de su forma y se confunde con el objeto permitiendo nuevas combinatorias. Y también el silencio, la ausencia. Área interna o centralidad vacía desde donde se articula la danza.
Desde el punto de vista de los procesos y la investigación que gesta esta pieza, Método negro puede entenderse como una manera de afrontar los procesos artísticos, creativos y dancísticos, una manera de entender el cuerpo y su relación/conexión con el espacio y el tiempo.

En escena se generan volúmenes, distonías, superposiciones, no hay sentido sino pulsiones. El discurso corporal de Javier Martín va de texturas antes que de estructuras, es un pensamiento de lo múltiple manifestándose en tensiones e intensidades, despertando resonancias plurales que potencian lo impersonal, cuerpo impredecible, fragmentario. El cuerpo se vuelve así escritura en su inmanencia, acercándose a la multiplicidad de lo inorgánico, excediendo la representación, la significancia y toda forma de referencialidad para adentrarse en una dramática nómada de lo sensible, conducto por el cual genera movimiento en el espectador y espacios disfrutables, pertubadores, inciertos.

El Método Negro de Javier Martín
caótico y anárquico
Javier Martín

Crónicas

Por Evelyn Viamonte Borges

Imagen

Sara Roca

Números anteriores

ejemplar 2 teatro
portada ejemplar piloto
 5/5
Revista de teatro número uno
.
ILUSIONES

ILUSIONES

CRÓNICAS DEL Pavón Teatro Kamikaze

ILUSIONES

Autor: IVAN VIRIPAEV

Director: MIGUEL DEL ARCO

Llegué ya iniciada la función. Como castigo, unas cuantas de las preguntas que dirigían los actores directamente al público vinieron a señalar mi entrada por el pasillo del patio de butacas. Respondí con un gesto de mi mano y provoqué alguna que otra risa. Por fin me senté, pero no en la invisibilidad más absoluta, aunque mi lugar resultase un apropiado observatorio.

La escenografía ideada por Eduardo Moreno era hermosa, decadente y llena de misterio. Un desván ecléctico: despojos de un teatro abandonado a la erosión del paso del tiempo, un carrusel gigantesco, armarios roperos, puertas infranqueables, firmamentos insondables y ocultos… Todo empezó como un juego: risas girando sobre su propio eje, vuelo, historias en caída libre, anecdotarios diversos que se entrecruzan, lógicas emocionales que se construyen y se desbaratan como castillos de naipes, cuerpos que vehiculizan vivencias ajenas, narraciones que se encarnan y se trasmiten, ecos de la memoria, espejismos. ¿Cuál es la huella tras el impacto? ¿Cuáles los huecos, los agujeros negros, los actos fallidos? ¿Hasta qué punto el invento no es protagonista siempre, material necesario para sostener el andamio provisional que supone nuestra existencia? ¿Nuestra capacidad creativa es condición sine qua non en los constructos del amor romántico? ¿Somos pequeños dioses generando micro-universos? ¿Cuál es la materia esencial, cuál el motor de nuestra incesante búsqueda? ¿Cuál es nuestra perspectiva sobre el amor, al final de la vida? Seguramente, de alcanzarnos las fuerzas, demandaríamos más vida, vivir lo no vivido; experimentar las posibilidades descartadas, infravaloradas o ignoradas; alcanzar lo inalcanzable; brillar en la oscuridad final, con el mismo fulgor ficticio de los astros. La luz de la noche es fría y mágica, no nos calienta. Solo el sol nos gobierna con su cercanía. ¡Pero qué inspirador un cielo tachonado de estrellas!

Ivan Viripaev se empeña con este texto en quitarnos importancia, en relativizarnos, para que podamos así tomar distancia y abrir la conciencia, escuchar los relatos como fragmentos de vidas pasadas y futuras. No son grandes gestas ni vidas insignificantes. Aunque es precisamente el sentido lo que se nos escapa, la razón de este empeño en narrarnos, de permanecer de algún modo entre los vivos. La contradicción, la paradoja, las diferentes versiones de los mismos hechos, ponen un punto de ironía y nos alejan del sentimentalismo o de lo melodramático. Solo nos queda la empatía; pero no una pequeñita, de andar por casa, sino esa que todo lo disculpa con una sonrisa cómplice, la de nuestra ingenuidad eterna.

La manera en que relatamos nos delata, también a los artistas. En el montaje de Miguel del Arco el humor viene a poner la sal; la música, los aromas. A veces, el uso de la palabra se transforma en canto, así ha sido a lo largo de la Historia, desde los juglares hasta nuestros tiempos. No sorprende que del Arco incluya números musicales, por tanto, relatos añadidos en forma de canciones. Tampoco que esconda un alma en un armario para invitarla a salir de vez en cuando a que tome el aire; ni que nos reciban los relatores vestidos de ceremonia para después andar en chándal hasta las escenas finales, en las que regresan al smoking. Todo es fugaz, efímero. También el espectáculo, la dimensión meta-teatral del espectáculo. Regresaremos a nuestras vidas, a nuestra muerte lenta, a nuestras ilusiones, unos y otros, actores y público. Se olvidarán o no los relatos. Pero el ritual nos trasciende, de ahí la ceremonia.

La ruptura de la cuarta pared puede resultar incluso incómoda. La magia cuando se utiliza este recurso no está en trucos teatrales, viene a situarse por encima de nuestras cabezas. Estamos inmersos en lo mágico, no podemos escapar del prodigio. Fuimos interpelados en diferentes momentos del ritual dramático, la otra tarde, no nos dejaron tranquilos, nos incluyeron. Sé que hay público que se resiste a este esfuerzo participativo. Pero el Arte siempre solicita del que lo consume esa implicación expresa y esforzada, de una forma o de otra, otra cosa es que consiga movilizar los impulsos precisos. También es una cuestión de voluntad por parte del espectador, por supuesto. Algunos acceden a un teatro con la intención de distraerse, o de que les aleccionen, o de que les dejen el corazón hecho un higo –que diría mi abuela-. Estos, frente a un texto así, están perdidos. Sobre todo porque no se trata de un reflejo publicitario de nosotros mismos; no es amable, ni entrañable, ni grandilocuente, ni deja de serlo; nos invita a cuestionarnos sobre hechos cotidianos, pero no nos alecciona.

Es muy interesante el concepto desdramatizado que autor y director nos ofrecen de la muerte, la vida queda orientada al disfrute del aquí y el ahora. No es nuevo, pero sí revolucionario, teniendo en cuenta que en nuestra cultura la muerte sigue siendo tema tabú. Esta aceptación de lo transitorio en nuestras vidas es más propia de culturas como la japonesa.

En cuanto a la dirección de actores, se trata de una propuesta muy coral, en la que cada cual aporta sus bondades interpretativas desde el papel que le ha caído en suerte. Hay escenas que se resuelven a través de una coreografía de movimientos y acciones en la que todo el elenco se involucra – como la emocionante escena inicial del carrusel, metáfora del mundo o del teatro del mundo-. Otras, por el contrario, son protagonizadas de forma consecutiva por uno de los componentes del elenco. Un tercer tipo de escenas resuelve los conflictos surgidos entre los distintos personajes y sus diversas versiones de lo vivido o relatado. Y, por último, en otras se regresa al contacto directo con el público, como ya hemos mencionado. Justo cuando parece que la obra pierde ritmo, cuando el anecdotario parece no interesarnos tanto, el director opta por introducir números musicales muy actuales que vienen a despejarnos como un soplo de aire fresco. Podríamos sentir que nos sacan de algún lado, pero no es así, tan solo regresan a la realidad compartida con nosotros. Lo han hecho ya entre ellos: se han ensimismado primero para, una vez finalizada cada historia, establecer de nuevo contacto con el resto del elenco. La puesta en escena es poliédrica y se mueve en distintos planos, como acabamos de explicar.

Compañeros, de la misma especie todos los presentes, actores y público. Podríamos levantarnos subir al escenario y alzar nuestra voz, narrar nuestra propia historia o las historias que conocemos. De hecho, así lo hacemos, día a día, somos contadores de historias, relatores, actores y testigos, trasmisores de vida vivida.

¡Qué valiente es este director, Miguel del Arco! Un verdadero Kamikaze que se arriesga a traernos autores desconocidos, textos complicados de llevar al escenario, temáticas en las que late un contenido de hondo calado.
El estreno de Ilusiones en España ha tenido lugar en el Pavón Teatro Kamikaze. Espero que el lector tenga ocasión de comprobarlo y disfrutarlo.

IVAN VIRIPAEV
MIGUEL DEL ARCO
Eduardo Moreno

Crónicas

Por MJ CORTÉS ROBLES

Imagen

vanessa rabade

Números anteriores

ejemplar 2 teatro
portada ejemplar piloto
 5/5
Revista de teatro número uno
.
CNTC y NOVIEMBRE TEATRO

ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO

CRÓNICAS DEL Teatro de la Comedia

ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO

Autor: ROJAS ZORRILLA

Versión: Yolanda Pallín

Director: EDUARDO VASCO

Creación y producción: CNTC y NOVIEMBRE TEATRO

Somos buscadores de oro, los espectadores que acudimos a espectáculos sobre textos de otros siglos, los directores que acometen el reto de traerlos hasta nuestra época y los actores que median en ese trance, poniendo en juego su oficio y su talento. Entre unos y otros, agujereamos la montaña de tradición teatral hasta dar con una beta de reluciente calibre que, al trabajarla con esmero, nos acaba ofreciendo el material deseado. Ya de por sí hay siglos calificados como áureos, dado el valor de su legado. No nos internamos a oscuras, por tanto, bajo los estratos acumulados de la Historia, sino que nos orientan potentes focos que señalan el camino, avanzamos con la seguridad de la recompensa posterior.

Mientras esperaba unos minutos a las puertas del teatro, en la Calle del Príncipe, vi llegar a Lorenzo Caprile, asombrosamente sobrio y discreto, si comparamos su indumentaria con el despliegue de imaginación y colorido que pudimos disfrutar unos minutos después, en el vestuario que este creador había ideado para la representación de Entre bobos anda el juego. Los allí convocados para asistir a un ensayo general, ingresamos en el Teatro de la Comedia hasta ocupar la totalidad de los asientos. Nos recibía un telón pintado -escenografía diseñada por Carolina González-, las afueras de un Madrid amurallado nos predisponía a una suerte de viaje en el tiempo.

Y el viaje comenzó con tintes de comedia de enredo, pero con reprobable propósito: una mujer fértil, en edad casadera, es ofrecida como mercancía viva al mejor postor. Reacciona horrorizada y, con el apoyo de su criada, pretende zafarse de esta imposición y elegir ella marido, guiada por el amor. No he llegado a comprobar qué importancia pueda tener la adaptación del texto que Yolanda Pallín ha llevado a cabo, pero lo que trasciende tras la función es muy interesante y actual. Aunque se nos antojen trasnochados ciertos temas, como «el sí de las niñas» -que nombraba Moratín en el siglo XIX-, seguimos luchando por eliminar la cosificación a la que están sometidos los cuerpos de las mujeres en el mundo. La trata de mujeres es una terrible realidad, también en nuestro entorno, en donde la prostitución es una práctica asumida como un mal menor; en donde los vientres se alquilan como si fuesen vehículos que ocupar durante meses, habitáculo que utilizar, sin carne y sin sangre, sin emociones, sin dolor, sin daño.

Pero regresemos a la comedia, que nos ponemos intensos, y ni siquiera el cinismo que sobrevolaba sobre las cabezas pensantes de algunos personajes llegaba a tener ese peso específico, antes bien aligeraba el trasfondo y nos provocaba la risa… Experto en esto de hacer lo que le da la gana con el estado de ánimo del respetable es Arturo Querejeta, que arrancó las primeras carcajadas al público, recién iniciada la función. Así que estuvimos hora y poco felizmente perdidos en los enredos, tras abandonarnos así a la cadencia juguetona de estos versos de Cabellera -Querejeta, el gracioso- y de otras oleadas de palabras musicales que alcanzaban nuestros oídos. Nos desternillamos cada vez que Antonio de Cos hacía acto de presencia travestido en mujer barbuda, sobre todo cuando su personaje -Doña Alfonsa- fingía un vahído y se estrellaba contra el suelo con técnica depurada. Y es que todo era puro teatro, también el rol que los personajes tenían que desarrollar en el reparto de papeles distribuido por el supuesto «bobo mayor del reino», Don Lucas -brillantemente interpretado por Jose Ramón Iglesias-, el figurón, pero un figurón atípico, que sabía lo que se hacía, que manejaba al resto de personajes, y que, sobre todo, se percataba en todo momento de lo que estaba ocurriendo, por mucho que quisiesen disfrazárselo. Este rasgo del intelecto despierto del figurón frente a la bobería ejercida en distintos niveles por el resto de personajes, es una distinción valiosa que eleva a esta comedia al uso de las de de capa y espada a una categoría que se escora de los esquemas establecidos por la crítica. Continuamente Don Lucas nos interpela directamente para señalarnos que «entre bobos anda el juego» y que lo sabe. De este modo pretende que nos esforcemos en identificarlos y que le dejemos a él fuera del ranking. Si bien es cierto que ambas mujeres, protagonista y criada -Isabel Rodes y Elena Rayos- , no andan faltas de ingenio ni de rebeldía, no es menos verdad que el enamoramiento las atonta, aflojando su voluntad y nublando su entendimiento. El marido que gana la pieza, no es un ideal de marido, no se ha comportado en todo momento como debiera, sino que también se ha movido por intereses. Quien determina la que ha de ser la moraleja es precisamente el figurón, tras cabalgar a lomos del equívoco en la oscuridad adversa. Es Don Lucas del Cigarral, el que concluye, alertándonos de que es el dinero, sin duda, el que menea el mundo, la vara de medir, el juez de los triunfos y de los fracasos, también en el amor.

En el intervalo, antes de llegar a ese final de vaticinio irónico, pude disfrutar de cerca las bondades de un elenco entregado, talentoso y bien dirigido, que lo mismo nos cantaba que se subía en un caballo de madera. Estos recursos del guiñol que Eduardo Vasco no dudó en utilizar, añadían cualidades de juego y de disfrute a la dimensión meta-teatral que, como se ha apuntado anteriormente, el montaje consigue. Para actualizarlo aún más, si es que cabe en un texto que de por sí ya nos refleja, resultaron eficaces los recursos gamberros de la música actual y de las gafas de sol; del tango que se marcaron bobo y boba, escenario arriba… Antes de iniciarse la función, ya se nos advertía de la convivencia de dos mundos dispares llamados a encontrarse, el del Siglo de Oro y el nuestro. ¿Cuál era esta señal? Muy sencilla: la presencia en escena de una guitarra eléctrica, en espera de unas manos capaces de hacerla sonar. Esta ruptura del engaño al que nos somete la ficción -aunque no sea del gusto de algunos espectadores, convencidos de la conveniencia de mantener ciertas formas tradicionales de representación intactas-, supone, en mi opinión, un punto de inflexión irreverente que aporta y clarifica, sin caer en lo simple, ya que está el humor de por medio. Me ha costado reflexionar de este modo -no crea quien me lee lo contrario-, he tenido que enfrentarme a mis propios prejuicios, desmitificar lo que hay en el arte de sagrado, ver mucho teatro, para darme cuenta de lo que supone repetir como un loro, no atreverse, en lo que a dirección y puesta en escena se refiere. Eduardo Vasco me ha pillado ya preparada para lo que venga, en este punto en el que me dejo llevar, libre de anacronismos, y luego valoro. Así que, puedo asegurar y aseguro que disfruté de la música, e incluso que canté con ellos por lo bajini. Y, sí, estoy de acuerdo con algunas de las letras, incluso muy de acuerdo: «No hay marido bueno». La crítica a la institución del matrimonio está servida y, de paso, a estructuras sociales y estamentos que aún la sostienen, y, si me pongo estupenda, al puñetero sistema sociopolítico y económico. ¿Qué eso es pensar muy lejos? Claro, ¿y por qué no? De eso se trata, es lo que me propongo, es lo que intento; cuanto más lejos, mejor. Gracias a estos artistas por provocarme el parto de esta crónica. ¡ Y larga vida al teatro en verso!

Este espectáculo con tintes de vodevil, creación y producción a la limón entre Noviembre Teatro y la Compañía Nacional de Teatro Clásico, estará en El Teatro de la Comedia hasta primeros de marzo. La que avisa, no es traidora.

Crónicas

Por MJ CORTÉS ROBLES

Imagen

Teatro

ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO
CNTC y NOVIEMBRE TEATRO
EDUARDO VASCO

Números anteriores

ejemplar 2 teatro
portada ejemplar piloto
 5/5
Revista de teatro número uno
.
me encaminé hacia el Teatro

ESPEJISMO

(Estrenada dentro del 36 Festival de Teatro de Málaga 2019)

ESPEJISMO

Compañía El Espejo Negro

Dirección Ángel Calvente

El Espejo Negro. Esta compañía se creó en 1989. ¡Treinta años celebran precisamente en este 2019! Estrenaron su primer espectáculo Todas ellas tan suyas en 1990, y desde ese año hasta la fecha han estrenado catorce espectáculos más, siendo Espejismo el último de su producción. Resulta tan ardua, meticulosa, compleja y delicada la construcción de las marionetas utilizadas por la compañía dirigida por Ángel Calvente, que se entiende perfectamente que necesiten más de un año para la puesta a punto de cada creación. Si a eso le sumamos la cantidad de estas marionetas que fluyen y confluyen en cada uno de sus espectáculos -desde gigantes personajes tamaño natural, hasta diminutos seres de goma espuma-, más las numerosas giras que anualmente acometen dentro y fuera de España, más los talleres, charlas y encargos que realizan…, sin olvidar la dificultad que conllevan los ensayos, donde la sincronización es un valor añadido a los muchos que nos regalan con su mágico trabajo; si sopesamos todo eso, la verdad, es que cuesta entender de dónde sacan el tiempo. Pero ahí no queda la cosa. El Espejo Negro decide un día cambiar el rumbo y acometer un nuevo registro: hacer también teatro para público infantil. Más de uno pensó que no iba a ser lo mismo, que perderían sí o sí ese sello que los caracterizaba con la impronta de lo canalla, lo fresco, lo irreverente. ¿Y con qué nos encontramos? Pues ni más ni menos con que el público adulto sigue llenando los teatros donde actúan y, por si eso fuera poco, nos maravillamos con la noticia de que los tres espectáculos que iban dirigidos preferentemente al público infantil -La vida de un piojo llamado Matías, El fantástico viaje de Jonás el espermatozoide y Oscar el niño dormido- se llevan respectivamente dos Max y una nominación a dichos premios. Todos y cada uno de sus trabajos han sido reconocidos de alguna manera con prestigiosos premios a distintas categorías, tales como Dirección, Producción, Mejor Espectáculo, Público…

Festivales, crítica y público avalan la labor, importancia y originalidad de una compañía que sigue manteniéndose en primera línea y que se supera a sí misma en cada ocasión. Igualmente sorprenden con un espectáculo de pequeño formato que con uno de gran formato. Es fascinante verlos actuar a cara descubierta a plena luz del día en un pasa-calles, tanto o más que en la oscuridad más tenebrosa del interior de un teatro. Da igual, hagan lo que hagan no te dejan indiferente.

Mientras me encamino al Teatro Echegaray se me vienen a la mente ecos de otros espectáculos suyos, aún no mencionados: Tos de pecho, Heroína, El circo de las Moscas, De locura, La cabra, Aparirciones, Los perros flauta, Es-Puto Cabaret, La venganza de Don Mendo…

Ya el inicio del espectáculo me advierte de que voy a formar parte sin moverme de mi asiento en un viaje sin precedentes. De pronto, se descubre en el escenario un gigantesco aro alrededor del cual surgen haces de luz asemejándose a un caleidoscopio, a un túnel, a una cueva… Lo van atravesando personajes, historias, presente, pasado, futuro… Comprobamos, atónitos, como esa inmensa e inquietante boca se traga con avidez todo lo vomitado con anterioridad, arrastrando en su resaca al espectador que, asombrado, se deja llevar sabiendo, eso sí, que está participando de un grandioso engaño. Siento una especie de borrachera, aún a sabiendas de que no he probado ni gota de alcohol. Lo más bestial y alucinante de este onírico encuentro entre la realidad y la fantasía, entre lo bello y lo grotesco, no es tan solo lo hilarante de los números y su inquietante desarrollo, sino observar como tres maravillosos actores/manipuladores (Ángel Calvente, Laín Calvente y José Vera) prestan sus cuerpos a marionetas aparentemente inertes, haciéndolas vibrar, reír, llorar, cantar…, hasta tal extremo que llega un momento en el que dejas de ver al manipulador, dejas de ver a la marioneta, dejas de ver el engaño… Todo se transforma en paradójicamente real. Todo encaja. Las sombras buscan sus cuerpos, los reflejos sus imágenes, las canciones sus bocas, y todo compacta. Nos vamos asombrando cada vez más de la destreza y perfección con la que sincronizan cada uno de sus actos, ayudados en gran medida por la luz y el sonido, por la música, personajes que casi sin darnos cuenta se han colado en el escenario para robar escena -en el más grandioso y hermoso sentido de la palabra- a los propios actores/manipuladores. De un apacible comienzo suavizado por el Bolero de Ravel, te llevan al sobresalto de una estruendosa rotura de cristales. Músicas de distintas épocas y estilos acompañan las acciones de las marionetas, nos sobrecogen a veces, otras nos relajan, y las más nos llevan a la hilaridad, al asombro, al recuerdo. Mónica Naranjo, Raphael, Chavela Vargas, Rocío Jurado, Katy Perry, Beyoncé, Lady Gagá, Madonna, Rihanna, Gloria Estefan, David Bowie, extractos de bandas sonoras de películas van ocupando el escenario desde el otro lado del espejo.

¿Pero qué es Espejismo? ¿Cómo se cuenta lo que se ve sin quedarse en la superficie?

Se cuenta dándote de bruces con la luna de ese agujero negro y eligiendo un camino de los dos que se te ofrecen: limpiarte las heridas, o pasar de ellas y atravesar el espejo. Y toda esa travesía la haces sin abandonar la sonrisa ni evitar las carcajadas, aunque a veces se te congelen y no en la boca precisamente, sino en el alma. Como cuando la muerte arrastra a Chavela Vargas, y sin darnos cuenta, también un poquito a nosotros. O aquél otro en el que la libertad de expresión se nos muestra como una «auténtica mierda», vigilada y agasajada por el moscardón de turno.

Personajes mediáticos salen del negro agujero para mostrarnos sus miserias, sus ridiculeces, sus contradicciones, sus muchos vicios y pocas virtudes. En fin, imposible detallar uno a uno el inmenso contenido de este último y acertadísimo trabajo de El Epejo Negro. Ya nos lo advierte al principio del espectáculo su protagonista -«Estío es mi nombre, y mi apellido Recuerdo. (…) Y no me importa si mi destino es violento. Yo hago equilibrismos en el filo de los sentimientos»- Estío es un hilo conductor, un perfecto anfitrión. Ambiguo, sensual, andrógino, vicioso, calmado a veces, otras irascible, iracundo y maléfico. Pero eso sí, directo, sin medias tintas, consciente de su poder, de su carácter y de su fuerza. Se siente el centro de casi todo. Ha visto tanto, ha vivido tanto, – «Yo soy aquél, aquél joven al que el Espejo le robó su Reflejo, su identidad completa y su pellejo. (…) Robo y colecciono Reflejos para alimentar a este insaciable y voraz Agujero Negro»- que viene dispuesto a invitarnos a su espacio vital. -«Invitados estáis a atravesar mi Reino. Este círculo oscuro donde no hay Reyes, ni Banderas ni Muros. Sólo Anarquismo, Onanismo y Sadomasoquismo»- Antes de adentrarnos aún más en el espectáculo nos advierte con la sinceridad y frialdad del que no tiene nada que perder lo siguiente: «Yo voy directo al grano, al corazón de la manzana donde duerme el podrido gusano». Y remata: «El espejo te devuelve lo que tu mente no disuelve.»

FICHA ARTÍSTICA

AUTOR Y DIRECCIÓN Ángel Calvente
GUIÓN Ángel Calvente y Angélica Gómez
ACTORES MANIPULADORES Laín Calvente, Ángel Calvente y José Vera
TÉCNICO LUZ Y SONIDO Adrián Alcaide
REGIDOR Y AYUDANTE TÉCNICO Laín Calvente.
CONSTRUCCIÓN MARIONETAS Ángel Calvente.
CONFECCIÓN VESTUARIO Carmen Ledesma y Elisa Postigo.
COMPOSICIÓN BANDA SONORA Miguel Olmedo.
PRODUCCIÓN MUSICAL Laín Calvente.
VOCES TEMAS MUSICALES Adelfa Calvo, Marta guzmán, La Pili, Carolina Olmedo y Cristina Jiménez.
ASESORAMIENTO TÉCNICO Antonio Regalado y Sergio Rodríguez.
DISEÑOI ILUMINACIÓN Antonio Regalado y Laín Calvente.
EDICIÓN IMÁGENES Y ANIMACIÓN El Estudio Blanco.
DISEÑO ESCENOGRAFÍA Ángel Calvente.
DISEÑO GRÁFICO Carlos Javier Calvente.
FOTO CARTEL Y ESPECTÁCULO José Luís Gutiérrez.
FILMACIÓN Y EDICIÓN ESPECTÁCULO Salvador Blanco.
DISTRIBUCIÓN EL ESPEJO NEGRO Carmen Ponce y Llanos Díaz.

PRODUCCIÓN EL ESPEJO NEGRO ÁNGEL CALVENTE, S.L.

Crónicas

Mercedes León

Imagen

Teatro

me encaminé hacia el Teatro
EL ESPEJO NEGRO
36 Festival de Teatro de Málaga
Ángel Calvente
TODAS ELLAS TAN SUYAS
ESPEJISMO
decidí calentarme

Números anteriores

ejemplar 2 teatro
portada ejemplar piloto
 5/5
Revista de teatro número uno
.

Navegación de entradas

1 2 3
ejemplar 2 teatro
Revista de teatro número uno
portada ejemplar piloto

Entradas recientes

  • Orestes Amador: “El teatro me permite gritar lo que fuera se censura”
  • Atentado
  • Pau Blanch, director de escena: “La era líquida removerá conciencias”

Categorías

 

 

Diseño editorial (Barcelonarte) ©Pierre Rivero| Redacción editorial y contenidos María José Cortés Robles
Tema de Colorlib. Funciona con WordPress.
This website uses cookies to improve your experience. We'll assume you're ok with this, but you can opt-out if you wish.Accept Read More
Privacy & Cookies Policy

Privacy Overview

This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary
Siempre activado
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Non-necessary
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.
GUARDAR Y ACEPTAR