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Nieves Rodríguez Rodríguez Staff

Nieves Rodríguez Rodríguez

Nieves Rodríguez Rodríguez

Nieves Rodríguez Rodríguez


Nieves Rodríguez Rodríguez (Madrid, 1983)
Estudió Dramaturgia en la RESAD, un Máster en Escritura Creativa en la UCM y un Máster en Filosofía Práctica y Teórica en la UNED. Es profesora
de Literatura y Escritura en la Escuela Internacional del Gesto de Madrid. Y dramaturga e investigadora en la Compañía Txanka Kua (Laboratorio de
nuevos lenguajes tecnológicos) de Málaga, dirigida por Asier Etxaniz. Es miembro del Consejo de Redacción de Primer Acto


Artículos de
Nieves Rodríguez Rodríguez

Staff

Beatriz Velilla

Beatriz Velilla


web: http://buscautores.aat.es/autor/bvl/

https://barloventoteatro.wordpress.com/


Artículos de
Beatriz Velilla

Anastasia
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no tenía grandes expectativas

Anastasia La historia de la princesa Romanov Beatriz Velilla   Confieso que no tenía grandes expectativas cuando llevé a mi niño a ver el musical Anastasia, a pesar de haber…

ANTONIO MAURIZ

ANTONIO MAURIZ

ANTONIO MAURIZ

Email: antmauriz@hotmail.com


ANTONIO MAURIZ

Nacido en 1968 en Ferrol (A Coruña) y residente en la actualidad en Santiago de Compostela, Antonio Mauriz es dramaturgo, director de escena, latinista y traductor (del alemán al castellano).

Doctor en Filología Latina y licenciado en Filología Alemana por la Universidad de Santiago de Compostela, cursó asimismo estudios de Dirección de Escena en la Escuela de teatro Santart (Santiago de Compostela), bajo el magisterio de Theodor Smeu Stermin, director de escena rumano. En coautoría con la dramaturga Guadalupe Pardo Varela, ha escrito y publicado las obras de teatro El cuarto oscuro (Ediciones Kutxa: San Sebastián, 2008), por la que obtuvo el Premio Kutxa Ciudad de San Sebastián 2008, y La pecera (Ediciones de la Junta de Castilla y León: Valladolid, 2010), por la que obtuvo el Premio Fray Luis de León de la Junta de Castilla y León 2010. Obtuvo, asimismo, el tercer premio del II Certamen de nuevos dramaturgos Lanau Escénica 2015 con la pieza El tren de las trece (y trece), publicada por Ñaque (Ciudad Real, 2017) y llevada a escena y estrenada por la compañía Teatro & Teatro. O mundo do espectáculo (Almada, Portugal) bajo la dirección de Manuel Joâo (XXII Mostra de Teatro de Almada, 2018). En 2007 dirigió el montaje de su pieza inédita El mandamiento, estrenada en la Sala Nasa (Santiago de Compostela). De su actividad como latinista cabe destacar, dentro del campo de la literatura latina, su libro La palabra y el silencio en el episodio amoroso de la Eneida (Editorial Peter Lang: Frankfurt, Berlín, Nueva York, Oxford, 2003), así como sus traducciones, del alemán al castellano, de cuatro de los estudios de referencia de uno de los más prestigiosos filólogos clásicos actuales, el profesor alemán Michael von Albrecht (Universidad de Heidelberg): Virgilio (Edit.um: Universidad de Murcia, 2012), Grandes maestros de la prosa latina (Edit.um: Universidad de Murcia, 2013), Ovidio (Edit.um: Universidad de Murcia, 2014), Poetas de la libertad (Edit.um: Universidad de Murcia, 2016).


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ANTONIO MAURIZ

El Maelstrom que nos lleva: la dramaturgia de Thomas Köck
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AND SO YOU SEE Crónicas

AND SO YOU SEE… OUR HONOURABLE BLUE SKY AND…

Naves Matadero

CRÓNICAS DE Naves Matadero

Por Evelyn Viamonte Borges

Parecía un
desierto respirante, un enorme vientre a ritmo suave de respiración inundaba
todo el ciclorama. Entonces, con el Requiem de Mozart de fondo, el enorme
cuerpo de Albert Ibokwe Khosa emergió de su blanco envoltorio en una especie de
rito pagano, de nacimiento desacralizado: una gran masa negra constreñida en
plástico como una crisálida, o una especie de túnica que le llegaba hasta los
tobillos. Fue un inicio apoteósico.

Reconozco que la
personalidad del intérprete me atrapó de inmediato y me deslicé gratamente con
él a través de todas sus metamorfosis. Con un humor ácido pero desenfadado, la pieza
viaja desde lo cotidiano hasta lo simbólico y abstracto del lenguaje en una
suerte de ceremonia africana ancestral que sin embargo se apropia de muchos de
los tópicos de la contemporaneidad. El material audiovisual juega también un
papel importantísimo dentro de la narrativa y está siempre presente; por
momentos magnifica partes del cuerpo del intérprete, por momentos se
crea un diálogo entre el intérprete y la imagen audiovisual.

Necesito señalar
aquí el antecedente de haber sido parte de la conferencia performativa que
ofreciera Robyn Orlin hace un par de días en el mismo espacio de Matadero: One
hour with Robyn
. Durante una hora la
artista sudafricana nos tuvo trabajando con un rollo de papel higiénico en base
a unas pautas que iba dando a partir de un título larguísimo que traía escrito
en otro rollo de papel higiénico, deconstruyéndolo palabra por palabra; así
comenzamos a crear cosas insospechadas, locas, juguetonas, inconexas, sin
finalidad alguna. Al finalizar la hora dijo Robyn: “ahora empezaríamos a
trabajar en la pieza”.

Trato de imaginar
entonces el proceso de As so you see…, desde la deconstrucción del larguísimo título hasta el
resultado final y sin saber a ciencia cierta nada me doy cuenta del valor del
juego del que siempre se ha hablado en el trabajo teatral, pero que ahora, bajo
esta nueva luz, la luz del pensamiento abierto y desenfadado de Robyn diría yo,
percibo como más intenso y necesario. Veo en As so you see… una profundidad que me arrastra desde lo más superficialmente
cotidiano y juguetón, hasta lo más sólido y tremendo, y el intérprete me hace
viajar de una a otra sin solución de continuidad. Es un juego muy serio este
que canta un requiem al mundo de hoy, sin ápice de autocompasión, más bien
mirando como miran las personas que no temen a su propia destrucción pero que
están dispuestas a todo por permanecer.

Y en la imagen
final de un niño soldado con alas de mariposa proyectada sobre el cuerpo
pintado de azul de Albert Ibokwe veo la esperanza del guerrero de un futuro de
paz. El enorme cuerpo azul se va cantando como en un suspiro mientras la imagen
del niño soldado con alas de mariposa se va deformando en el ciclorama,
perdiéndose en su propia luz, hacia la oscuridad, despareciendo los dos.

.

Imagen : R Orlin (c) Jérome Séron

  • OUR HONOURABLE BLUE SKY
    R Orlin (c) Jérome Séron
  • AND SO YOU SEE
    R Orlin (c) Jérome Séron
Crónicas

Laberinto, de NATALIA Fernandes

Laberinto, de Natalia Fernandes

CRÓNICAS DE Sala Cuarta Pared

Por Evelyn Viamonte Borges

Fui a ver Laberinto de Natalia Fernandes dentro del ciclo MoverMadrid que organiza La Cuarta Pared de enero a junio. Como espectadora la danza que pondera el cuerpo virtuoso hace tiempo dejó de interesarme, ahora busco algo mucho más raro y difícil, no busco cuerpos que sepan moverse, sino cuerpos que me muevan. Así que cuando terminamos aquel viaje a través del laberinto que nos propuso Natalia, mientras ocurría el encuentro con el público, aprecié también la inquietud de donde le nacía esta pieza y la manera en que ha tocado a los cuerpos de otros bailarines llevándolos hacia esa inquietud o cúmulo de inquietudes originales.

Hay en Laberinto esa inusitada belleza que ilumina los cuerpos imbuidos en una extraña ineficacia, en la imposibilidad de llevar a cabo una acción, un gesto, como si se vieran forzados a seguir rutas indirectas, como cuerpos pertinaces, obcecados en conseguir lo inalcanzable.

Primero fue el cuerpo, dice Natalia, siempre esa realidad de la cual no podemos desprendernos, que no se contempla desde ningún punto de vista sino que se participa de ella. Así que primero es el cuerpo, pero luego el espacio, en ese descubrir la danza, la necesidad del movimiento y el descubrirlo también en otros cuerpos en el espacio. El movimiento nace entonces como fracturado y fluido al mismo tiempo, como si siguiera una dirección que en un determinado momento se tuerce por la decisión de tomar otra nueva dirección. Entramos así en ese laberinto que nos propone la pieza, que vemos desenvolverse ante nosotros desde el cuerpo hasta el espacio hasta tocarnos el pensamiento.

Viene a mi memoria sin querer aquel ejercicio de Hijikata Tatsumi en el que pedía poner la atención en un punto en el cuerpo y una dirección en el espacio; luego ese mismo ejercicio derivando hacia un cuerpo que duda constantemente, al que no le convence ninguna dirección porque todas son erróneas, con lo cual el cuerpo entra en una dinámica de direcciones inapropiadas que son abandonadas en pos de otras que también se abandonan. Es como construir un especie de laberinto, ahora que lo pienso. Tomar una decisión significa abandonar todo lo demás.

El texto también tiene una presencia importante en esta pieza; el texto que también ha venido a escena invitado por la necesidad, nos confiesa Natalia, que deriva de las varias etapas que ha tenido el proceso, una residencia aquí, un encuentro allá, idas y venidas de intérpretes…

Laberinto termina con una especie de cuestionario que va tomando tono de interrogatorio hasta que el cuerpo y la voz de Natalia arriban por fin al agotamiento. Entonces hay silencio, nos miran a los ojos, desde sus cuerpos a los nuestros, los torsos desnudos, en un silencio tan largo que se me hace interminable. Silencio, centralidad vacía, cierre formidable para este laberinto.

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Imagen : Jota Garcia
Derechos de autor:@jotagarciaphotography

Imagen : Jota Garcia
Derechos de autor:@jotagarciaphotography

revista de teatro español
ABEL GONZÁLEZ MELO Crónicas

FUERA DEL JUEGO de DAGOBERTO RODRÍGUEZ Y ABEL GONZÁLEZ…

FUERA DEL JUEGO de DAGOBERTO RODRÍGUEZ Y ABEL GONZÁLEZ MELO

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Por Evelyn Viamonte Borges

El “caso Padilla” significó un antes y un
después en el largo y doloroso camino de la censura a los artistas e
intelectuales que el gobierno de Cuba ejerce desde 1959. Baste recordar la
auto-inculpación pública que protagonizó el poeta Heberto Padilla justo después
de ser liberado el 27 de abril de 1971 y que significó el punto de arranque a
las políticas culturales que se adoptaron en la isla y el recrudecimiento de la
represión ideológica al mundo de la cultura. Cuando conversaba con mis amigos
en Cuba sobre todas las farsas montadas por el gobierno para desacreditar a los
opositores en sus versiones oficiales, solía pensar que con la muerte del
dictador habría que re-escribir la historia de Cuba del último siglo. El
dictador ha muerto pero las cosas en Cuba parece que no cambian demasiado en
este aspecto.

Fuera del juego es
el resultado de una investigación que recupera una página importante de esta
historia: la triste historia de la censura en Cuba. Con el concepto artístico y
la producción del artista cubano Dagoberto Rodríguez, y el texto y la puesta en
escena del también cubano Abel González Melo, Fuera del juego se nos presenta sencilla e íntima, una suerte de “ficción
documental” según las palabras de Abel al programa de mano; un texto rico, una
concepción de puesta en escena muy cuidada y unas actuaciones sin fisuras hacen
de esta obra una delicia para el espectador a pesar de su temática tan
tremenda.

Fui a ver su primera función en el estudio
del artista Dagoberto Rodríguez; una pequeña salita al fondo nos acogió con las
Fuerzas Armadas cubanas desfilando por una enorme pantalla e imágenes de
archivo de la época “soviética” en Cuba. Recordé entonces el furor que se
respiraba en aquellos tiempos de mi infancia y el estrepitoso fracaso que
sobrevino después. Luego me atraparon los actores y no me abandonaron más:
Yadier Fernández, Ginette Gala y Rey Montesinos, encarnan los tres personajes
alrededor de los que gira esta historia: el poeta, su esposa y compañera, y su
censor, ese “compañero que lo atiende”; tres excelentes interpretaciones para
una puesta dinámica y sobria, cercana y profunda, en la que asistimos al
proceso inquisitorial, a los juegos hipócritas y mentirosos del poder y a la
fractura de un ser que nunca más se logró recomponer.

Reconozco que esta breve crónica llega
también con cierto desfase, como si a destiempo viniera a su vez a reivindicar.
Pero la suerte aciaga me ha dejado sin ordenador muchos días y sólo ahora
consigo recobrar el gustoso aroma de aquella noche para escribir estas líneas.
Esta obra vendrá a nuestros teatros de Madrid, estad atentos, porque es preciso
recuperar la memoria de la isla, entender su presente.

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felicidad Crónicas

CATÁSTROFE

CATÁSTROFE

CRÓNICAS DE Sala Cuarta Pared

Por MJ Cortés Robles

“Este texto es propiedad de sus
intérpretes y solo ellos lo pueden representar.”

En los tiempos que corren, es
ponerse en riesgo, el hecho de esgrimir una declaración semejante. Pero el
riesgo, que puede asustarnos y provocarnos rechazo, también tiene su efecto
llamada; la posibilidad de que algo no vaya bien nos atrae como un imán. Si la
vida no estuviera poblada de accidentes múltiples de distinta envergadura, ya
no sería vida. Podemos imaginar el concepto de “felicidad” en contraste con su
contrario y, por otra parte, cada concepto abstracto pretende ser el reflejo
fidedigno de una realidad concreta. La verdadera incertidumbre estriba en qué
podemos considerar real y qué no, en hasta qué punto no somos entes atravesados
por la ficción, imposibles de desligarnos de nuestro vicio creativo;  dispersos, a la hora de concretar la supuesta
realidad; torpes, en el instante preciso de captarla, o a la hora de
transmitirla a través del recurso del lenguaje. Al igual que estos intérpretes
de la representación -unidos a un texto plagado de vivencias personales,
individuales y colectivas, sin opción posible de ser sustituidos en las
funciones- somos los responsables absolutos de nuestra propia existencia, de
nuestra vida. La declaración de intenciones que encabeza este artículo supone,
al fin y al cabo, un reconocimiento de la naturaleza exclusiva de cada ser
humano, de su individualidad, de su valor intrínseco; pero también pone de
relevancia nuestra soledad constitutiva y nuestras carencias.

Pese a que la dramaturgia ha
corrido a cargo de Antonio Rojano, parece ser que el texto en sí se ha ido
generando a través de un proceso de investigación en acción, en un laboratorio
actoral y dramático con sede en la sala Cuarta Pared. Tanto el director (Íñigo
Rodríguez-Claro) como el elenco al completo (Ion Iraizoz, Mikele Urroz, Irene
Ruiz y José Juan Rodríguez), han indagado sobre lo que quiera que pueda
significar la palabra “catástrofe”, sobre las realidades múltiples que podrían
acogerse al abrigo de este concepto, sobre la forma de representarlas frente a
un público. Las herramientas que ha utilizado Rojano para intentar dar forma a
la dramaturgia, tienen que ver con la mezcla de géneros y de lenguajes, con la
ruptura de normativas y con la tendencia al juego. Dado que pretende ser espejo
fidedigno de la experiencia, tampoco esta estructura dramática es estable,
siendo sensible a las grandes perturbaciones y tolerando las pequeñas. El
manipular de este modo arriesgado lo que se pretende comunicar tan solo implica
una condición última, que lo manipulado sea reconocible, tras el final del
proceso; es decir, que logremos identificarnos con ello e interesarnos, como así
fue durante la representación, tras la eficaz y versátil dirección de
Rodríguez-Claro. Podemos deducir, por tanto, que dicho proceso ha supuesto una
fuente de conocimiento.

En cuanto a los lenguajes
utilizados podemos mencionar el audiovisual o cinematográfico, el pictórico, el
teatro de narración, el de teatro-danza, el teatro de objetos, y algunos otros
marcos estéticos más, difíciles de clasificar. (Es cierto que a la hora de
informar es importante nombrar, pero la intención de mis crónicas es más bien
la de comunicar mi experiencia como espectadora, la de despertar el interés del
lector y movilizarle así a presenciar el espectáculo en cuestión o a
replantearse sus conclusiones sobre el mismo, la de hacerle pensar o
reflexionar un poco más allá. Por eso no me preocupa demasiado acertar con esa
clasificación impuesta por la crítica en la que hay que encasillar “sí o sí”
cada espectáculo, prefiero exponer mi opinión sin tener esto en cuenta en
exceso -lo advierto, porque es muy posible que hierre en la nomenclatura al uso
y abuso, o que me falten menciones significativas. Ni la más mínima
preocupación al respecto. Dicho esto, continúo-).

Intentar modelar la
discontinuidad es casi un imposible, porque nos topamos con lo abstracto. Lo
que me ha quedado claro de la exposición teórico-artística de Rojano y compañía,
es que no venían a referirse exclusivamente a las tragedias, con esto de las
catástrofes, sino también a otros cambios bruscos que generan situaciones
nuevas, transformando así un sistema que ha permanecido estable y equilibrado
hasta ese momento, con una cierta tendencia de continuidad que, tras esta
circunstancia, varía. La naturaleza es imprevisible, inexacta, al igual que el
mundo. Sin embargo, el caos, pese a no ser lineal, no puede ir más allá de
ciertos límites. Esta consideración deviene en el ansia de conocimiento y el
afán de indagación, y toda indagación supone un proceso. Siempre me han
interesado sobremanera los procesos, ya sean artísticos, artesanales,
intelectuales o de cualquier otra índole. Tiene pleno sentido asistir a un
proceso como espectadora, presenciar un proceso desde la perspectiva engañosa
de lo espectacular -ya que si estamos, también participamos; somos puro proceso
a lo largo de nuestra vida; nos transformamos, cuando estamos muertos-. Todo lo
material es transformación continua. La obra de Rojano parece la invitación a consumir
en vivo y en directo un fragmento acotado de dicha transformación. A modo de
ejemplo, resulta muy gráfico mencionar los bellísimos momentos de emulación de
fragmentos de “El Jardín de las Delicias”, de El Bosco, que cobraban vida ante
nuestro asombro y nuestro disfrute, de forma mágica. ¡Qué maravilla! Desde aquí
podemos entroncar con toda la tradición teatral que viene de Calderón, sobre la
percepción de que la vida es sueño, pero también con la de nuestros ancestros,
con la de aquellos quienes ya dibujaban bisontes, antes del abecedario, los
mismos que danzaban y cantaban alrededor de una hoguera.

Ficción dentro de la ficción. La
estructura de la obra es multidimensional. Su temática,  también múltiple: el acontecimiento situado en
el tiempo y nuestra relación con él, nuestra propia existencia como acontecer y
su influencia en el mundo, lo interno y lo externo, el inconsciente y lo
consciente, la maternidad, el apego, el deseo, el miedo; el desastre como
regulador de nuestro comportamiento inadecuado, siendo única especie
responsable; la capacidad de sufrimiento como característica que nos hace
humanos, sensibles al dolor ajeno… La tragedia estaba presente, la hecatombe
rescatada de un noticiario no tan lejano. Como contrapunto, el sentido del
humor fue consecuencia lógica, en esta propuesta artística tan interesante y
lúdica, en este proceso abierto al público, en esta sobreexposición a los rayos
abrasadores de una realidad cegadora, la misma que nos mantiene trastornados
día tras día, a unos más y a otros menos, según el grado de resistencia que se
oponga.

Tengo que resaltar la calidad de
los intérpretes, que lo mismo se disolvían en movimientos sutiles para
otorgarle vida a un cuadro -en principio estático; pero tridimensional, de
carne y hueso-; que narraban historias, manipulando universos mínimos
conformados por objetos o figuras que se proyectaban en una pantalla gigante
-la magia siempre presente, y la transformación-. Cada anécdota se acercaba a
la orilla, nos llamaba y lograba interesarnos. Se iba tejiendo de este modo una
red asombrosa en la que fuimos apresados, para ser lanzados después a la
marejada de nuestras dudas existenciales, deseándonos fortuna, tras la
finalización del espectáculo.

Por todas estas razones y otras más, esta obra es firme candidata a los Premios Max 2019 como Mejor Espectáculo Revelación. Se haga realidad y sea enhorabuena.

.

Autor: ANTONIO ROJANO
Director: ÍÑIGO RODRÍGUEZ-CLARO
Producción: LA_CAJA
FLOTANTE

Reparto: Ion Iraizoz, Mikele Urroz, Irene Ruiz y José Juan Rodríguez
Espacio sonoro: Jose Pablo Polo
Espacio escénico y vestuario: Paola De Diego
Diseño de iluminación: Pablo Seoane
Audiovisual y diseño de cartel: La dalia negra
Ayudantes de dirección: Javier L. Patiño y
Carlos Pulpón
Comunicación: Cristina Anta
​
Colaboran – Gobierno de Navarra, Exlímite y Espacio Guindalera

foto: Sala Cuarta Pared
  • reflejo fidedigno

Matarile Teatro Crónicas

LOS LIMONES, LA NIEVE Y TODO LO DEMÁS

LOS LIMONES, LA NIEVE Y TODO LO DEMÁS

CRÓNICAS DE Matarile Teatro

Por Lola Correa

Las obras, tanto escénicas como literarias,
deberían cuidar siempre el comienzo y el final. Un buen inicio engancha al
espectador y un buen final lo deja con ganas. Por supuesto que lo que queda en
medio también es importante, pero esto ya lo dijo Aristóteles en su Poética.
Matarile Teatro –compañía  de la que a
estas alturas no debería tener que hacer las presentaciones- siempre cuida
mucho esto. En su último trabajo –Los limones,
la nieve y todo lo demás
– hay una entrada tan imprevista y arrogante como
sencilla. Sobre y bajo la música de Eurythmicsy su “Sweet Dreams” irrumpen en escena dos bestias escénicas, Ana
Vallés y Mónica García. Si bien es cierto que el apoyo de una canción conocida
(y maravillosa) ayuda mucho a caldear el ambiente, más allá de la imagen por la
imagen y la estética por la estética, también la presencia física aporta, en un
espacio enorme, blanco y sin demasiadas posibilidades para ocultarse, pues en
esas circunstancias, o dominas muy bien el concepto -cuerpo en el espacio y
espacio en el cuerpo- o se te verá el plumero antes de que Annie Lenox susurre
la última nota.

MÓNICA GARCÍA Y ANA VALLÉS

La incerteza, la búsqueda y el planteamiento
continuado de atravesarse la una a la otra subrayan este trabajo a dúo en el
que descubrimos, una vez más, la calidad corporal de Mónica y la no menos
versatilidad física de Ana. Ambas conjugan el verbo danzar de manera que sus
cuerpos transmiten la fuerza y la fragilidad a partes iguales.

El resultado de este trabajo es una carrera lenta
y precisa hacia la arrogancia escénica. Ana suele hacer esto muy bien: plantea
conceptos profundos de manera cordial y juega con danza y pensamientos sesudos
que todo el mundo decodifica perfectamente, de ahí que llenen los teatros -por
lo menos en Vigo así lo hacen- de un público que las idolatra.

Por otro lado, hay que resaltar que atreverse con
el amarillo en escena supone dejar de lado antiguas manías teatreras y apostar
por un lenguaje exento de actitudes conformistas. Los limones dan la sustancia
viva a la mortalidad del raposo en vías de extinción, en un espacio que se
llena de alturas precisas a las que subirse huyendo de la realidad. La nieve,
en vez de desangelar, ayuda a crear un tempo valsístico que choca con la potencia que retumba en el suelo al
que cae.

La voz de Ana, sutil y humorística, descubre en
medio del desierto blanco, la humanidad que el teatro aún debe mantener, porque
la palabra sigue siendo un bien común.

No hay que olvidarse de uno de los grandes valores
siempre en alza de Matarile: su diseño de luces, otro personaje vivo y
presente, que no prepotente, porque deja hacer a las artistas con cuidado y con
mimo extremos. Enhorabuena a Patiño una vez más.

Matarile no juega a hacer, sino que hace. Matarile
no apuesta por un teatro del “todo vale” pues detrás de ese material escénico
siempre se esconde la sinuosa sombra del meta-teatro, del qué, del por qué y
del cómo.

Porque el teatro, sea moderno o antiguo, clásico o
contemporáneo, no debe dejar nunca de ser lo que es: el lugar y la hora de la
verdad.

fin

Creación e interpretación: MÓNICA GARCÍA Y ANA VALLÉS
Asistencia técnica: RICARDO SANTANA
Iluminación, Espacio y Sonido en tiempo real: BALTASAR PATIÑO.

foto: Edición Rusa
Sala Hormigón Crónicas

PERRO CALLEJERO: LA INVISIBILIDAD DE LA DIFERENCIA

PERRO CALLEJERO
La invisibilidad de la
diferencia

La palabra exilio es una palabra antigua; el sentido etimológico original del vocablo latino era saltar hacia afuera, formado por el verbo saltar precedido por el prefijo ex-, fuera. Saltar-hacia-fuera: el viaje del que se exilia es un salto al vacío.

Cuando entramos a la Sala Hormigón de Naves
Matadero para ver la video-instalación Perro callejero
del artista chino Yu Depeng, nos recibe una gran pantalla con un plano fijo que
se repite en bucle: una edificación semiderruida o en construcción, no se puede
precisar con exactitud, en la que dos masas de humo, una rosa y otra
blanca-grisácea, se mueven con lentitud desde dos agujeros de ventanas. Por la
sala se han dispuesto varios pequeños monitores sobre un césped muy verde, como
islas que no consiguen enraizar en tierra extraña. Después de escuchar la
presentación que nos hace el artista con la ayuda de la directora de producción
de esta pieza Susana Sanz quien nos ha servido de intérprete, me siento largo
rato frente a cada uno de los monitores, me dejo tocar por los sonidos que
salen de los auriculares, muy pocos, me quedo pegada a esos planos largos,
lentos, hondos, me dejo envolver por la atmósfera de toda la pieza y un
sentimiento de aislamiento y soledad me lleva a recordar mis primeros tiempos
en Madrid, las lecturas que me acompañaron. Ya el cartel, con ese árbol dentro
de cuyo tronco horadado respira fatigosamente el perro de Yu Depeng, como esa
necesidad de buscar o estar cerca de los orígenes, me evocaba algunas de las
performances de la artista cubana Ana Mendieta, también ella exiliada. Porque
no es muy diferente la experiencia sea cual sea el lugar de procedencia.

Salir del lugar donde se ha nacido para
instalarse en una cultura diferente, implica 
en muchos casos una ruptura que provoca angustia, soledad, desamparo.
Hay una palabra portuguesa que describe muy bien esta sensación: saudade. No hay palabra en castellano que transmita
de manera tan certera tal afectación.

Esta nostalgia es el triste privilegio de
los países pobres o que padecen cualquier tipo de dictadura. La posibilidad de
un regreso al país natal tras una larga ausencia durante la que se ha
construido todo un nuevo mundo afectivo y cultural es un dilema doloroso y
difícil. Sin apenas darnos cuenta nos convertimos en extrañas islas habitadas
por nuevos códigos identitarios, que se vuelven imprescindibles para aquel que
ha nacido por segunda vez en un espacio diferente. Regresar ya no se contempla
pues como una opción o como la posibilidad de “pertenecer” a alguna parte, el
que partió ya no es el mismo ni igual sería su mirada sobre la “tierra
recobrada”.

Es inevitable experimentar una fuerte
sensación de soledad y desarraigo frente a esta pieza; quien no vive enraizado
en su cultura, muy a su pesar, y con el tiempo, deja de pertenecer a ella, lo
cual no implica que pase a formar parte de aquella otra que le ha dado
“cobijo”. Y es en ese limbo donde habitan los apátridas y los exiliados.

Perro callejero es una pieza creada en residencia en Naves Matadero, y es el
resultado de la investigación del artista en torno a la población china
residente en Usera con su foco puesto en aquellos nacidos de las primeras familias
chinas que llegaron a España en los 80 y los 90 y crecieron en la ciudad de
Madrid, un grupo social alejado de sus raíces, que no conoce China, que habita
ese espacio vago e incierto entre las dos culturas; pudo haber escogido
desarrollar un relato expositivo de corte más documental mostrando el material
recolectado en las entrevistas y la investigación, sin embargo prefirió una
reflexión más íntima y por tanto más inquietante. Con poquísimos planos y
escasos sonidos Yu Depeng nos mete debajo de la piel del exiliado encarnado en
un personaje que se pasea con una extravagante máscara rosa, ese “perro
callejero” anacrónico y diferente, pero al mismo tiempo prácticamente,
extrañamente invisible.

fin
Por Evelyn Viamonte Borges
El Método Negro de Javier Martín Crónicas

El Método Negro de Javier Martín

CRÓNICA de Centro Cultural Conde Duque

El Método Negro de Javier Martín

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Conocí a Javier Martín hace algunos años a través de Facebook. Me parecían sumamente interesantes sus post en los que texto e imagen seguían rutas semánticas diferentes y aún contradictorias despertando en mi la posibilidad de un tercer sentido o sucesivos, abriendo brechas. Me interesan las brechas y las fisuras que permiten atisbar. Había allí algo caótico y anárquico que estimulaba mi propio pensamiento sobre el arte escénico, sobre el cuerpo; así que me apunté a un taller que impartía en Madrid cuyo título me auguraba algo en común con mi propia praxis e investigación artística. Nunca unas notas en mi cuaderno han sido tan dispersas y dispares como las que conservo de aquel encuentro. Intento ahora pensar el trabajo de Javier desde la experiencia de lo vivido el pasado jueves en Conde Duque durante el estreno de Método Negro.

¿Cómo es la experiencia de ver una pieza de danza que no está concebida para ser vista sino para ser sentida? Preguntaba Javier durante el encuentro con el público al finalizar la función. En este mundo que padece la hegemonía del lenguaje visual y la imagen se ha convertido en una nueva forma de escritura, la simple formulación de la pregunta constituye un acto de rebeldía feroz y un posicionamiento político que reivindica el arte fuera del uso capitalista, utilitario o mercantilista. Las inquietudes coreutas de Javier Martín colindan con aquello que ocurre “un poco más allá de los límites de la razón”-ha dicho, donde se tiene aprecio por la ausencia de los “por qué” o por lo menos se tiende a su aplazamiento, por el movimiento que se genera desde la actualidad material del cuerpo. Como creador e investigador se deja permear por muchas tradiciones del cuerpo que le permitan ir descubriendo nuevos lenguajes y motivos y hay una cercanía evidente también al trabajo corporal de la danza butoh y el body weather.

Pero es el tiempo el eje sobre el que gira esta pieza, el viejo Cronos devorando a sus hijos, el tiempo que rompe el tiempo. Inquietante y sugerente el momento en el que danza entre las sombras gigantes de los pequeños maniquíes articulados. La forma que sale de su forma y se confunde con el objeto permitiendo nuevas combinatorias. Y también el silencio, la ausencia. Área interna o centralidad vacía desde donde se articula la danza.
Desde el punto de vista de los procesos y la investigación que gesta esta pieza, Método negro puede entenderse como una manera de afrontar los procesos artísticos, creativos y dancísticos, una manera de entender el cuerpo y su relación/conexión con el espacio y el tiempo.

En escena se generan volúmenes, distonías, superposiciones, no hay sentido sino pulsiones. El discurso corporal de Javier Martín va de texturas antes que de estructuras, es un pensamiento de lo múltiple manifestándose en tensiones e intensidades, despertando resonancias plurales que potencian lo impersonal, cuerpo impredecible, fragmentario. El cuerpo se vuelve así escritura en su inmanencia, acercándose a la multiplicidad de lo inorgánico, excediendo la representación, la significancia y toda forma de referencialidad para adentrarse en una dramática nómada de lo sensible, conducto por el cual genera movimiento en el espectador y espacios disfrutables, pertubadores, inciertos.

El Método Negro de Javier Martín
caótico y anárquico
Javier Martín

Crónicas

Por Evelyn Viamonte Borges

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Sara Roca

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