La dramaturgia de la mantequilla

La dramaturgia de la mantequilla. El insólito caso de Ferdinand Schmalz

Ensayo

Por Antonio Mauriz

Los autores austríacos, aunque a veces confundidos entre los alemanes, han figurado siempre entre los más prominentes dentro del ámbito de la dramaturgia en lengua alemana. Baste recordar a los ya clásicos Johann Nestroy, Karl Kraus, Hugo von Hofmannsthal, Thomas Bernhard, Werner Schwab, Peter Handke y Elfriede Jelinek. Si dirigimos nuestra atención a la literatura dramática más reciente en lengua alemana, comprobaremos que las innovaciones dramatúrgicas proceden, en buena parte, de jóvenes autores de origen austríaco, como, entre otros, Ewald Palmetshofer (a quien hemos dedicado un artículo, titulado La invención del lenguaje, en el número anterior de Actuantes), Thomas Köck y Ferdinand Schmalz, de quien hablaremos en esta ocasión.

Ferdinand Schmalz (1985, Graz – Austria) viene pisando fuerte desde hace cinco o seis años solamente. Su primera obra lleva por título el ejemplo de la mantequilla, un debut realmente singular por el cual recibió el Premio Retzhof de Dramaturgia 2013 y fue elegido en 2014, por la revista Theater heute, dramaturgo joven del año. En 2015 publicó carne en lata. A esta obra seguirían, en 2016, el devoracorazones y la resistencia termal. En 2018 vio la luz cada cual (muere), adaptación de la pieza clásica Cada cual de su compatriota Hofmannsthal, por la cual recibió el Premio Ludwig-Mühlheims de Teatro y el Premio Nestroy de Teatro y que, además, fue elegida por Theater heute como la tercera mejor obra estrenada durante la temporada 2017-18 (tras El camino real, de Jelinek, y Antes del amanecer, de Palmetshofer). Su última obra, el señor del templo acaba de ser estrenada en el Deutsches Theater de Berlín el pasado mes de marzo. Aparte de los reconocimientos teatrales, Schmalz recibió, en 2017, el prestigiosísimo Premio Ingeborg Bachmann por su texto (no dramático) mi animal favorito se llama invierno.

La dramaturgia de la mantequilla
©Amrei-Marie Ferdinand Schmalz ganador del Festival de Literatura en Lengua Alemana Premio Bachmann 2017

el ejemplo de la mantequilla es un texto sorprendente, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de una obra primeriza. Sorprendente por dos motivos: por su insólita originalidad y por la eficacia de una propuesta que, de tan original, de tan insólita, más bien parecería correr, a primera vista, verdadero riesgo de resultar estrambótica y descabellada. El edificio dramatúrgico de esta pieza se asienta sobre un cimiento tan poco firme (tan poco teatral) como la mantequilla (por mucho eco que de ella se haya hecho la imaginación colectiva desde El último tango en París. Aquí, sin embargo, nos hallamos en un universo completamente distinto al de Bertolucci). La mantequilla, como si hiciera honor a su naturaleza, permea, invade, «embadurna» todos los aspectos de la dramaturgia, más o menos directamente: la anécdota de la que se parte, la acción, los diferentes temas, los espacios, la caracterización de los personajes, el nombre del protagonista (adi, el «alimentador»), su ideal revolucionario, la imaginería metafórica (metáforas «grasas», una y otra vez relativas a la mantequilla y a la leche), el título de la obra… (De la importancia de la mantequilla da fe incluso el nombre del autor: su nombre verdadero es Matthias Schweiger, relegado en favor del seudónimo o nombre artístico Ferdinand Schmalz. Schmalz en alemán significa «manteca»).

La anécdota inicial no puede ser más chocante: adi, un trabajador de una lechería, se dedica a dar de comer yogur a los viajeros del tren que recorre el valle. Él mismo, con una cuchara, pone en la boca de los viajeros porciones de yogures que ha recibido de su empresa como muestras repartidas gratuitamente entre los trabajadores. Este hecho trivial y absurdo recibe un tratamiento propio de una acción revolucionaria: ofrecer gratuitamente el producto a quienes son sus potenciales compradores (tratando de sabotear así el beneficio económico de la empresa) supone, según la visión del propio protagonista, un primer paso en la creación de una nueva sociedad y, en opinión de los personajes antagonistas, una transgresión del orden establecido. A partir de un yogur se llega al debate sobre la rebeldía y el sistema, la libertad y el orden social, el futuro de una nueva sociedad y el anquilosamiento de la presente, centrada en el lucro. A partir de aquí, la acción se ve por completo dominada por el concepto de la mantequilla. karina, trabajadora en la misma lechería, se enamora de adi y del ideal por el que lucha. La escena de amor que entre ambos tiene lugar en el taller de producción de mantequilla es espléndida: el amor surge al mecánico compás con que la máquina produce la mantequilla, a la vez que adi le explica a karina su funcionamiento (cómo separa la nata de la leche, cómo la bate y cuaja, cómo la prensa y empaqueta), comparado, por otra parte, con el proceso por el cual, en una película, se van sucediendo, una a una, las escenas (subrayándose así el componente romántico de la relación amorosa). adi le confiesa a karina su deseo de provocar lo que muy bien se podría llamar la «revolución de la mantequilla»: interferir en el robótico mecanismo de producción al punto de conseguir que la mantequilla se salga de los tanques que la contienen, se desborde y lo cubra todo. Unidos por un juramento de mantequilla («Por toda la mantequilla juro que…», dice karina), adi le revela a su amada que cada día roba medio quilo de mantequilla y que lo va guardando y acumulando en un lugar frío con la intención de erigir en el futuro, como un monumento (a la libertad), como germen de una nueva sociedad, un puño de mantequilla, del tamaño de un hombre, en una plaza de aparcamiento. hans, el antagonista principal, es el representante del Estado y el encargado de defender el orden: «soy la máquina que da forma a las existencias de mantequilla de este mundo» (dice de sí mismo, asimilando así la mantequilla a la vida humana: esta, como la mantequilla, debe ser sometida a un proceso de mecánica regulación. La mantequilla da pie a la reflexión existencial, social e incluso filosófica). Para ello, como el Estado no le permite el uso arbitrario del poder y la violencia, se ha construido lo que él llama el «sótano del hobby», un espacio siniestro en donde tortura (este es su «hobby») a quienes se desvían de la norma general con la intención de ahormarlos al sistema (cuando no de acabar con ellos). También los avatares posteriores, así como el desenlace están marcados por la mantequilla (el asesinato de karina a manos de hans y el lanzamiento de su cadáver al tanque de la mantequilla; o el sueño final de adi de que la mantequilla se desborde y anegue toda la ciudad, sumergiendo a sus ciudadanos, para así dar lugar, a la mañana siguiente, una vez derretida la mantequilla, a una nueva sociedad).

Ferdinand Schmalz
© Don manfredo | El escritor Ferdinand Schmalz durante un Entrevistas en Erlanger Poetenfest 2017

El asunto de la alimentación aparece también (aunque con tono más macabro) en sus dos siguientes obras, carne en lata y el devoracorazones, que forman, pues, en compañía de el ejemplo de la mantequilla, una trilogía desde el punto de vista temático. En carne en lata (cuyo argumento se podría resumir en que cuatro extraños personajes se reúnen en el área de descanso de una autopista, junto a la conocida como curva de la muerte, en relación, de un modo u otro, con los accidentes que allí tienen lugar) los seres humanos son vistos como conductores de vehículos que, según la estadística, pronto habrán de tener un accidente, son «carne en lata», como indica el título. En el devoracorazones un asesino se dedica a arrancarle el corazón a las mujeres y a devorarlo.

De la misma manera que en el ejemplo de la mantequilla el elemento de la mantequilla determina todos los aspectos de la dramaturgia, en carne en lata el elemento rector son los accidentes de tráfico, un fenómeno que a priori tampoco parece el más idóneo para ello y que, sin embargo, acaba, igualmente, funcionando de manera muy efectiva. Por ejemplo, desde el punto de vista de la reflexión filosófica o existencial: el accidente aparece contemplado, en parte, como un hecho inesperado que produce cambios en la vida de los personajes, incluso positivos (se entrevé un cierto fetichismo respecto de los accidentes que recuerda a Cronenberg y su película Crash). En la resistencia termal el elemento vertebrador es un balneario (y sus aguas y tratamientos termales): hannes, uno de los socorristas, es un nuevo héroe revolucionario (como adi, en el ejemplo de la mantequilla); ante la próxima venta del balneario a una empresa que pretende convertirlo en un espacio lujoso y exclusivo, solo accesible a los más ricos, hannes cierra la instalación y se atrinchera en ella, como un resistente, dispuesto a convertir el balneario en un espacio público, abierto a todo el mundo, origen de una nueva sociedad. La «revolución de la mantequilla» reaparece aquí como «revolución termal». Se trata de una crítica a la cultura individualista de la comodidad y el bienestar corporal, carente de toda base espiritual y de todo espíritu comunitario, y que apunta, en último término, al neoliberalismo. el señor del templo nos presenta a otro héroe más (heinar), pero ya no en el momento tumultuoso de la revolución (como la inundación de la mantequilla o de las aguas termales), sino en la fase más avanzada de la construcción de la utopía: heinar, como un nuevo Dédalo (el mítico arquitecto del laberinto), se ha retirado, en compañía de su mujer petra, a un lugar apartado de la naturaleza, a un bosque, para allí, en un calvero, levantar, con sus propias manos, un templo griego, comienzo y símbolo de una nueva sociedad. Se trata de una empresa que recuerda, salvando las distancias entre la voluntad social y la megalomanía individual, al descabellado proyecto de Fitzcarraldo (protagonista de la película homónima de Werner Herzog, interpretado por Klaus Kinski), consistente en levantar un teatro de ópera en plena selva amazónica. La reflexión existencial sale de nuevo a la luz en el devoracorazones, particularmente impactante cuando se halla puesta en boca del asesino, quien elabora una teoría acerca del amor vinculada a su actividad homicida de arrancar el corazón, uniendo así, en radical mezcla, lo sublime y lo horrible.

Pero la originalidad de Schmalz no se limita al tratamiento de los temas y de la acción, sino que abarca también otros aspectos como la elección de espacios poco convencionales, el humor grotesco (incluso macabro), resultante de tratar asuntos realmente serios a través de elementos triviales (como la mantequilla), o el lenguaje. Respecto de los espacios, podríamos enumerar, entre otros, los siguientes: el taller de producción de una lechería el ejemplo de la mantequilla, un balneario y su piscina la resistencia termal, un parque industrial, construido sobre un pantano y en el que se ha alzado un centro comercial que, antes de su inauguración, ya presenta grietas el devoracorazones, un calvero del bosque el señor del templo, la cabina de conducción de un camión en marcha o el área de descanso de una autopista, uno de esos «no lugares» -por emplear el término acuñado por el antropólogo Marc Augé- tan propios de la sociedad contemporánea, un espacio de tránsito en el que las personas, por estar de paso, no establecen relaciones que contribuyan a la identidad personal carne en lata. El lenguaje es uno de los grandes logros de Schmalz: rítmico, muy poderoso y expresivo, alcanza en no pocas ocasiones un alto grado de experimentalismo, rayano con Palmetshofer. Su fuerza metafórica y sus imágenes son extraordinarias, por ejemplo, una de las que encabeza carne en lata: un camión vuelca en la autopista, las latas de conserva que transporta salen despedidas, caen al asfalto y allí son arrolladas por otros vehículos que les pasan por encima; al reventar, de ellas se alza, en medio de la noche, una niebla de carne, un vapor de carne.

Por desgracia, la obra de Ferdinand Schmalz, hasta donde conocemos, todavía no ha tenido difusión en nuestro país. Ninguno de sus textos parece haber sido, hasta el momento, ni traducido a alguna de nuestras lenguas, ni llevado a nuestras tablas. Es un autor relevante, que merece atención.

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