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Un cadáver exquisito Compañía Guindalera foto de Susana Martín Crónicas

UN CADÁVER EXQUISITO

CRÓNICA DE Espacio Guindalera

UN CADáVER EXQUISITO

Autor: MANUEL BENITO

Director: JUAN PASTOR

Mientras que el público ocupaba sus asientos, sobre la pared de la sala Guindalera se proyectaba un cuadro de texto coronado por un bombín. Durante la representación en vivo, se sucedieron diferentes intertítulos, comentarios sobre el lugar de la acción, enmarcados de esta forma, decorativa y muda. La música, sin embargo, enlatada, como suele decirse, pero burlesca. Otro marco construido expresamente para la comunicación entre dos mundos, en principio, irreconciliables, entre foráneos y autóctonos. Escaso mobiliario al servicio de los actores. Blanco y negro en vestuario y decorado, más los distintos tonos de grises. Todo apuntaba a que este iba a ser uno de esos juegos colectivos, un cadáver exquisito.

Entraron dos cargando con el muerto, que según dijeron no era otro que Charles Chaplin. No pudimos comprobarlo. Lo que encerrase la caja de pino podría o no pertenecer a la realidad, pero sí es real la impronta de toda huella artística, en la sociedad y en los individuos que la conforman. Cine y teatro, su encuentro fronterizo. En la escena un puñado de jugadores espontáneos e intuitivos, en el patio de butacas una congregación de niños disfrazados de adultos; mi melena y mi curiosidad, largas y sueltas; mi atención, en primera fila. Este situarme cercana al más ínfimo gesto de los actores, no siempre me ayuda a poder abarcar una idea de la totalidad de la puesta en escena, de lo que transcurre en el escenario en todo momento. Sin embargo, tengo que admitir que, pese a la incomodidad que me supuso tener que mirar a un extremo o a otro del escenario, en algunas ocasiones de forma veloz y alternativa, considero ahora que fue un hecho con sentido pleno dentro de la propuesta artística. A esa escasa distancia, casi inmersa en el acontecimiento, es muy probable la pérdida de información, cuestión que puede llevar a conclusiones erróneas. Hay que tomar perspectiva. Seguramente habría que tener visión y audición parabólicas, y ni siquiera así podríamos asegurar el juicio a emitir sobre un suceso de tal forma dividido, sobre un conflicto en el que alguna de las partes pone en juego su vida o reclama sus derechos, mientras que la otra aguarda parapetada en la comodidad y la abundancia que le proporcionan sus mejores circunstancias de vida. Esta lejanía que el director había impuesto conscientemente entre unos personajes y otros, era el trazo invisible pero firme de una frontera ideológica que los inmigrantes tratan de derribar desde que el mundo es mundo. Del mismo modo fronteriza, la imposibilidad de comunicación descrita en los diálogos, interrumpidos por indecisiones sobre la emisión del mensaje y riñas absurdas entre los que solicitan ser rescatados de su miseria, torpes al exigir por vías fuera de la norma lo que a otros les sobra. Esta torpeza denota ingenuidad, tropiezos y caídas sin sangre, corazones latiendo bajo nieve, infortunio que se deshace junto a la primera llamita de afecto, bajo el primer rayo de esperanza.

En cuanto al villano, nunca ausente en el cine mudo, nunca exento de mala intención pero burlado siempre y vencido, nos trajo reminiscencias del detective Sherlock Holmes, pero un Holmes de pacotilla y con los adentros negros, consumido por el odio, devorado por el sistema. Incapaz de hacer avanzar el thriller hacia el abismo de sus impulsos, resultaba un ser ridículo y digno de lástima, ya que pese a la risa que provocaba no despertaba nuestra simpatía. El personaje más empático, con más inteligencia emocional y, por lo tanto, más capaz de fomentar la resolución de conflictos, era una mujer, la esposa de Chaplin. Su primer argumento para combatir la injusticia, la identificación con los supuestos enemigos, la solidaridad; el segundo, averiguar lo necesario para desestructurar el discurso del poder establecido, desenmascararlo y enfrentarlo. No creo que este reparto de rolles haya sido fortuito, sino que el autor pretende de este modo ser reflejo de la sociedad actual, de los movimientos revolucionarios activos hoy en día, de sus vértices y de sus impulsos.

El espectáculo esconde en su centro un pequeño tesoro ambientado con la música de Candilejas: Una invocación al espíritu de Chaplin para su posible reencarnación a través de la imitación del genio, un hermoso intento que nos invade como una ola nocturna cuando sube la marea. Al menos a mí, me dibujó una sonrisa y, al mismo tiempo, me provocó un escalofrío. Como en cualquier charlotada al uso, tras las peripecias, sobreviene el cansancio, la intimidad, el frío, la hermandad entre los cuerpos, la elevación de las ilusiones y los deseos, la añoranza y el sentimentalismo. Este broche central rinde homenaje no solo a la obra de un genio, sino a tantos seres humanos relegados y olvidados.

Tanto el texto de Manuel Benito como el montaje son resultado de sendos laboratorios: el de Escritura Teatral de la Fundación SGAE, y el de Creación sobre género comedia del Espacio Guindalera.

DIRECCIÓN Juan Pastor
TEXTO Manuel Benito
REPARTO Jacobo Muñoz, Guillermo G. López, Cristina Palomo y Felipe Andrés
DISEÑO DE ILUMINACIÓN Sergio Balsera
ESPACIO ESCÉNICO Juan Pastor
AMBIENTACIÓN-VESTUARIO Teresa Valentín-Gamazo
AYUDANTES DE ESCENOGRAFÍA Sara Hita / Toni Altamira
FOTOGRAFÍA Susana Martín / Eva París / Manuel Martínez
PRENSA Y COMUNICACIÓN Raquel Berini / Manuel Benito / Pilar Valero
REGIDURÍA Paula Gutiérrez Contreras
AYUDANTE DE DIRECCIÓN Jorge Tejedor
AYUDANTE DE PRODUCCIÓN Sara García
PRODUCCIÓN Guindalera Teatro S.L.

Crónicas

Por MJ Cortés Robles

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© Fotos de Susana Martín

Un cadáver exquisito Compañía Guindalera foto de Susana Martín
Un cadáver exquisito
Un cadáver exquisito Compañía Guindalera foto de Susana Martín

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SOBRE PADRES E HIJOS Crónicas

SOBRE PADRES E HIJOS

CRÓNICA DE Espacio Guindalera

SOBRE PADRES E HIJOS

Texto y dirección: JUAN PASTOR

Compañía: GUINDALERA

(Basado en la novela de Turguéniev)

Me encuentro entre dos generaciones: soy madre y soy hija. Aunque ya más madre que hija -o quizá esto no sea decisión del tiempo que transcurre, sino mía, voluntad de evolución, de crecimiento-. Esta situación intergeneracional que me rodea es fuente de sabiduría y de sufrimiento; también lo ha sido de alegría, aunque no ahora. En estos momentos hay conflicto, todo está patas arriba, la familia al completo flotando en el envite de una ola de rabia contenida que por fin se libera. Mi familia es ejemplo concreto, pero lo personal es político.

Las sociedades enferman. Hoy día, como antaño, el germen del mal está presente en las instituciones, también en la familia, que es precisamente el núcleo del sistema a través del cual la sociedad se organiza. Si no se actúa a tiempo, de forma no beligerante y constructiva, buscando la cura, no perdiendo perspectiva de futuro, nos golpeará y derribará el regreso cíclico de la hecatombe, nos hundiremos en mareas sociopolíticas cambiantes bajo el influjo de los poderosos. ¿Quién controla y cuáles son sus intereses? Hay que someter a análisis el poder de lo sistémico.

Me conmovió mucho Sobre padres e hijos la otra tarde en Espacio Guindalera. Empaticé con los padres, con la generación de “los Mayores”, más por necesidad que por identificación ideológica. No soy una planta, pero en caso de serlo, tendría raíces, incluso si fuese el agua mi elemento. El ser humano es un híbrido, no es vegetal ni animal, tampoco un ángel, ni otro tipo de entidad capaz de elevarse por encima de otros seres, capaz de distanciarse del mundo sin tener que aterrizar de vez en cuando. A veces, ni miramos al cielo, no levantamos cabeza. Este planeta perdido en la inmensidad, la Tierra, es nuestra sede, o pisamos tierra o estamos debajo, así de simple. Los otros estados pasajeros son poderes fácticos, imaginarios, creaciones, misterios. Solo que lo esencial en lo humano es lo común intangible -no vamos de nuevo a pronunciarlo, por desgaste del término, por respeto a la realidad que conforma el concepto; además, tiene múltiples nombres y eso confunde-. Desde que el mundo es mundo permanece confuso, en tránsito, a veces cegado por nuestra alegría, a veces cargado de incertidumbres. No somos más que transeúntes, condición sine qua non -echemos mano de lo antiguo-. La tradición, la transmisión de la supuesta sabiduría a través de las sucesivas generaciones, que el sentido de la vida vivida otorgue sentido a nuevas vidas, es el legado. Pero también está el invento y la reforma, la transformación positiva inspirada en el resurgir perpetuo de la naturaleza. ¿Perpetuo? Esa es la clave.

Aterricemos. Regresemos al lugar al que acudí a presenciar una función de un texto de Juan Pastor basado en una novela de Turguéniev. En el Vivero de Creadores y Espectadores de Espacio Guindalera se plantó la semilla del montaje, el proceso de investigación que ha desarrollado la compañía, y que el público puede ya degustar como una hermosa creación, florecida y madura, con sabor y con aroma -¡qué hermosa la escena en la que el joven apasionado descubre la esencia de una rosa cultivada!- No es la primera vez que visito este barrio de Madrid, atraída por el reclamo de esta sala –La bella de Amherts, Duet for one… son algunas de las últimas obras que he tenido el placer de presenciar en ella- Sin lugar a dudas, es una de las salas de teatro de la capital que cuenta con una trayectoria más larga y más firme. Es ejemplar, si nos atenemos al proyecto artístico, cuidando tanto la estética como la ética, pese a las dificultades que hayan tenido que solventar a otros niveles. Merecen por ello todo mi respeto y mi veneración -¡qué palabra tan antigua, eso de “lo venerable”!- Mi presencia como espectadora siempre había sido anónima, hasta el día de ayer, en el que al recoger mi acreditación pudo ponerme cara Teresa Valentín-Gamazo, cofundadora de este centro de creación, formación y desarrollo de procesos escénicos. Mi timidez no entiende de máscaras ni de protocolos, por eso prefiero ir de incógnito, pero mandan las casualidades, los contactos digitales fortuitos y los encuentros. Dije dos palabras y sonreí, salí del apuro.

Conseguí un lugar en primera fila, pese a entrar casi al final y ser localidades no numeradas, uso democrático de las entradas adquiridas del que no me quejo, muy al contrario. El espacio escénico ideado por Juan Pastor e iluminado por Sergio Balsera era sencillo y equilibrado, prácticamente simétrico, como los dos lados de un espejo. Llamaba la atención un objeto central sobre un pie de madera, desprovisto por sí mismo de significado, tradicional, bello y vacío de contenido. A lo largo de la obra, pudimos comprobar cómo ese objeto servía al modo o manera de compartir y disfrutar lo cosechado; se convirtió así durante la función en símbolo de trasfondo cultural diverso, en altar, en pira en la que mantener el fuego sagrado encendido, la cultura florecida. Y todo esto a través de un gesto tan sencillo como el de poner o quitar distintas clases de flores en un recipiente de barro, o pasar de mano en mano una esfera roja encendida. El arte del detalle.

Desde el inicio, otro lugar estaba reservado, ocupado en principio por un aparato de música, después por un personaje de la obra que tomaba la perspectiva del público como propia para de improviso incorporarse de nuevo a escena. Todos los personajes observaban lo que transcurría en el escenario mientras no participaban como actores, desde diferentes lugares, con diferentes perspectivas. Nos recordaba así el director la importancia de la reflexión, de tomar distancia, para pensar con claridad antes de continuar protagonizando la acción, además de que la apreciación cambia depende del lugar que quien valora ocupe. Lo mismo ocurre en la vida, y el teatro debe ser espejo de la vida. Maravilla, por tanto, de puesta en escena, que se completaba con la elegancia del vestuario – diseñado por Teresa Valentín-Gamazo y realizado por Isabel López Gómez- y la exquisitez de las coreografías de Anabel Núñez, que se apoyaban en el espacio sonoro de la Escuela de Nuevas Músicas. Mención aparte merece la música original creada por Marisa Moro y Pedro Ojesto, que nos avisaba de que el género era comedia, que el sentido del humor estaba muy presente, incluso la ironía, pese al drama que se pudiera adivinar subyacente.
En cuanto al reparto, tengo verdadera debilidad por María Pastor, por su enigmático carisma de animal escénico, siempre atrapando la atención del respetable, siempre conectada al público, de una forma u otra, sutil o francamente, y sin perder un ápice de verosimilitud ni olvidar las bondades que su técnica actoral puede ofrecernos. Es una de las mejores actrices españolas que he visto en un escenario, sin menospreciar a ninguna. El resto del reparto hizo un trabajo magnífico, no dejando caer el ritmo de la obra ni un segundo, aportando frescura y poniendo mucha carne en el asador, mitad por mitad, hasta componer el guiso tan sabroso que pudimos disfrutar. Las risas estaban servidas, también las lágrimas, al menos las mías. Me sirvió de catarsis el momento en el que madre y padre fueron relegados a la distancia y el olvido por parte de un hijo. Sentí en ese instante que es ley de vida, de algún modo, y también imposible; que todo el mundo comete esa atrocidad, o intenta cometerla, pero que es por pura supervivencia; que un hilo invisible teje nuestros destinos comunes, sin embargo, y que es imposible eludirlo. Del mismo modo, el mundo.

No quiero desvelar más, ni siquiera el contenido de la actividad complementaria que estaba programada tras la función y en la que participé torpemente, pero con sumo interés. Se nos permitió estirar las piernas unos minutos y regresar a la sala para tomar parte en un debate muy lúdico. Antes de que tuviera lugar, artistas y público se entremezclaron para componer dos nuevos grupos diferenciados: padres/madres e hijos/hijas, cada quien según el roll con el que más se identificase. Nos reunimos por separado, un grupo y otro, para tratar cuestiones relacionadas con la obra que acabábamos de presenciar, y, lo que es más importante, con la vida en sí misma, la de cada cual y la de todo el mundo. Pusimos en común y luego debatimos. Me resultó poco tiempo para este añadido tan instructivo y beneficioso, no se pudo abundar y profundizar en lo que se planteaba a nivel más teórico. Pero, pese a eso, como dijo una espectadora: “Por favor, necesitamos más espacios como este, no dejen de ofrecerlos”

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Por MJ Cortés Robles

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SOBRE PADRES E HIJOS
Basado en la novela de Turguéniev
Texto y dirección JUAN PASTOR
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ANTE LA JUBILACIÓN Felipe Mena Crónicas

ANTE LA JUBILACIÓN

CRÓNICAS DE Teatro de la Abadía

ANTE LA JUBILACIÓN

Autor: THOMAS BERNHARD

Director: KRYSTIAN LUPA

Producción: TEMPORADA ALTA/ TEATRE LLIURE

Sin amor, sin esperanza, sin nada que hacer, sin un papel en el teatro del mundo y ante el abismo de la memoria. Ante la jubilación no es teatro de circunstancias, aunque esa sea la circunstancia que acecha a los tres personajes de la obra: la jubilación de uno de ellos. Thomas Bernhard trasciende las circunstancias, coloca al ser humano frente a un espejo que le devuelve una imagen poco amable de sí mismo, cargada de realidad y de misterio. El subtítulo de la obra es comedia sarcástica, no drama, aunque el sarcasmo sea un ácido de difícil digestión para transformarlo en risa. En la función a la que asistí en Teatro de la Abadía, hubo algún conato tímido de batir la mandíbula, alguien entre el público quiso quitarle yerro al asunto de que trataba la obra, pero la iniciativa se le quedó encajada entre el denso tejido de silencios que invadían la escena, de acciones cotidianas que asemejaban rituales ancestrales; de gestos diminutos que reflejaban estados de ánimo contenidos o disimulados, ritmos internos. Solo hay que saber escuchar y ver. Lo más relevante del arte es el silencio, el vacío, dónde y cómo encajarlo.

En vez de estar viajando a algún lugar de la costa, durante este puente de diciembre de 2018 me desplacé desde la periferia de Madrid a su centro para consumir cuatro horas de Arte Dramático en estado puro. No fui acompañada; no era la única, aunque casi podía considerarme una excepción. Durante los tres descansos que se llevaron a cabo, el público salió de la sala, tomó cerveza y charló. Yo tomé un refresco con excitantes para mantenerme alerta y continué escuchando lo que llegaba hasta mis oídos. Alguien comentó que aquello que transcurría sobre el escenario lo hacía a cámara lenta. Reflexioné sobre ello. Si se referían a los diálogos, es cierto que se escoraban siempre hacia el monólogo, en un intento de sortear lo falso que suele ponerse de manifiesto en las conversaciones. El ámbito familiar, como estructura sociopolítica diseccionada en la obra, no permitía a los personajes encontrar muchos puntos de fuga, sin embargo. Los tres hermanos se conocían demasiado, dos volcaban la palabra sobre el vacío existencial que experimentaban, otra esgrimía el silencio contra ese vacío, pero todos sabían lo suficiente de los demás, no cabía como reacción el asombro. Así transcurrían las escenas, concatenadas en lo cotidiano, tensionadas por la ausencia de réplica de quien podría desbaratarlo todo, si su reacción fuese novedosa y contundente, la hermana pequeña. La resistencia no es suficiente. Solo cuando Marta Angelat abría la boca, el tiempo fluía a contracorriente. Pero la esperanza no es capaz de prender en el pantano del miedo, todo se hunde allí, incluso la llama de la inteligencia; más honda la pérdida cuanto más peso específico. Permanecemos impedidos, con el carácter lisiado, presos en nuestras relaciones de dependencia, enfermos, incapaces -también lisiadas, presas, enfermas e incapaces, que no quepa la duda-. Hay mucho a nuestro alcance para mantener las apariencias; toda tradición es disfraz que oculta la expresión verdadera, nacida en el instante irrepetible. Aprendemos lo que oímos, lo repetimos hasta la saciedad, la reflexión suele quedar al margen. Pero somos también ese río subterráneo que invade nuestro pensamiento mientras vivimos. No siempre prestamos atención a lo que pensamos, nos cuesta conciliarlo con la vida social, con la velocidad de lo que acontece, así que falseamos. Por eso creo que Bernhard crea este texto sin puntación ninguna y con estructura de poema; por eso Lupa ralentiza el tempo de la puesta en escena, para que como observadores privilegiados distingamos lo oculto y le prestemos la atención que se merece a lo verdadero. Los audiovisuales de Lukasz Twarkowski ilustraban durante las conversaciones de los personajes la dualidad existente entre lo que se decía y lo que verdaderamente se pensaba, gestos contrarios o sustancialmente distintos que se superponían, solo a veces similares; añadiendo una dimensión mayor al hiperrealismo externo, ya que el monólogo interior se ponía de manifiesto. Es difícil de plasmar, es un intento de esbozo a nivel físico del existencialismo filosófico; es espiritual, al tiempo que reniega de cualquier constructo religioso. Es genial. No estamos hechos de una pieza, de ahí que quepan distintas perspectivas de un mismo ser humano. Krystian Lupa indaga en la comprensión de lo que acontece entre sus personajes, en la naturaleza del motor que impulsa sus comportamientos. Por eso es más real que la realidad, porque mientras que la vida nos acontece eso es imposible de dilucidar, siempre hay algo que se nos escapa, siempre hay un misterio en los demás y en nuestra propia persona; precisamente porque, mientras nos relacionamos, se precipita el tiempo sin remedio. Con suerte, comprendemos con posterioridad a los hechos, ya envejecidos, la sabiduría nos sirve de mortaja.

En el segundo descanso escuché otro comentario. Necesitaba salir a respirar -dijeron-. La atmósfera que se generó tras la aparición en escena de Pep Cruz, resultó verdaderamente asfixiante. Y no precisamente por una violencia explícita que repercutiese en una incomodidad del público que abarrotaaba el patio de butacas; sino por la patente devastación de los tres seres que deambulaban por el escenario. Rudolf y Vera, ridículos hasta la náusea, complacidos en lo melodramático, representándose a sí mismos en una comedia dentro de la comedia, incapaces de verse aunque se observasen en los espejos; cobardes, zafios. Carne muerta, sin espíritu, desvirtuando lo más excelso: el arte, la música. Muertos que se saben muertos, infección capaz de propagarse y de acabar con el mundo tal y como lo conocemos, de nuevo. Y Clara, deslizándose hasta un rincón sobre su silla de ruedas, sometida a las voluntades de sus hermanos, más muerta aún que los muertos, sufriendo su muerte en vida, justificante del mal, rúbrica que certifica lo innecesario.

También aportaba una sensación claustrofóbica el sonido diseñado por Roger Ábalos: Marcando el paso, como una marcha militar que prescindiese de lo sinfónico, el sonido de un reloj de pared cuyo volumen se torna insoportable. En contraposición a tanto artificio, las voces de los niños en la calle; la luz natural filtrándose por los altos ventanales, amaneciendo de golpe y atardeciendo sutilmente.

Llegamos al tercer descanso empujados por la agresividad del sonido que ambientaba las imágenes de un audiovisual con tintes sadomasoquistas, pero no exento de sarcasmo. Encorsetar al nazismo para volver a revestirlo de la gloria de antaño -podría ser la audio-descripción, algo intelectualizada, pero exacta-. Ni aunque corriésemos a la velocidad de la pólvora cuando la prende una llama, podríamos escapar de lo que se esté gestando en la sociedad, pues estamos inmersos. Miremos para otro lado, no nos percatemos del auge de las ideologías extremistas, de las intolerancias de a pie, de la necedad del que sigue pensando que la felicidad es comodidad y entretenimiento, que los estados de bienestar son perdurables, que nos protege el sistema tan solo por repetirse, por ser sistémico. Estamos en peligro.

La boca del teatro estuvo enmarcada con un luminoso de color rojo desde el inicio de la función. Al final de la representación el fogonazo de un flash nos sugirió que los personajes no eran más que un recuerdo, figuras atrapadas en una fotografía. Un objeto significativo durante la representación fue el álbum de fotos entre las manos de Vera, transmisora de leyendas, descriptora de imágenes que se proyectaban sucesivamente sobre el papel decorado con siluetas de cruces de hierro que cubría la pared, deteriorado ya por la humedad y el paso del tiempo. Las personas retratadas se alzaban del álbum como fantasmas de humo sobre las cabezas de los personajes que paseaban o no sus miradas por encima. El público podía así observar esas instantáneas, reconocerlas, tantas veces curioseadas en documentales sobre el nazismo. Algunas figuras aparecían señaladas con trazos rojos, apuntes sobre el papel que documentaba su existencia. Por mucho esfuerzo que se empeñe, la distancia emocional que imponemos ante esta huella del pasado es grande. Alguno de los presentes puede que aún sintiese un escalofrío, pero lo dudo. Lo que ya está puesto en nuestro conocimiento, deja de extrañarnos. Incluso la acumulación de cadáveres en la fosa común, es incapaz ya de arrancar de nosotros algo más que una respiración profunda, si acaso. Aquellos cuerpos no parecen humanos, no nos identificamos con ellos. Tampoco los nazis se identificaron, si no, hubiese sido imposible que hiciesen lo que hicieron. Nos cuesta imaginarlo. La realidad supera a la ficción. Cada aniversario, sacamos a colación los hechos y soltamos un discurso, lamentándonos. Aunque no siempre es así. No todo el mundo se lamenta. Algunos se ocultan de la luz de los días tras las persianas bajadas, elucubran con resurrecciones de regímenes totalitarios, alardean de preservar sus símbolos, disfrazan el hedor de los asesinados a base de demagogia y populismo. El monstruo es débil, lo sabe bien Thomas Bernhard. El poder le viene del servilismo, del fanatismo, de la unión de muchos que apoyan su supuesta supremacía. Constructos sociales, para eso sí tenemos imaginación, para generar las hecatombes, no para prever sus consecuencias. Las generaciones que no hemos vivido las guerras, nos consideramos ajenas a ciertas posibilidades de giro de la Historia. Tan solo tendríamos que atrevernos a calificar los comportamientos políticos de algunos que caminan a nuestro lado como si tal cosa, o acostumbrarnos a girar la cabeza y a comprobar así las injusticias sociales, o escuchar a quienes nos pisan los talones cargados de pesadumbre y de rabia, o drenar los mares por rescatar los cuerpos abandonados a su suerte.

Lo personal es político, eso he aprendido. No hay particularidad que no sea simiente. Si alguien ha sido alguna vez monstruoso, un único individuo, queda demostrado que también somos eso, que la humanidad entera tiene estos matices, que este componente se encuentra en la amalgama de su esencia. Podemos engañarnos y obviar de lo que somos capaces, erotizar la pureza de los héroes. Ni siquiera sirve para retrasar el advenimiento de lo cíclico. ¿Qué oportunidad tenemos de tener el control sobre las guerras, sobre la ignominia? Los sistemas no son infalibles, pero cada vida humana es una oportunidad para encontrar una forma más ética de coexistencia. Agradezco el compromiso en este sentido de instituciones y de artistas. Sea.

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ANTE LA JUBILACIÓN Felipe Mena

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Editorial

HOJA DE RUTA

HOJA DE RUTA

Por: Eva Boucherite

Imagina que has bailado toda la vida. Pongamos, treinta años de cuarenta. Sí, has estado en continua actividad durante treinta años, diariamente. Has entrenado, ensayado, girado, participado, colaborado, fingido, figurado… En lo público y en lo privado. Tu oficio, la danza.

Cuando no estás sobre las tablas, estás viajando, nómada infatigable. En cualquier medio de transporte te diriges hacia ellas, hacia las tablas de cualquier escenario, en cualquier país. Tierra, mar y aire. Después de tu trabajo -o entre las horas que dedicas a tu trabajo- comes, duermes o sigues estudiando, vives. Te pasas ocho horas como mínimo en movimiento; sobre madera, arena, asfalto, roca o barro: saltando, reptando, nadando, chocando, porteando, girando. Trabajas el cuerpo para conseguir la forma, el volumen, el espacio, el tempo perfecto, para ser capaz de transmitir una emoción. Estás totalmente implicada en contar historias a través de tu arte, hasta que el cuerpo aguante. Al margen de tu ambición y situación, bailas en cuerpo y alma, realmente consagras tu vida a tu vocación.
Detestas hacerte daño bruscamente. Aunque, a causa de la repetición o mala praxis en la ejecución, aprendizaje o alunizajes -sin ánimo de ofender a nadie-, puedes llegar a romper, machacar o destruir pequeñas o grandes piezas del instrumento que empleas para desarrollar tu arte, la máquina con la que trabajas, tu cuerpo. Cuerpo comparable al de una atleta o deportista de alto rendimiento. Cuerpo que ha narrado historias maravillosas, que ha encarnado personajes deliciosos o deplorables, desde la estética más monstruosa al mayor preciosismo.

El cuerpo representa, mediante el movimiento, nuestra existencia. Si, la existencia humana es, en primer término, corporeidad. Imagina que, además de todo lo que hace cualquiera individuo con su aparato locomotor, tuvieras tu cuerpo en movimiento continuo durante unas ocho horas diarias, todas las semanas, todos los meses, todos los años. Repitiendo, rotando, abriendo, estirando, apretando, perfeccionando, intentando conservar su buen funcionamiento el mayor tiempo posible. Un cuerpo expuesto a grandes esfuerzos, tempranos desgastes y agotamientos físicos constantes que lleva treinta años sin parar (con suerte) comenzando el perfeccionamiento de ese lenguaje, de ese idioma a edades muy tempranas, entre los ocho y diez, con el objetivo de llegar a una plenitud física entre los veinticinco y treinta y cinco años, aproximadamente. Alrededor de los cuarenta años, ese cuerpo se resiente. Es, en general, esa la edad en la que una profesional de la danza se retira de los escenarios, también en la que está condenada a convivir con las secuelas producidas por las frecuentes lesiones sufridas a lo largo de su carrera.

Aquí, en este país, si perteneces a ese ocho por ciento que puede sobrevivir dedicándose únicamente a la danza, puede que no caigas en una depresión al llegar a los cuarenta, cuando tu vida se ve condicionada por ese desgaste físico estructural, tu vida absolutamente dedicada a la danza. Imagina que perteneces a ese colectivo especialmente vulnerable y en riesgo de exclusión social, que nunca ha gozado de unos derechos laborales dignos y adecuados a sus peculiaridades profesionales. Imagínate en este país y justo ahí, cuando el cuerpo duele y peligra tu puesto de trabajo. Duele la vida, duele el alma cuando vives en la precariedad, trabajando horas sin remunerar, cuestión que empeora con la situación de intermitencia que caracteriza al régimen de artistas. Ya no sólo se desgasta tu materia, también tu esencia, la ilusión y el entusiasmo; se desgasta tu espíritu.

Bailar profesionalmente implica una dedicación absoluta a un oficio con una vinculación laboral intermitente, un desgaste físico enorme, enfermedades profesionales, riesgos, transición profesional inexistente, remuneraciones injustas. Bailar significa ser artista en formación continua y constante, incluso más allá de la edad de jubilación, alargando en lo posible esta carrera profesional tan corta como la de un deportista y con tantas desavenencias a nivel fiscal, laboral y social.

Ahora tenemos la posibilidad de mejorar esto, de cambiarlo. Desde estas páginas dedicadas a las Artes, quiero dar las gracias a todos los implicados en la lucha por la mejora en las condiciones laborales de este colectivo tan injustamente tratado durante demasiado tiempo. Quiero agradecer su labor a aquellas personas que han trabajado con el objetivo de hacer realidad las propuestas orientadas a mejorar la condición de los bailarines y las bailarinas profesionales de este país, a quienes continúan luchando por una reforma legislativa que propicie los cambios. Gracias por esa Hoja de Ruta para el futuro Estatuto del Artista, aprobada por el Congreso.

El pasado 17 de septiembre de 2018, en el Teatro María Guerrero, asistí a una bella “coreografía”, interpretada por las entidades participantes en la negociación entre la Subcomisión del Congreso de los Diputados y todos los profesionales de la cultura que pudimos asistir al encuentro convocado por la Unión de Actores y Actrices. Esta coreografía apenas comenzaba el 27 de mayo de 2017, mediante otro encuentro en ese mismo teatro, ocasión en la que se trataron las inquietudes y necesidades de las diversas disciplinas artísticas, con el fin de ponerlas en conocimiento de la totalidad de los partidos políticos.

Siempre he tenido la sensación de que son pocos los bailarines y bailarinas que asisten a este tipo de convocatorias -se organicen en el Congreso o en cualquier otro lugar, en formato de conferencia o de mesa redonda-, a estos eventos donde se pretende analizar el estado del colectivo, la situación de la transición profesional de los bailarines y bailarinas en España, los retos de esa transición, además de contar con la información necesaria para establecer una comparativa con los modelos europeos.

Seguro que es percepción mía y que estoy equivocada. Pero, si estuviese en lo cierto, desde aquí hago un llamamiento a la participación en la lucha por la consecución de nuestros derechos, por la digna continuidad del ejercicio de tan bella y sacrificada profesión.

Formemos parte de la coreografía. ¡Bailemos!

Crónicas

A Margarita

CRÓNICA DE Teatros Luchana

A MARGARITA

Autor: CARLOS BE

Dirección: SANDRA DOMINIQUE

Con SARA MOROS

La paradoja: saber que es tu último cumpleaños y que nadie más lo sepa, tener una esperanza de vida limitada a una fecha próxima, pero sin concretar; morirse de forma consciente. El problema de aceptar la muerte, la nuestra y la ajena, es que el esfuerzo de imaginación se torna estéril, no captamos qué significa eso de estar muerto, no empatizamos con ese estado. Y menos mal, se trata de empeñarse en vivir. Pero, ¿cómo luchar contra una certidumbre que nos viene impuesta?

Carlos Be, pone en boca de Margarita la ironía. Ante lo inusitado e incomprensible, el humor resulta un arma brillante que esgrimir contra las sombras. ¿Qué estado de ánimo pretende el autor suscitar en el público? Creo que busca provocar la apertura intelectual necesaria para que seamos capaces de asumir a otros niveles esta “tragedia anunciada”. No pretende excitar nuestro sentimentalismo, sino emular el canto del cisne, el último homenaje a la vida vivida. Tiene todo el sentido el final de la función -no lo voy a desvelar, vayan a verla-.

“Los pasillos no dan miedo: es como estar en un sitio en el que no deberías estar.” Desubicada, asombrada, alerta, así debe sentirse una enferma con semejante diagnóstico. Siempre hemos asociado al hecho de morirse con esa emoción, con el miedo. Resulta muy curioso que el miedo aparezca de forma inmediata, cuando una persona sabe que se va a morir. Si tiene tiempo de reflexión, supongo que la primera etapa es la de la negación. Me doy cuenta de que todos los seres humanos vivimos en esa primera etapa durante gran parte de nuestras vidas, una vez que adquirimos el uso de la razón, imprescindible para ser conscientes de que nuestra existencia tendrá un fin. No pensamos en ello, ni siquiera cuando sufrimos la pérdida de personas conocidas o queridas, demasiado pendientes de calmar nuestro dolor, de seguir viviendo. Es la lógica de la vejez o un diagnóstico certero, lo que nos pone de cara al espejo, para que por fin adivinemos la calavera tras el rostro sonrosado. La verdadera soledad es la enfermedad, los aledaños de la muerte, o estar muerta.

Nuestro estado de ánimo frente a la representación, dirigida con sencillez y acierto por Sandra Dominique, es de perplejidad. El maremágnum de sentimientos que encarna Sara Moros se contempla como un enredo cómico en sí mismo, ya que entraña el sentido de lo contrario, fruto de su propia reflexión y de la del público. Es una consecuencia ingenua y espontánea de lo que ya es germen en la creación del autor. La forma en que Carlos Be ha ideado las imágenes, la composición de su partitura dramática, obedece a un estado reflexivo previo en el que la contraposición de ideas está presente. El contenido del monólogo no carece de sentido crítico, no prescinde de unas convicciones éticas, pero la perspectiva es oblicua y trasversal, nos hace cosquillas en el intelecto, precisamente a través de las imágenes que nos evoca Sara Moros. La actriz parece encontrarse muy cómoda en los zapatos de esta mujer desahuciada, convence, nos libera de prejuicios y nos coloca en el lugar indicado para que cada cual se conmueva cuándo y hasta el punto que le surja. Ella no parece hacer nada para que esto suceda, solamente contarnos la historia de Margarita como si fuese propia. Es un logro conseguir en el público un movimiento pendular del llanto a la risa.

Solamente algún espectador despistado se levantó de su asiento al final del espectáculo comentando -en voz alta y entre desconocidos- que “en la obra faltaba lo espiritual”. ¡Todo lo contrario! El espíritu humano había sido convocado y estaba presente; solo que envuelto en lo cotidiano, en lo reconocible, sin grandilocuencias filosóficas, pero no por ello exento de Filosofía. Lo siento por esa persona, cegada por el intelecto -o vete tú a saber por qué cosas-, que no supo o no pudo vivir plenamente esta magnífica experiencia artística. ¡Qué apreciación más confusa, la suya! Precisamente, entre los puntos de luz de la obra, entre los momentos que podemos considerar nexos de unión que dan sentido al conjunto, estaba presente la necesidad de amar y de ser amada de Margarita y, por ende, de todo ser humano. Lo expresaba Sara Moros como un anhelo y lo vivía como un hallazgo esencial, transcendiendo -por ejemplo- lo anecdótico de un encuentro amoroso fortuito, pero valorándolo como hasta ese momento no lo había hecho, abarcándolo por entero, de forma tridimensional: carnal, sentimental y espiritual. Los mismos redescubrimientos en el amor por sus hijos, pero desde la franqueza, sin mojigaterías de madre abnegada, liberada de condicionamientos sociales, verdadera. Pero, por encima de todo esto, está el amor propio y el amor por la vida. Hay experiencias que son transformadoras, si somos capaces de aceptarlas, de asumirlas por entero. La protagonista se esfuerza por no perjudicar a nadie y por conservar su dignidad; huye de la compasión, sobre todo de la autocompasión; es una heroína.

La sala de los Teatro Luchana estaba a rebosar. El público, puesto en pie, despidió a Margarita -y a Sara- con una mar de aplausos. Yo le di la enhorabuena al autor, que estaba presente, y salí a las calles madrileñas con mi acompañante, conmovidas ambas, admiradas las dos de tan valiente trabajo. Y charlamos largamente sobre lo divino y lo humano.
Este magnífico texto fue estrenado en 2018 en Praga; parece ser que se concibió allí, hermoso lugar para dar a luz a tan interesante criatura. Está traducido al checo, al inglés, al polaco y al ucraniano. Fue finalista del Premio Borne de Teatro en 2013.

¡Larga vida!

Crónicas

Por MJ Cortés Robles

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ROLANDO SAN MARTÍN Crónicas

DESDE LO INVISIBLE

CRÓNICA DEL Pavón Teatro Kamikaze

DESDE LO INVISIBLE

Dirección: ROLANDO SAN MARTÍN

Dramaturgia: INMA CORREA Y RUBÉN TEJERINA

Con ISABEL RODES, VICTORIA TEIJEIRO y NACHO MARTÍN

Regresé al ambigú del Pavón Kamikaze interesada en un proceso de creación -liderado por Inma Correa y Rubén Tejerina- que pretende visibilizar -sin condescendencias ni compasiones-, estados del ser que aún no somos capaces de aceptar, de asumir como alternativas vitales que se nos reparten en suerte. La investigación previa a la dramaturgia ha sido vivencial, y se ha llevado a cabo en un centro ocupacional de Madrid, con jóvenes de capacidad intelectual diversa.

Así que me acerqué a La Latina en metro, caminé hasta el teatro, solicité mi entrada, entré y subí las escaleras hasta la sala. Hasta aquí todo cotidiano, normalísimo. Pero eso iba a cambiar. Lo primero que apareció ante mis ojos fue una escenografía construida con material reciclado, extraña, nada concreta, con amor por la extravagancia y por el invento. Ya iniciada la función, fue sublime comprobar que todos esos cachivaches emitían un sonido que les transcendía. Lo indescriptible por invisible, la música en este caso, siempre alcanza lo más íntimo. ¿De dónde brota? ¿Puede cualquier deshecho transformarse en melodía? ¿Incluso un instrumento extraño tendrá un sonido atrayente y significativo? ¿Os acordáis eso que dijo Hamlet sobre que no le hicieran sonar como a una flauta? Pues eso, que cada quien -suene como suene- tiene alma, y el alma es indescifrable. Por encima de todo, el sentido de la existencia podría encontrarse en la pertenencia a la Madre Naturaleza, en el ansia por liberarse del raciocinio y por entregarse al disfrute de cada instante.

Había algo de sala de juego en la propuesta escénica, de construcción infantil, de acción transformadora y pacífica, a través del arte. Jose Manuel Pizarro se encargó de la creación musical; la ejecución fue cosa de Nacho Martín. Adoro los espectáculos con música en directo, son muy honestos. Pero es que este, además, tenía la particularidad de presentarnos a esa partitura de interludios como a un personaje más, nota discordante añadida o estribillo en concordancia con los hechos, armonizando lo impensable. Era la respiración de la obra, la pausa para liarse un pitillo y fumarse lo políticamente correcto. Ingenuidad, blanco sobre blanco, disparate, absurdo, dibujo animado que se resuelve en trazos ligeros que cobran vida, sin remates ni colorido, pero vivos, con entraña. Esos otros momentos a los que aludo, de las proyecciones casi en el techo, prácticamente tuve que intuirlos, verlos de soslayo. Antes de la encarnación de los personajes, por cambiarme de asiento durante la espera, abandoné una perspectiva de última fila por otra en la primera. Y, claro, las cosas cambian de aspecto según el lugar desde donde se miran… Luego supe que no eran cosas ni personajes, sino objetos valiosos los unos y personas imaginando ser personas ya conocidas y apreciadas, las otras.

Uno de los mayores aciertos de esta propuesta es el hallazgo del humor en lugares insospechados, en rincones que se presuponen de tragedia. Nada más lejos, sin embargo: la alegría está más cómoda entre el absurdo que entre lo sobrio y cotidiano, entre lo anodino. Y estas personas que se nos presentaron eran cualquier cosa menos eso: eran rebeldes, sensibles, tenaces, voluntariosas, intuitivas, dignas… Transgredir las reglas comunes provoca rechazo social, pero también reacciones tan sanas y necesarias como el replanteamiento de la normativa o la franqueza de la risa.

Otro de las aportaciones valiosas de este trabajo artístico en el que tanta gente está implicada, es que el estremecimiento y la emoción que lo rebasa sean consecuencia de la belleza, solo y exclusivamente del reconocimiento de lo bello, pese a que su reflejo se nos antoje distorsionado. ¿Cómo se hace eso, siendo un tema tan controvertido y silenciado el que se trata? Pues creo que precisamente desnaturalizando los conceptos ficticios y naturalizando a los seres reales, concretos, con toda su idiosincrasia. Para ello, hay que entrar en contacto, adquirir conocimiento, atreverse a mirar y a ver, a escuchar, a convivir, a empatizar. Es maravillosa la escena en la que observan las estrellas, espalda contra espalda, y hablan de las constelaciones. Todo ser humano tiene sed de infinito.

El malestar de un ser humano podría tener que ver con la genética, pero también con la cultura, que es ya algo adquirido, puesto sobre sus hombros o conformado como plataforma sobre la que subsistir. Si tu habilidad para adaptarte es inferior a la media, estás en peligro de exclusión. No se puede una retrasar, no se tolera el retraso en estos tiempos veloces. Luego está el misticismo de los límites y quién diablos los establece. Nunca me he sentido atraída por la gente “corriente”, no me siento nada corriente y sí bastante límite; pero impera el reino del disimulo, no vaya a ser que perdamos derechos, o que nos perdamos, torcidas, retorcidos… Resulta muy ambiguo e injusto calificar y clasificar a otro ser humano hasta el punto de considerarlo inferior a una misma o a la mayoría omnisciente. Nos creemos seres divinos. Utilizamos porcentajes, definimos, categorizamos, llamamos enfermedad a todo lo diferente. ¿Hasta qué punto la ciencia puede abarcar el misterio del ser humano sin reducirlo, esquematizarlo, digerirlo vanamente y vomitarlo, sin haberse percatado de la maravilla presa precisamente en esa diferencia que hace única a cada persona, que individualiza a cada ser? El cuerpo y sus lógicas, la mente y sus desvaríos. Somos una amalgama de condicionantes y posibilidades infinitas. El valor que se nos otorgue depende de quién y con respecto a qué se evalúen nuestras capacidades. Son los otros los responsables del juicio emitido sobre un individuo; no tanto de las consideraciones concluyentes que cada quien arroje sobre su propia persona, pero también, en gran medida… Sistematizar, clasificar, marcar fronteras. La esencia de la persona no es en modo alguno su comportamiento –aunque, creer esto, de mucho miedo y sea demasiado oscuro-. Las calificaciones de los comportamientos evolucionan según las épocas históricas, habría que no perder de vista el sentido ético de las valoraciones emitidas. Creemos tener sentido común y capacidad de reflexión -¿comparándonos con quién?- ¿Por qué la deficiencia intelectual se considera esencial en la persona que la “sufre”? Es una falacia que pretende otorgar legitimidad a las jerarquías. La discapacidad intelectual es un estigma, no constituye un hecho objetivo, sino que está sujeta a una interpretación comunitaria. La rareza está en peligro de extinción, debido al control de su natalidad, por eso es cada vez más rara, por escasear. Negamos autonomía a lo raro por temor a que nos contagie su singularidad. ¿Y si fuera esta perspectiva tan solo, una ficción cultural, un mito de alienación mental? ¿Y si las pautas a seguir fueran otras? La resistencia no siempre se genera en el ámbito de los cuidados, solo cuando reina el humor, el respeto mutuo y la empatía, cuando son reales los vínculos, cuando se apuesta por una existencia digna.

Este proyecto antropológico y artístico, que lleva una trayectoria de diez años de investigación, fue premio MAX 2008 al mejor espectáculo revelación.

Vayan y vean, si es que no lo han visto ya. Incluso repitan, si apetecen, les resultará muy saludable.

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Por MJ Cortés Robles

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Pavón Kamikaze
ROLANDO SAN MARTÍN
Con ISABEL RODES, VICTORIA TEIJEIRO y NACHO MARTÍN

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Itziar Pascual © Rafael Roa Dirección

Itziar Pascual

Entrevista :

Itziar Pascual

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EVA REDONDO.- Profesionalmente te defines como dramaturga, pedagoga, investigadora y periodista. ¿Cómo se retroalimentan estas parcelas de conocimiento?

ITZIAR PASCUAL.- Mi abuela solía decir que todo está en todo, una máxima con la que me identifico plenamente porque considero que la polifonía de oficios, tareas y conocimiento me permite tener una visión propia en la escritura dramática.

En orden cronológico, mi primera vocación fue el periodismo. Lo estudié y ejercí con la curiosidad de quien desea conocer el mundo que le rodea. Más tarde, algunas de esas herramientas de investigación me resultaron muy útiles en mi carrera como dramaturga. La escritura dramática comparte con el periodismo esa curiosidad sistemática; sin embargo, su criterio no es cuantitativo sino cualitativo. Cuando escribo teatro no pretendo alcanzar al mayor número de lectores o de espectadores posible: mi objetivo es compartir con ellos una experiencia vital cuya significatividad les afecte y modifique. La investigación fue puente entre el periodismo y la dramaturgia, y sigue siendo una herramienta fundamental en mi propia escritura. Por último, lo aprendido en estas materias se depositó en un propósito de sistematización que es la pedagogía, oficio que me permite establecer un diálogo intergeneracional que considero imprescindible para el desarrollo de cualquier proceso creativo.

E.- Hablas de tu escritura comparándola con “un barco en el que las mujeres y los niños están primero”. ¿Cómo concretas esta analogía en tu teatro?

I.- Intento hacerlo creando personajes femeninos protagonistas, transformadores y con una dimensión metamórfica esencial. Quiero para la ficción lo mismo que acontece en la realidad, es decir, mujeres que traigan cambio al mundo y que se relacionen con su entorno de forma activa y significativa. En este sentido, el teatro tiene la oportunidad de poner en valor la fuerza de cambio que las mujeres tenemos en el mundo. En el repertorio precedente es escasa la presencia de personajes femeninos reformadores. A menudo han estado asociados a la esfera doméstica, y sus rasgos de carácter teñidos de sentimentalismo. Cuando hablo de la fuerza de cambio de las mujeres en el mundo, doy a estos términos un papel político y social esencial.

E.- ¿Y dónde pones el foco cuando escribes personajes masculinos?

I.- Intento explorar aquello que la ficción no suele ofrecerles por sesgo de género. Por ejemplo, en Eudy, una obra en la que el personaje protagonista es una mujer que se empodera y lucha por los derechos de niñas y adolescentes en su entorno, trato de crear formas diferentes de relacionarse entre ella y su padre.

E.- ¿Qué ha perdido el teatro por la ausencia de dramaturgas?

Imagínate: la mitad del pensamiento, de la sabiduría y de la experiencia del mundo. Hemos perdido una oportunidad para la pluralidad, para la amplitud de miradas y enfoques. Hace un ratito me reunía con una estudiante universitaria. Me contaba que, de un total de sesenta y siete obras recomendadas como lectura dentro del corpus teórico de una asignatura, no había una sola escrita por una mujer. Esto sucede en un país como el nuestro que ha avanzado significativamente en materia de igualdad. Ocurre en ámbitos académicos, incluso, en entornos teatrales, donde se presupone apertura y conciencia feminista. Por lo tanto, existe un prejuicio en las mentalidades a la hora de reconocer a las mujeres como creadoras. La invisibilidad sigue estando presente en la difusión, la distribución, la promoción… Hemos perdido mucho. Por eso toda tarea con voluntad de recuperación es clave.

E.- ¿Se pueden reparar tantos años de silencio?

I.- Las reparaciones son múltiples y pueden desarrollarse desde las más diversas estrategias. Es fundamental, entre otras cosas, una revisión sistemática de los programas, de las guías didácticas, de los planes de estudio… Traigo a colación otra estadística demoledora: en los libros obligatorios de texto de nuestros estudiantes de primaria, la presencia de mujeres no llega al 15%. Seguimos perpetuando esa genealogía escindida de la que habla Marian López Fernández Cao, una profesora de la Universidad Complutense que evidencia de forma clara cómo afecta esta ausencia de referentes femeninos al presente y al futuro.

E.- ¿Cómo afecta?

I.- Cuando como creadora no has accedido a esa genealogía, te sientes la excepción, la rareza, la minoría que viene a ratificar una historia de mayorías, un colonialismo mantenido durante siglos. La invisibilidad de estos referentes femeninos proyecta en nuestras niñas y niños la idea de que la creatividad, la investigación, lo innovador es propio de los hombres. Por ello, es fundamental una puesta en valor de la creación de mujeres como patrimonio innegociable de la producción cultural. Hay tareas pendientes en la academia, en la edición, en la difusión, en el conocimiento, en la divulgación y también en la ficción. Yo creo en ella como instrumento de cambio social. Por ello, intento tejer ficciones que incluyan a las mujeres, que las coloquen en lugares de relevancia, que reconozcan su contribución en los avances del mundo. Muchos de mis personajes protagonistas están inspirados en mujeres que pertenecen a la historia contemporánea: María Zambrano, Rita Levi-Montalcini, Eudy Simelane, Wangari Maathai, Rosa Parks, Natalia Karp… Son mujeres que han traído cambio y reforma al mundo y, sin embargo, la Historia ha preferido preservar el recuerdo de sus coetáneos y borrar el suyo de los libros. ¿Verdad que conocemos a Martin Luther King? Entonces, ¿por qué no conocemos a Rosa Parks? Sin Rosa, el movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos no hubiera sido el mismo.

E.- ¿Qué sabes de un texto cuando te sientas a escribirlo?

I.- No puedo decir que siga una misma metodología en mi escritura. Generalmente, me siento a escribir por uno de estos tres motivos: por curiosidad, por indignación o porque se me ha encargado un proyecto.

En el caso de Variaciones sobre Rosa Parks, fue la curiosidad y la ignorancia lo que me movilizó a querer conocer en profundidad la vida y la historia de ese personaje. En la escritura de Eudy, el punto de partida fue la conmoción que me produjo una estadística. Era el año 2010, el año de Sudáfrica por excelencia, el año en el que la selección nacional de fútbol masculino de España ganó el mundial de fútbol. La imagen que se proyectaba al mundo de Sudáfrica estaba ligada a lo lúdico, a lo festivo. Ese mismo año, leí que una niña sudafricana tiene más oportunidades de ser violada que de aprender a leer. La frase estalló como una bomba de racimo dentro de mí y necesité sentarme a escribir ese texto.

E.- ¿Cómo concretaste esa estadística en un texto dramático?

I.- Empecé a documentarme, a investigar, y ahí fue donde descubrí el horror de las violaciones correctivas, violaciones ejecutadas contra lesbianas con el propósito de modificar su orientación sexual. En ese contexto conocí el caso de Eudy Simelane, su lucha por la visibilidad de las mujeres lesbianas en el deporte, especialmente en el fútbol, su condición de capitana en la selección nacional femenina de fútbol y su posterior asesinato. Toda aquella información empezó a hervir dentro de mí y nació la obra.

E.- ¿Y cómo abordas la escritura por encargo?

I.- La abordo con ilusión porque he tenido la suerte de recibir propuestas externas muy estimulantes, como todas aquellas que han venido del Nuevo Teatro Fronterizo y de la prodigiosa mente de José Sanchis Sinisterra. Él es una persona siempre generosa en la proposición, en la invitación a imaginar, a generar proyectos. Obras como Tarjeta roja, Rita, inspirada en Rita Levi-Montalcini, o La niña y la ballena han nacido de propuestas externas que detonan el imaginario.

E.- Cuando te sientas a escribir, ¿prefieres los procesos largos o los intensivos?

I.- En el caso de los encargos, los procesos están supeditados a fechas de entrega. Para el resto de proyectos, debo conciliarlos con los calendarios y ritmos de la vida. Un rasgo esencial de la dramaturgia contemporánea es su dimensión conciliadora y polifónica. Polifónica porque somos muchas conviviendo en un mismo cuerpo: la pedagoga, la dramaturga, la periodista…, y conciliadora porque nuestra agenda contemporánea está llena de oficios, tareas, compromisos y horarios. La escritura teatral para mí está dentro de este aprendizaje de mi relación con el tiempo. Los escritores del Siglo de Oro podían retirarse a las que yo llamo primeras residencias artísticas: los conventos. Era una oportunidad de darle un espacio a la literatura que la vida no les permitía. A la literatura actual no le queda otra que conciliar.

E.- ¿Alguna(s) alerta(s) que tengas presente durante el proceso?

I.- Si releo la escena y me digo “qué interesante”, la quito.

E.- ¡Pero qué dolor, Itziar!

I.- Intento recordarme a mí misma que la tarea del teatro no es que un texto parezca interesante. Considero que tenemos un compromiso con la emoción del otro. Hay escrituras que pueden tener un interés general, un interés cultural, documental, textual, pero si no mueven, si no remueven, si no acarician y dialogan con el espacio del otro y, por lo tanto, no afectan a su imaginario, no están cumpliendo la misión del teatro.

E.- Entonces, para ti la tarea fundamental del teatro sería ¿emocionar?

I.- Por lo menos, no olvidar la emoción. Hay muchas esferas de nuestras vidas donde la emoción está subordinada al impacto. En las sociedades actuales se privilegia la conmoción sobre la emoción. El tremendismo, el shock, la exhibición impúdica de la violencia y de la pornografía tienen mucho campo en el mundo que nos rodea. Por ello, creo que el teatro debe aspirar a ser un espacio en el que las emociones sean tratadas de manera respetuosa.

E.- Hay personas que pueden perseguir promover la reflexión con su teatro…

I.- No creo en una reflexión que no esté afectada emocionalmente. En el teatro, imaginario, pensamiento y emoción trabajan en equipo. Durante mucho tiempo, poética y política eran incompatibles. Según algunos paradigmas, lo político debía renunciar a lo emocional, y lo lírico a lo político. Para mí, poética y política son lo mismo y comparten misión. Creo en una reflexión activa cuando nos sentimos concernidos. Este es el desafío del teatro: conseguir que poética y política trabajen en equipo sin excluirse.

E.- ¿Cuándo das por terminado un texto?

I.- Depende. La conclusión de un texto tiene que ver con esa conciencia de que seguir corrigiendo no mejora el material, sino que lo emborrona. La emoción esencial de la obra no puede perderse en la fase de corrección. La supervisión obsesiva puede neutralizar la fase emotiva del texto. Para mí, una obra termina cuando los objetivos, conscientes o no conscientes, de esa escritura han sido logrados. Los que han quedado pendientes deben esperar otra obra.
E.- ¿Cómo te enfrentas al paso del tiempo en tu teatro?

I.- Releo poco mi escritura y, si lo hago, siempre tiene que ver con una demanda externa orientada, por ejemplo, hacia una escenificación.

E.- ¿Qué hace que una obra sea atemporal?

I.- Desde mi punto de vista, hay dos premisas innegociables: la acción y la emoción. Una escritura dramática que aspire a tener continuidad en distintos sistemas teatrales no puede renunciar a estas dos máximas. La doble naturaleza de la palabra presente en el teatro, presente como tiempo del aquí y del ahora, y como presencia, hace que el teatro tenga permanentemente la oportunidad de dirigirse a sus coetáneos, a los que están aquí y ahora. El teatro atesora acción y emoción para el presente. El punto de vista puede perderse con el paso del tiempo, pero la acción y la emoción, no.
E.- Imagino que tu trayectoria pedagógica te ha permitido observar cómo ha ido evolucionando la dramaturgia en nuestro país…

I.- Este es mi curso número diecinueve de docencia ininterrumpida en la RESAD. Lo más bonito de estos años es todo el aprendizaje que conlleva y todas las oportunidades de diálogo con personas fabulosas que han ido pasando por la escuela a lo largo de esta casi veintena de años. Yo diría que hay aperturas que tienen que ver con el proceso evolutivo del sistema cultural en España. Por ejemplo, hace diecinueve años, preguntar si alguien veía la televisión era casi una ofensa. Cualquier dramaturgo o aspirante a serlo renegaba de la ficción televisiva. Hoy en día, sin embargo, la producción de series y la proliferación de canales y plataformas de exhibición generan campos de referencia de los que también se nutre el teatro. Por otra parte, existe en la actualidad un conocimiento más amplio del post-drama y de sus reglas. La escritura teatral actual plantea un dialogo entre el drama y el post-drama muy enriquecedor. No creo en sistemas teatrales que juegan a la negación de lo diferente. La exclusión de formas y estilos empobrece la escritura. Entender aquello que tensiona las reglas como oportunidad y no como amenaza es fundamental para el aprendizaje. Por otra parte, existe en la dramaturgia contemporánea un diálogo permanente entre lenguajes. Esta práctica ya venía realizándose desde finales de los ochenta y hoy se ha convertido en praxis habitual. El teatro de capillas es un teatro muerto. Por último, cabe destacar que también han cambiado los autores de referencia. En los años noventa, había tres autores pilares de la dramaturgia europea: Bernard-Marie Koltès, Heiner Müller y Thomas Bernhard. En la actualidad, son otras escrituras las que se citan e influyen en nuestra dramaturgia.

E.- ¿Existen tendencias temáticas en la dramaturgia actual?

I.- La memoria es, sin duda, un tema que se repite. Yo celebro este hecho porque considero que el teatro es un antídoto contra el olvido. Fíjate cuánta acción política hay, por ejemplo, en traer a la memoria toda esa genealogía escindida de la que hablábamos. La memoria que atesora el teatro viene a resignificar el pasado porque es consciente de la opacidad y el escamoteo a la que ha sido sometida.

Marco Antonio de la Parra decía que las dos grandes enfermedades de este arranque de milenio son metafóricas. Citaba el Alzheimer como símbolo de una sociedad desmemoriada, y el VIH como la enfermedad que evidencia el miedo a la relación íntima y profunda con el otro.

E.- ¿Se puede vivir de la escritura teatral?

I.- Depende de cómo entendamos el oficio. Yo concibo la escritura dramática como un radar, no como punto. Si percibimos la dramaturgia como un punto, la respuesta a tu pregunta sería: es difícil. Sin embargo, si creemos que la escritura dramática es un radar que incluye tareas como la elaboración de versiones, las adaptaciones por encargo, la reflexión teórica sobre la propia escritura, la praxis pedagógica, la ficción televisiva, cinematográfica…, entonces yo diría que sí puede convertirse en un modo de vida.

E.- ¿Por qué un teatro para la infancia y la juventud?

Me parece un espacio de aprendizaje artístico y humano enorme. En la dramaturgia para edades tempranas existe una gallardía y un afán de investigación que, en ocasiones, no se da en el medio adulto. La vida me ha permitido conocer a creadores y creadoras para edades tempranas a los que admiro. Los considero ejemplos de vida y guías artísticos. El caso de Suzanne Lebeau es clave para mí.

Este año voy a tener la oportunidad de desplazarme a centros escolares para dialogar con chavales. Me parece un regalo hermoso porque me va a permitir conocer a lectoras y espectadores potenciales. En el teatro para adultos, el diálogo con el público no suele ser tan cercano. Añade a todo esto el hecho de que la escritura para edades tempranas amplía el imaginario. Estar cerca de la infancia es una vitamina para la imaginación.

E.- ¿Piensas en la niña que fuiste cuando escribes para este público?

I.- No trabajo el recuerdo de mi infancia como recurso específico. Los niños proponen, como el clown, una mirada alternativa al mundo. En esa mirada alternativa reside la creación artística. Intento recordar siempre la multiplicidad de puntos de vista que existen ante un mismo acontecimiento, y pienso en cuál sería el punto de vista de un niño ante aquello que al adulto le parece evidente.

E.- ¿Cambia en algo tu modo de trabajar cuando te sientas a escribir para edades tempranas?

I.- Diría que soy más exigente cuando trabajo para público familiar que cuando lo hago para adultos porque sé que me estoy dirigiendo a un ser que está en proceso de crecimiento. La mayor revolución que un ser humano puede hacer es la que acontece entre los cero y los dieciocho años. Cuando escribes para edades tempranas tienes que tener muy presente tu relación con el lenguaje, con las palabras, con lo que sabes y con lo que no. No conviene dar nada por supuesto porque la infancia es un continuo descubrimiento del mundo y de la realidad que nos rodea. Lo que para un adulto es indiscutible, para un niño puede ser desconocido.

E.- ¿Existen temas tabúes para los niños y las niñas?

I.- Yo no lo creo. El problema es que hay que encontrar enfoques y estrategias dramatúrgicas apropiadas para contarlos. En este sentido, yo trabajo con dos premisas. Por un lado, asumo mi incapacidad para tratar todos los temas; acepto mi dificultad para escribir sobre determinadas temáticas. Por otro lado, no me siento a escribir sobre algo que puede herir la sensibilidad de los niños y niñas si antes no he encontrado el enfoque adecuado para hacerlo. No quiero cultura del shock para edades tempranas. Hay recursos poéticos que nos permiten sugerir sin necesidad de mostrar de formar explícita el dolor y la violencia. En este sentido, Suzanne Lebeau apunta que la escritura dramática es elusión y alusión. Lo que duele puede ser reelaborado desde el imaginario, desde lo poético.

E.- ¿Qué te duele hoy de la infancia?

I.- Tantas cosas… En un país como el nuestro, que se presupone que tiene recursos para cubrir las necesidades básicas de la infancia, hay niños y niñas en riesgo de exclusión social. Por otra parte, están sometidos a diario a una fuerte presión por los sistemas educativos. La complacencia con la que se ha gestionado la formación superior de nuestros dirigentes y la carga de trabajo insoportable a la que sometemos en edades tempranas a nuestros niños es demoledora. La coerción y el castigo son prácticas habituales en la educación primaria y secundaria. Al mismo tiempo, indigna en los sucesivos planes de estudios la paulatina desaparición de la enseñanza artística. En cuarto de la ESO, las optativas que se ofertan en el instituto de mi hija son música, plástica, teatro, filosofía, cultura científica. ¿Qué noción de la cultura y del arte van a tener nuestros jóvenes? Por suerte, España es un país con un potencial creativo y artístico inmenso. Nunca había habido tanta pedagogía teatral, nunca tanta gente queriendo aprender y hacer teatro. Se nos dice que el turismo es la riqueza de nuestro país pero no es verdad. Nuestro patrimonio histórico es el imaginario y la creación artística.

E.- En marzo se estrena Mi niña, niña mía (Moje Holka, Moje Holka) en el Teatro Español. En la obra, hay un personaje inspirado en Vava Schoenova, actriz judía deportada al campo de concentración de Terezín. Cuando escribes sobre un personaje real, ¿debe primar la verdad poética o la histórica?

I.- Quisiera referir que esta obra está coescrita junto con Amaranta Osorio, dramaturga, actriz, directora y compañera con la que he compartido tres obras hasta el momento y una que está en camino. La coescritura me parece una experiencia riquísima que recomiendo a toda mujer creadora. En Moje Holka, Moje Holka fue fundamental comprender que la verdad del teatro es siempre poética. Y dicha verdad ha de ser creíble en los paradigmas de la ficción que estemos planteando. Yo defenderé la verdad poética sobre la histórica porque estamos en el terreno del teatro y no en el del ensayo, la investigación o el periodismo. En nuestro caso, la figura de inspiración nos permitió, además, reflexionar sobre cuestiones presentes, sobre la Europa que vivimos en la que los trenes vuelven a llenarse de personas que buscan paz y refugio.

E.- ¿Y cómo se desarrolló ese proceso de escritura compartida?

I.- Estuvo motivado por tres detonantes. El primero es la ciudad de Avignon, que fue un espacio de encuentro para ambas antes y después de la escritura, ya que ha podido representarse en una sala de allí con una traducción excelente de Antonia Amo. El segundo detonante se lo debemos a los trenes, ya que ambas nos desplazábamos en este medio de transporte. Los trenes, además, son un elemento importantísimo en la propia obra. Y, por último, quisiera destacar el chocolate como una herramienta fundamental dramatúrgica que recomiendo a todo el mundo.

A lo largo del proceso trabajamos con pequeñas premisas, con semillas. No partíamos de una escaleta ni de una definición fabular, sino de un proceso de investigación documental sobre la actriz que inspira la historia de Moje Holka, Moje Holka. Al mismo tiempo, teníamos la mirada puesta sobre nuestro presente y, en concreto, sobre la llegada de refugiados a una Europa que trampea su memoria y su propia raíz. Después, sometíamos los materiales que iban llegando a proceso de escritura que se tejía y destejía en sucesivas fases de corrección, como el telar de Penélope.
E.- Moje Holka, Moje Holka pertenece a La trilogía de las luciérnagas. ¿Qué otras obras se incluyen en esta serie?
I.- La trilogía de las luciérnagas se compone de Moje Holka, Moje Holka, Clic, que fue Premio Fundación Teatro Calderón de Valladolid, y Vietato dare da mangiare, obra que se incluyó dentro del espectáculo Home que inauguró la temporada del Teatro Español el año pasado. Son obras-luciérnaga porque pensamos en el teatro como en ese destello de luz que sirve de guía en la oscuridad, siguiendo la metáfora planteada por Didi-Huberman. Un detonante de la obra fue el testimonio de una niña que sobrevivió al campo de concentración y que confiesa que el teatro le había permitido mantenerse con vida en el lager. Esa actriz fue, para ella, luciérnaga, esperanza frente al pesimismo del presente.

E.- ¿Quién es Mujer del Ahora?

I.- En este personaje hemos querido colocar muchas preguntas que tanto Amaranta como yo nos hacemos. Mujeres que se hacen preguntas hoy sobre quién soy, cuál es mi papel y mi lugar en el mundo, qué oportunidades tengo en el desarrollo de mi carrera profesional. ¿Existe un techo de cristal o de cemento armado que no permite la evolución profesional de las carreras de las mujeres? ¿Cuántos miedos guardo en el desarrollo de mi ser, de mi identidad?
E.- ¿Por qué poner a dialogar a Mujer del Ahora con Mujer Histórica?

I.- Porque sin ese diálogo no hay evolución posible. Es necesario que las mujeres de ahora tengamos conciencia sobre lo que vivieron las mujeres de nuestro pasado reciente para entender el papel tan complejo que nos ha tocado vivir. En tu biografía, tu talento, tu esfuerzo, en tu luz y en tu lucha se puede leer una historia que va más allá de tus raíces, y es ahí donde queríamos profundizar.

E.- Cuando leí el texto, recuerdo pensar que estaba lleno de teatralidad, y yo misma me cuestioné qué quería decir con eso. ¿Qué es para ti la teatralidad?

I.- Cambio. Coherencia. Teatralidad es lograr que lo que acontece esté sustentado por unas reglas de credibilidad propias del universo que estamos creando. Cuando la energía desemboca en un estatismo que no trae más que reiteración de un statu quo, la teatralidad se ve afectada. El trabajo con la fisicidad y con el sonido es, para mí, clave. Es importante que la composición del texto teatral esté fonéticamente al servicio de la emoción y al servicio del trabajo del actor. Creo en la sinestesia y aborrezco la cacofonía. Lo que suena, resuena.

E.- ¿Cómo crear imágenes tan concretas con la palabra?

I.- La sinestesia es una fuerza esencial. Frente a la descripción literal, que al final siempre acaba siendo estrecha, hay un trabajo con la elipsis, con la ilusión, con el escamoteo y con la sinestesia que significa devolver los sentidos al receptor.

E.- ¿Alguna obra tuya no estrenada?

I.- Las primeras obras de mi primera escritura están razonablemente guardadas en un cajón. Hay muchas obras del teatro español contemporáneo injustamente recluidas en cajones, las mías no. En general me siento muy afortunada. Desconozco la dolorosa experiencia de que los textos se queden guardados.

E.- ¿Alguna en la que pienses a menudo?

I.- No tengo una naturaleza nostálgica, no siento apego por lo que escribí en otros momentos de mi vida, mi pensamiento está en relación a lo que está aconteciendo o a lo que va a acontecer. Ahora mismo estoy muy feliz porque la compañía Karlik estrenó La vida de los salmones en Cáceres, y han conseguido una producción maravillosa. La lectura del texto que ha hecho Cristina Silveira, concretada en una creación de teatro-danza, es fabulosa. Mi pensamiento ha estado cerca de ese texto.

E.- ¿Por dónde camina tu imaginario ahora?

I.- Mi imaginario navega entre futuras invitaciones del Nuevo Teatro Fronterizo, correcciones para la próxima edición de la Antígona que escribí en el marco de la RESAD, esperando el proceso de edición de La niña y la ballena del ciclo de Planeta Vulnerable promovido por el Nuevo Teatro Fronterizo, y pendiente del estreno de Moje Holka, Moje Holka.

E.- ¿Cómo te gustaría terminar esta entrevista?

I.- Me gustaría terminar diciendo que estoy feliz de pertenecer a un tiempo en el conviven tantas mujeres talentosas en el teatro español. Me siento muy afortunada por ello.

Revista de teatro número uno

Crónicas

EVA REDONDO

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Alma Negra Dirección

Alma Negra

Reportaje:

Alma Negra

Edición 42. Festival de Butoh Ibérico

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1 de febrero de 2018, noche en casa. Recibo un email inesperado de Jonathan Martineau donde me invita a impartir un intensivo de tres días en la siguiente edición de Alma Negra, el festival de Butoh Ibérico que viene organizando junto a Matilde Javier Ciria desde hace algunos años, que se celebraría del 28 de junio al 8 de julio en Águeda, Portugal. De inmediato digo que sí; me apasiona la idea de participar en este Festival que llevo siguiendo como espectadora e investigadora de la danza butoh desde hace algunos años. 

El proyecto Alma Negra Festival de Butoh Ibérico surge como una plataforma para la investigación, difusión, creación y exhibición de la danza butoh en la península ibérica, a partir de una pregunta que en cierta forma yo también me hacía cuando investigaba para mi tesis doctoral: ¿cómo se transforma la danza butoh en nuestra sociedad? ¿Cómo esta forma de danza teatro que surge en Japón hacia 1959, y cuya expansión y ramificación a nivel mundial es hoy un hecho, se transforma y desarrolla dentro de la península ibérica? Se trata de un punto de partida desde donde abordar la investigación escénica en torno al cuerpo que busca su danza o eso que Mónica Valenciano llama “la voz del cuerpo”.

Desde 2015 Alma Negra tiene la edición 0 que se desarrolla en Madrid durante el puente de la Constitución. Desde 2018 también cuenta con la edición Plan B que sucede en Barcelona durante la Semana Santa y la edición Conquista que es itinerante. La edición 40º se desarrolla en verano durante 10 días; esta ya lleva dos ediciones en Águeda pero me dice Martineau que viajará, y con seguridad así será. Como puede verse, los organizadores de este festival han optado por una estrategia de crecimiento que tiene que ver con la sutileza inherente al Butoh, así en lugar de querer plantar un enorme baobab, han optado por esparcir muchas pequeñas semillas por muchos sitios invadiendo y ocupando pequeños territorios con mayor asiduidad.

Las condiciones que proponen Jonathan y Matilde son, según mi manera de ver estas cosas, las ideales para crear un ambiente de investigación y búsqueda profundas. Muestras de trabajo por parte del profesorado invitado, participación obligatoria en los demás talleres cuando no impartes, convivir, investigar, colaborar, “ayudar al parto” durante los laboratorios de creación, tales son las premisas organizativas para aquellos que tenemos la suerte de ir a compartir nuestra visión del butoh. El trabajo comienza desde el desayuno hasta la noche; las tareas cotidianas son compartidas por todos los participantes sin excepción creando equipos de limpieza y ayuda a la cocina. Esto que parece fútil ayuda sin embargo a una mayor compenetración entre los participantes y desarrolla un espíritu de disciplina y humildad necesarios para el trabajo.

El programa del festival deja sin embargo espacio para todo, y contempla también los tiempos necesarios para el descanso, en un ambiente festivo y veraniego. Sus organizadores lo han dividido acertadamente en dos bloques separados por un día “bisagra” pensado para el reordenamiento individual antes del final del evento; en el primer bloque las mañanas las dedicamos a los talleres largos que durarían seis días, impartidos por Sara Pons y Rosana Barra, y las tardes a los intensivos de tres impartidos por Marleje Jöbst y yo; en las mañanas del segundo bloque continuamos los talleres de seis días y las tardes las empleamos en los laboratorios de creación. En las noches, jam, presentaciones, cine, charlas, celebración. 

Esta edición a la que tuve el inmenso placer de ser invitada como profesora junto a Rosana Barra, Marlène Jöbstl y Sara Pons, la número 42, se desarrolló en el Parque Municipal Alta Vila de Águeda. Un ambiente rural que hacía olvidar que estabas en el corazón de una pequeña ciudad cubierta de paraguas coloridos; dentro del parque de estilo romántico con trayectos sinuosos, pequeños puentes, lagos, árboles exóticos y falsas ruinas según el estilo de “Fin de Siclee”, unas estupendas y restauradas edificaciones del XIX abrieron sus puertas a unos 27 participantes que durante diez días se sumergirían en un viaje de exploración artística y humana. 

Sara Pons nos ofreció durante seis días su experiencia en el trabajo corporal que propone el Body Weather, una práctica que nació en Japón en la década de los 70 a partir de las experiencias y el trabajo conjunto de Min Tanaka y Hisako Horikawa. El BW es un laboratorio de investigación en torno a lo corporal que profundiza en la conexión cuerpo-espacio, desjerarquizando la relación entre ambos, explorando las conexiones para aprehender el espacio como una prolongación del propio cuerpo en un proceso de mutabilidad constante. El entrenamiento del BW se divide en tres partes. El entrenamiento en la sala incluye una serie de ejercicios que se conocen por las siglas MB, que responden a las palabras inglesas body/mind (cuerpo/mente), pero también bones and muscles (huesos/músculos); es un concepto que implica el trabajo conjunto de la mente y el cuerpo en busca que un equilibrio que le permita la escucha y la transformación. En esta parte se trabaja coordinación, reflejos, elasticidad y motricidad en todos los sentidos, sirviendo además de calentamiento y preparación para el trabajo posterior, pudiendo llevarse hasta encontrar el agotamiento extremo en el practicante, de forma que pase a otro estado de consciencia favorable a los procesos de trabajo. En otra fase del entrenamiento se desarrollan las investigaciones sensoriales y la consciencia espacial, preferentemente en un entorno natural, aunque cualquier espacio abierto puede ser idóneo para la investigación; en esta parte también se trabaja con imágenes y texturas que se corporizan. Finalmente el trabajo de manipulaciones se desarrolla en parejas y abrimos, relajamos, entramos y dejamos entrar.

Rosana Barra en el otro taller largo nos guió de forma mágica en ese viaje individual en el que cada uno busca y descubre sus propias puertas por donde penetrar y descubrir su danza. Como la gran facilitadora que es, fue llevándonos de un espacio a otro, de un estado a otro, en una investigación donde en vez de funcionar como creadores, “somos creados”, para de cierta manera salir revitalizados. Porque para Rosana el Butoh es un proceso de rendición, de ponerse a disposición de algo en nosotros que intenta superar los egos, que busca una danza que nace desde el alma, para decirlo en sus propias palabras.

Marlene Jöbstl y yo estuvimos por las tardes en talleres intensivos de tres días. Aunque no pude estar con Marlene porque coincidíamos en horarios, creo que en ambos la cuestión de la corporalidad estaba presente como punto de partida, del cuerpo no como instrumento o herramienta para el trabajo escénico, sino como punto cero foucaltiano, como la única realidad que no se puede mirar desde ningún punto de vista, sino que se participa de ella y de la cual no me puedo desprender. Porque no tengo un cuerpo sino que soy ese cuerpo, es preciso en este trabajo desarrollar la capacidad de escuchar con atención su tenue susurrar, escrutar desde donde resonar y seguir ese hilo de Ariadna a través del laberinto. Es un buscar minucioso y no menos placentero. Bajo esta premisa propongo también descongelar la voz, escuchar y seguir sus apetencias.

Durante las tardes del segundo bloque desarrollamos y fuimos “ayudantes al parto” en los laboratorios de creación de todos los participantes. No dirigimos ni coreografiamos. Con absoluta libertad formaron grupos, algunos prefirieron trabajar solos, con la misma libertar escogieron el tema sobre el que trabajar y el espacio idóneo para el desarrollo de su investigación y su performance final. Una vez creados los grupos, las cuatro profesoras y los dos organizadores del festival nos repartimos el trabajo de manera que cada uno trabajara durante una hora con todos los grupos en algún momento del proceso. Los participantes por otro lado, tendrían que lidiar con las opiniones de cada profesor/guía/ayuda al parto, consensuar y tomar sus propias decisiones. 

No menos importante dentro del concepto de todo el festival son las jam sessions nocturnas, algunas de las cuales hicieron honor a su origen propiciando una barahúnda agolpada y disforme de cuerpos que a menudo se estorbaban y espachurraban mutuamente. No hay meta ni objetivos en estas sesiones, tales cometidos escapan definitivamente a sus competencias; ejercitan sin embargo la buena costumbre del derroche dancístico cuyo único fin es el disfrute espontáneo de quienes lo practican.

El festival concluiría con una performances colectiva en la plaza del Ayuntamiento del pueblo. Aunque el día anterior hicimos un ensayo del movimiento grupal dentro de la plaza, el día de la actuación nos reunimos una hora y media. La gente pululaba ya por todas partes como parte del ajetreo festivo de la jornada. Nuestra pauta para el trabajo fue caminar por la ciudad, entre la gente, durante 10 minutos desde el centro de la plaza hacia un lugar sin premeditación. Luego tendríamos una hora y cuarto para regresar al mismo punto investigando el material desarrollado durante los laboratorios de creación, ya fueran personajes, movimientos, imágenes, tendencias, poesías… Fue una maravillosa deriva por toda la ciudad inundada de cuerpos danzando interactuando con el espacio urbano, con las gentes, con los muros, los coches, para finalmente penetrar la plaza, ocuparla, transitando múltiples yoes, desapareciendo luego en movimiento muy lento hasta llegar al suelo, expandiéndonos allí, fundiéndonos con el entorno, cada vez más.

Revista de teatro número uno

Crónicas

Evelyn Viamonte Borges

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© Fotos de: Rauñl Bartolomé

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Encendamos todas las luces Dirección

Encendamos todas las luces

Ensayo:

Encendamos todas las luces

una reflexión de la escritura como pensamiento

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I

Es sabido que somos animal que habla como definió Aristóteles al ser humano, y como tal comenzamos en el lógos, con el lenguaje, teniendo que asimilar, en las palabras, el vacío provocado por la naturaleza. Este lenguaje no es otra cosa que la manifestación del asombro, ese motor en el que vieron el origen del pensamiento Platón y Aristóteles. Asombrarse significa distanciarse, sentir el espacio que origina ese vacío y que constituye el lugar de la conciencia: silencio, mirar y sentir. Así que las primeras construcciones del lenguaje señalaban ya lo ideal, aquello que no veían los ojos, pero sí las palabras. Y de la misma manera que el cuerpo respondía con la experiencia a los estímulos del mundo, la mente se nutría de los primeros indicios de idealidad.

Pero para que el lenguaje de los griegos enraizara en nosotros hizo falta la escritura, que el hablante se convirtiera en ciudadano de dos mundos, atravesara su temporalidad histórica. La escritura, la primera escritura, entonces, facilitó al ser humano moverse entre la realidad y la posibilidad, permitiendo descubrir en el lenguaje ajeno, en la voz del otro, un residuo de otro tiempo y, con ello, recuperar la memoria.

Decía Hannah Arendt que todo relato ficticio es una vía para la reflexión ética y política; luego el lenguaje no es solo medio de comunicación, es un mundo por conquistar cada día a la luz de ese ideal ético que convierte la existencia humana, a pesar de las violencias, en un motivo de júbilo, en un destino, en una profunda meditación sobre la vida.
En el uso de la palabra nos movemos en el terreno afectivo y político, en la fértil tierra de la memoria, esa desde donde la concepción ética del oficio de la escritura se presenta como la más radical forma de hacer política. En este sentido, en esta suerte de ética hermenéutica, el oficio de escribir y el oficio de leer se funden en el tiempo, el suyo propio y el que no le pertenece. Este hecho, extraordinario, es una forma de enhebrar memorias, pero también, y precisamente por ello, una manera de inmortalidad en palabras de María Zambrano.

II

Nuestra cultura, la situación intelectual en que se encuentra nuestra contemporaneidad, está sumida en una profunda crisis política a escala mundial, y ha de buscar en sus propias raíces un modelo que, en parte, le sirva para remediar su creciente empobrecimiento, como nos recuerda el profesor Emilio Lledó. Podría parecer innecesaria esa mirada hacia al pasado para buscar en él asidero, colaboración y mejora, sin embargo, se torna necesario volver la mirada hacia los oprimidos de la memoria, hacia las teorías del origen de las violencias, hacia las advertencias del nacimiento de las democracias, hacia ese inmenso suelo intelectual que ha ido surgiendo en el pasado y que soñaba con un futuro habitable, en último término. Solo así será que podamos continuar un movimiento ya iniciado: volver a mirar y sentir.
¿Dónde reside hoy el silencio que precede al lenguaje? ¿Dónde brota el asombro con el que nos distanciamos del mundo para aprehenderlo? ¿Desde dónde ejercemos nuestro potencial crítico y político? ¿Hacia que otra memoria, que dejaremos para el futuro de los no nacidos todavía, nos estamos acercando? ¿Qué uso del lenguaje manipulador hace que parezcan legales las ilegalidades? ¿Cómo sostendremos esta inmensa ignorancia?

Si somos el sueño de otros, entonces guardamos una responsabilidad moral para con la cultura en vías de desarrollo heredada y que de forma paulatina hemos ido erosionando: la ultraderecha naciente de Brasil; el retorno del grupo de extrema derecha Vox, en España; la humillación constante de las autoridades italianas a los inmigrantes; el auge de los grupos fascistas en Europa, rescatando la memoria de los genocidas; la manipulación del poder informativo; la indefensión de los menores víctimas de violencia machista…

Podríamos pensar, también, que estos son problemas políticos, problemas de los que ostentan el poder. Sin embargo, la originalidad y voluntad de establecer principios éticos fundamentales podrían llevar a cabo una renovación humanista, que posibilitase una utopía plena: nuestra dramaturgia, creemos. La utopía, parafraseando a los reyes-filósofos de Platón, son hoy las reinas-autoras, los reyes-autores que existen en nuestro panorama teatral.

III

La dramaturgia contemporánea en nuestro país conforma una sociedad que busca otras explicaciones, más adecuadas, a las nuevas configuraciones del vivir. Resiste guardando esperanzas en un mundo que sabe nos devora, pero también nos convoca; y en una responsabilidad ética, se enfrenta a un diálogo constante con afán político, revolucionario y poético.

No le es ajena la penalización por pensar diferente en la democracia debilitada en que se expone; tampoco la incapacidad para generar puestos dignos de trabajo; no es ajena, sin duda, al debilitamiento de la educación en los años cruciales de las crisis; y no lo es porque con conciencia crítica, a la época en la que habita, le responde: queremos ser, queremos entender y tenemos encendidas todas las luces. ´

Ética significa en griego antiguo la guarida de los animales. La ética para los humanos la encontramos en el refugio de los libros, de los teatros, de la filosofía, de las escuelas. Nuestra guarida es la lengua matriz, esa con la que creamos lo que somos. Nuestra guarida es la dramaturgia, esa que construye palabra en la que habitar, reflexionar y juntarnos.

Revista de teatro número uno

Crónicas

Nieves Rodríguez Rodríguez

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Luz Arcas y Abraham Gragera Crónicas

UNA GRAN EMOCIÓN POLÍTICA

UNA GRAN EMOCIÓN POLÍTICA

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Dramaturgia y dirección: Luz Arcas y Abraham Gragera

1.

Tras un verano de absurda polémica sobre si los restos de un dictador deberían o no descansar en un gran mausoleo rodeado de los huesos anónimos de aquellos que fueron forzados a construirlo, llegó en el mes de Septiembre al Teatro Valle-Inclán de Madrid Una gran emoción política: una obra escénica total sobre la Guerra Civil que se compone de danza, actuación y música en directo.

Hemos tenido que escuchar a gente preguntarse si vale la pena remover las heridas, cuando la decencia –ya que se empeñan en usar esta metáfora de mal gusto- pasaría por examinarlas y desinfectarlas antes de coserlas adecuadamente para que quede la mínima cicatriz. Es lo que cualquiera querríamos para nuestro cuerpo, y es de justicia que lo exijamos para el cuerpo social.

La pieza dirigida por Luz Arcas y Abraham Gragera hace por lo menos lo primero: nos muestra pasajes de la guerra para que la veamos de cerca y, aprovechando la viveza que permite la danza, reconstruye, como en un falso directo, las emociones del pasado.

2.

Mi abuela está empezando a olvidar muchas cosas pero durante años nos ha contado a los nietos historias de la guerra y la postguerra, y es gracias a esos relatos inconexos llenos de nombre de familiares sin rostro, que tengo un conocimiento mínimo de lo que pasó. Cualquiera que haya ido al colegio en tiempos de democracia sabe que nunca daba tiempo a llegar a la guerra civil española, que el siglo XX solía resumirse en un par de sesiones acerca del fascismo con pinceladas muy generales en las que Franco siempre parecía menos malo, como más campechano, un inocente come-bocatas-de-chorizo al lado de Mussolini y Hitler.

Es solo gracias a la memoria de algunos (y siempre en lapsos pequeños arrancados a la vergüenza de la autocompasión o al miedo a recordar) que nos hemos pintado imágenes de lo que supuso el golpe de estado de 1936. Pero estas historias de la guerra siempre han sido muy difusas para mí, intentaba ponerle cara a mis bisabuelos pero lo único que conseguía imaginar eran un delantal raído, un moño a punto de deshacerse, unos zapatos desgastados y llenos de polvo.

El reparto de Una gran emoción política le pone carne a los recuerdos. Mientras veía a los bailarines observar aterrados a los aviones bombarderos, rezar y ayudarse unos a otros a levantarse del suelo me di cuenta de que la mamá de mi abuela fue una vez como ellos. No siempre fue la cáscara de un relato fantasmal sin rostro, sino que fue de carne y hueso, fue joven, tuvo piel que le recubría la cara. Y me emocioné porque por primera vez me confronté con el horror que vivieron nuestros antepasados. Sentí en mi cuerpo la incertidumbre de esta mujer, que como tantas otras, no sabía si volvería a ver a su esposo; sentí la angustia de tener que alimentar a cinco niños, la desolación de tener que recocer otra vez las mondas de las patatas para llevar una sopa a la mesa que supiese a algo más que agua.
La danza tiene ese poder cuando se ejecuta con maestría: los bailarines me dieron un espejo donde mirar a mis antepasados, y era mucho más creíble que lo que cualquier efecto especial de película podría conseguir, pues mis antepasados estaban ahí, desmayándose delante de mí, sudando o quedándose fríos delante de mí. Y salí del teatro pensando que ese es el verdadero poder de la escena, pintar cuadros vivos, mostrar las historias en lugar de adoctrinárnoslas en libros de Historia.
3.

Creo que Luz Arcas utiliza las emociones para crear movimiento. Le preguntará al cuerpo ¿cómo se mueve eso? para así trasladar el sentimiento a una mecánica, a un gesto. Veo que el movimiento de sus bailarines nace de las emociones guardadas en los órganos, en los ligamentos y los huesos, y que por eso todos entendemos.
Arcas explora ese lenguaje puro del cuerpo y lo lleva al extremo hasta hacer poesía con él. El gran solo que ella interpreta al comienzo de la obra, largo y profundo, auténtico, es una muestra exquisita de este método de preguntar al cuerpo y dejarle hablar, contar su historia.

Esta manera de trabajar (que solo estoy conjeturando que sea la de Arcas) era la que utilizaba Pina Bausch: de adentro hacia afuera, del sentimiento al movimiento, de lo particular a lo universal.

4.

Esta pieza está llena de perdedores de principio a fin, perdedores dignos, perdedores que resurgen una y otra vez de las cenizas, a los que se los mata varias veces, y que aún así se levantan, tullidos, peores que los zombies porque no son de ficción, para deambular por los campos amarillos en búsqueda de un refugio, de la posibilidad de rearmarse o de un lugar donde enterrar a los suyos. Esto es lo que se vivió en España hace solo dos generaciones.

Me sumo al mensaje que Arcas y Gragera rescatan de la autobiografía de María Teresa León. Se trata de recordar. Tenemos que encontrar la manera de confrontarnos a nuestro pasado, de mirarnos al espejo y entender el sufrimiento, la impotencia y también las agallas de quienes lucharon o resistieron a los violentos como pudieron. Porque duele pero tiene un efecto sanador: solo reconociéndonos en nuestro pasado podemos construir un yo que tenga sentido, una narración coherente que nos permita encontrarnos con los demás hoy.

5. Anexo importante: Luz Arcas y Abraham Gragera han estructurado y dirigido esta pieza con diez maravillosos intérpretes y tres músicos que tocan una banda sonora en directo hermosa y emocionante. La obra se basa en la autobiografía Memoria de la melancolía de María Teresa León. El CDN ha editado un libro sobre Una gran emoción política en el que podrá encontrarse información más detallada.

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Crónicas

Paula Lamamie de Clairac

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© Fotos de: Virginia Rota

Luz Arcas y Abraham Gragera
Raquel Sánchez

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