CRÓNICA DEL Pavón Teatro Kamikaze

DESDE LO INVISIBLE

Dirección: ROLANDO SAN MARTÍN

Dramaturgia: INMA CORREA Y RUBÉN TEJERINA

Con ISABEL RODES, VICTORIA TEIJEIRO y NACHO MARTÍN

Regresé al ambigú del Pavón Kamikaze interesada en un proceso de creación -liderado por Inma Correa y Rubén Tejerina- que pretende visibilizar -sin condescendencias ni compasiones-, estados del ser que aún no somos capaces de aceptar, de asumir como alternativas vitales que se nos reparten en suerte. La investigación previa a la dramaturgia ha sido vivencial, y se ha llevado a cabo en un centro ocupacional de Madrid, con jóvenes de capacidad intelectual diversa.

Así que me acerqué a La Latina en metro, caminé hasta el teatro, solicité mi entrada, entré y subí las escaleras hasta la sala. Hasta aquí todo cotidiano, normalísimo. Pero eso iba a cambiar. Lo primero que apareció ante mis ojos fue una escenografía construida con material reciclado, extraña, nada concreta, con amor por la extravagancia y por el invento. Ya iniciada la función, fue sublime comprobar que todos esos cachivaches emitían un sonido que les transcendía. Lo indescriptible por invisible, la música en este caso, siempre alcanza lo más íntimo. ¿De dónde brota? ¿Puede cualquier deshecho transformarse en melodía? ¿Incluso un instrumento extraño tendrá un sonido atrayente y significativo? ¿Os acordáis eso que dijo Hamlet sobre que no le hicieran sonar como a una flauta? Pues eso, que cada quien -suene como suene- tiene alma, y el alma es indescifrable. Por encima de todo, el sentido de la existencia podría encontrarse en la pertenencia a la Madre Naturaleza, en el ansia por liberarse del raciocinio y por entregarse al disfrute de cada instante.

Había algo de sala de juego en la propuesta escénica, de construcción infantil, de acción transformadora y pacífica, a través del arte. Jose Manuel Pizarro se encargó de la creación musical; la ejecución fue cosa de Nacho Martín. Adoro los espectáculos con música en directo, son muy honestos. Pero es que este, además, tenía la particularidad de presentarnos a esa partitura de interludios como a un personaje más, nota discordante añadida o estribillo en concordancia con los hechos, armonizando lo impensable. Era la respiración de la obra, la pausa para liarse un pitillo y fumarse lo políticamente correcto. Ingenuidad, blanco sobre blanco, disparate, absurdo, dibujo animado que se resuelve en trazos ligeros que cobran vida, sin remates ni colorido, pero vivos, con entraña. Esos otros momentos a los que aludo, de las proyecciones casi en el techo, prácticamente tuve que intuirlos, verlos de soslayo. Antes de la encarnación de los personajes, por cambiarme de asiento durante la espera, abandoné una perspectiva de última fila por otra en la primera. Y, claro, las cosas cambian de aspecto según el lugar desde donde se miran… Luego supe que no eran cosas ni personajes, sino objetos valiosos los unos y personas imaginando ser personas ya conocidas y apreciadas, las otras.

Uno de los mayores aciertos de esta propuesta es el hallazgo del humor en lugares insospechados, en rincones que se presuponen de tragedia. Nada más lejos, sin embargo: la alegría está más cómoda entre el absurdo que entre lo sobrio y cotidiano, entre lo anodino. Y estas personas que se nos presentaron eran cualquier cosa menos eso: eran rebeldes, sensibles, tenaces, voluntariosas, intuitivas, dignas… Transgredir las reglas comunes provoca rechazo social, pero también reacciones tan sanas y necesarias como el replanteamiento de la normativa o la franqueza de la risa.

Otro de las aportaciones valiosas de este trabajo artístico en el que tanta gente está implicada, es que el estremecimiento y la emoción que lo rebasa sean consecuencia de la belleza, solo y exclusivamente del reconocimiento de lo bello, pese a que su reflejo se nos antoje distorsionado. ¿Cómo se hace eso, siendo un tema tan controvertido y silenciado el que se trata? Pues creo que precisamente desnaturalizando los conceptos ficticios y naturalizando a los seres reales, concretos, con toda su idiosincrasia. Para ello, hay que entrar en contacto, adquirir conocimiento, atreverse a mirar y a ver, a escuchar, a convivir, a empatizar. Es maravillosa la escena en la que observan las estrellas, espalda contra espalda, y hablan de las constelaciones. Todo ser humano tiene sed de infinito.

El malestar de un ser humano podría tener que ver con la genética, pero también con la cultura, que es ya algo adquirido, puesto sobre sus hombros o conformado como plataforma sobre la que subsistir. Si tu habilidad para adaptarte es inferior a la media, estás en peligro de exclusión. No se puede una retrasar, no se tolera el retraso en estos tiempos veloces. Luego está el misticismo de los límites y quién diablos los establece. Nunca me he sentido atraída por la gente “corriente”, no me siento nada corriente y sí bastante límite; pero impera el reino del disimulo, no vaya a ser que perdamos derechos, o que nos perdamos, torcidas, retorcidos… Resulta muy ambiguo e injusto calificar y clasificar a otro ser humano hasta el punto de considerarlo inferior a una misma o a la mayoría omnisciente. Nos creemos seres divinos. Utilizamos porcentajes, definimos, categorizamos, llamamos enfermedad a todo lo diferente. ¿Hasta qué punto la ciencia puede abarcar el misterio del ser humano sin reducirlo, esquematizarlo, digerirlo vanamente y vomitarlo, sin haberse percatado de la maravilla presa precisamente en esa diferencia que hace única a cada persona, que individualiza a cada ser? El cuerpo y sus lógicas, la mente y sus desvaríos. Somos una amalgama de condicionantes y posibilidades infinitas. El valor que se nos otorgue depende de quién y con respecto a qué se evalúen nuestras capacidades. Son los otros los responsables del juicio emitido sobre un individuo; no tanto de las consideraciones concluyentes que cada quien arroje sobre su propia persona, pero también, en gran medida… Sistematizar, clasificar, marcar fronteras. La esencia de la persona no es en modo alguno su comportamiento –aunque, creer esto, de mucho miedo y sea demasiado oscuro-. Las calificaciones de los comportamientos evolucionan según las épocas históricas, habría que no perder de vista el sentido ético de las valoraciones emitidas. Creemos tener sentido común y capacidad de reflexión -¿comparándonos con quién?- ¿Por qué la deficiencia intelectual se considera esencial en la persona que la “sufre”? Es una falacia que pretende otorgar legitimidad a las jerarquías. La discapacidad intelectual es un estigma, no constituye un hecho objetivo, sino que está sujeta a una interpretación comunitaria. La rareza está en peligro de extinción, debido al control de su natalidad, por eso es cada vez más rara, por escasear. Negamos autonomía a lo raro por temor a que nos contagie su singularidad. ¿Y si fuera esta perspectiva tan solo, una ficción cultural, un mito de alienación mental? ¿Y si las pautas a seguir fueran otras? La resistencia no siempre se genera en el ámbito de los cuidados, solo cuando reina el humor, el respeto mutuo y la empatía, cuando son reales los vínculos, cuando se apuesta por una existencia digna.

Este proyecto antropológico y artístico, que lleva una trayectoria de diez años de investigación, fue premio MAX 2008 al mejor espectáculo revelación.

Vayan y vean, si es que no lo han visto ya. Incluso repitan, si apetecen, les resultará muy saludable.

Crónicas

Por MJ Cortés Robles

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© Fotos marcosGpunto

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