Entrevista
Orestes Amador: “El teatro me permite gritar lo que fuera se censura”
Por Eduardo Viladés
Eduardo Viladés.- Orestes Amador es uno de los actores más reputados de la República Dominicana. Llegó a la isla caribeña hace tres décadas procedente de Cuba, donde se formó como bailarín, coreógrafo y profesor de arte dramático. Actualmente es miembro de la Compañía Nacional de Teatro, radicada en el Palacio de Bellas Artes de Santo Domingo. Es conocido por sus interpretaciones en piezas teatrales como El crédito, El ingrediente secreto y Las criadas. En 2018 obtuvo una nominación a mejor actor protagonista en los Premios Soberano, los Max dominicanos, por su papel en Bachata.
EV.- Siempre ha dicho que su vida se ha caracterizado por los accidentes, que todo le ha sucedido por casualidad, sin apenas darse cuenta. Menuda casualidad el coronavirus…
Orestes Amador.- Ha sido un golpe muy duro para los artistas porque necesitamos estar cerca del público, sentirlo, saber que se encuentra a tres metros del escenario. La pandemia ha sido quizá el mazazo más duro de mi carrera profesional.
EV.- ¿Cómo le ha afectado anímicamente?
Orestes.- Ha sido un caos emocional. A cinco días de un estreno se canceló una obra con todo preparado. La premiere era un viernes en un teatro de Santo Domingo y el lunes nos dijeron que se paralizaba. Mis primeras semanas de encierro me deprimí mucho al ver que todo el trabajo se había truncado. Esto se unió al temor y la ansiedad que sufría, exacerbada por las noticias que llegaban de los medios de comunicación. Un productor me llamó y me dijo “¡Orestes, olvídate de 2020!”. Esa llamada, aunque parezca absurdo, me tranquilizó y empecé a llenarme de fe y fuerza.
A sus 58 años, Orestes es un actor de método que no olvida sus comienzos en su Cuba natal. Procede del Valle de Viñales, un paradisiaco enclave ubicado en la provincia de Pinar del Río, la zona occidental de Cuba, a dos horas y media de La Habana. Sus fuentes de inspiración son muchas pero, escarbando en su memoria infantil, destaca lo que absorbió de sus paseos por la Sierra de los Órganos y las radionovelas que disfrutaba con su abuela. Es el segundo de cinco hermanos.
EV.- Hay que olvidarse de este año e incluso de parte del próximo.
Orestes (sarcástico).- Me siento más reconfortado por sus palabras.
EV.- La vida es dura, después de todo te mata. Eso lo dijo Audrey, mira por donde el pasado 4 de mayo se celebró su onomástica.
Orestes.- Es una de mis actrices favoritas.
EV.- De todos modos, si tuviésemos que escoger una sesión continua perfecta, nos quedaríamos con Tiempos modernos, Jezabel y La reina de África.
Orestes.- Mucho sabe usted de mí.
EV.- ¡Orestes, que hemos trabajado juntos! Eso se une a que tengo poderes. En este periodo de confinamiento he matado los tiempos muertos con mucha ouija y tarot. No cobro, tranquilo.
Orestes (risueño, pensando en el arroz congrí que está preparando).- Charles Chaplin es una de mis principales fuentes de inspiración. De hecho tengo un cuadro con su imagen en la cabecera de la cama. Recuerdo con cariño un programa de televisión que emitían en Cuba los domingos por la mañana cuando era pequeño. Repasaba la historia del cine mudo, en especial el cine de Chaplin y Keaton. Solía verlo con mi abuela. En cuanto a Bette Davis, transformó el cine, fue un antes y un después. La Davis no era una actriz, sino una intérprete. Y de Bogart, ¿qué te puedo contar? Me baso en él cuando tengo frente a mí un personaje poderoso, con un toque turbio, pero enérgico.
Otros de sus referentes han sido José Antonio Rodríguez Ferrer y Berta Martínez. Rodríguez Ferrer fue un actor cubano de teatro, cine y televisión durante más de cinco décadas, icono de las artes escénicas caribeñas. Se caracterizó por su fuerza expresiva, su capacidad de caracterización en diferentes tipos y personajes y su habilidad para participar tanto en teatro clásico como experimental y contemporáneo. “Nunca olvidaré su privilegiada voz, potente y cálida, y el dominio de su cuerpo”, asegura Orestes. Berta Rosa Martínez, por su parte, fue una directora artística y diseñadora escénica fundadora de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.
EV.- ¿Qué fue lo último que hiciste antes de la pandemia?
Orestes.- Caronte, el banquero del inframundo, un monólogo maravilloso. Empezamos la gira en la localidad colombiana de Medellín en enero y ahí se quedó. En mayo deberíamos haber ido a Miami y en noviembre a Nueva York, pero se han cancelado los bolos.
EV.- Recuerdo que me hablaste mucho de ese trabajo cuando estabas preparándolo.
Orestes.- Como en todo lo que hago, me entregué en cuerpo y alma. Caronte es un drama escrito por Ariel Feliciano, quien se inspira en uno de los personajes más enigmáticos de la mitología griega, el encargado de transportar las almas de los muertos hacia el inframundo.
EV.- Tengo entendido que en septiembre ibas a volver a trabajar con Ramón Santana.
Orestes.- Así es. Y también se ha quedado en agua de borrajas. Gracias a Ramón, tú y yo nos conocimos en una de las tragicomedias más importantes de mi carrera, El ingrediente secreto.
EV.- Parece mentira que hace apenas un año estábamos metidos de lleno en la promoción de la obra y ahora no sabemos lo que nos espera. En El ingrediente secreto te metías en la piel de un director de cine con pocos escrúpulos.
Orestes.- Sí, fue brutal, un registro muy novedoso para mí. La pieza funcionó muy bien porque criticaba el lado oscuro de las artes escénicas con respeto y sabiendo lo que se cuece entre bambalinas.
EV.- Si yo te contara…
Llegados a este punto, vamos a recapitular algunas de las frases que Orestes me está diciendo a lo largo de nuestra charla. Ojalá pudiese estar ahora mismo con él en la cocina de su casa preparando ese arroz congrí que tan bien le sale y que pude disfrutar in situ el verano de 2019 junto con unos plátanos maduros horneados. Tenemos que conformarnos con una videollamada.
* Mi existencia está basada en accidentes, todo me ha sucedido por casualidad
* Me paso la vida buscando una metáfora escénica que me haga brillar como actor
* La fuente de inspiración de mi trabajo es la poesía
* En el escenario me transformo, pierdo el miedo y encuentro mi yo real
* El teatro me permite gritar lo que fuera es censurado
EV.- ¿Así que el teatro te permite ser tú mismo, evadirte?
Orestes.- Gracias al arte me alejo de la realidad, una realidad que en este momento me pesa como una losa por su crudeza extrema. Sobre un escenario me siento yo mismo, soy sincero, pierdo mis miedos y me siento seguro.
EV.- Me fascina cuando los artistas os ponéis en plan Vicente Ferrer, levitando y descubriendo el Santo Grial en cada una de vuestras místicas interpretaciones. No sé si drogarme o emborracharme para soportarlo.
Orestes.- ¡Eres incorregible! Sé que tú experimentas lo mismo que yo porque eres un gran artista, pero te apasiona provocar e ir de chico malo.
EV.- Si no lo hiciese no me gustaría esta entrevista ni conseguiría emocionar con mis creaciones teatrales. Lo sabes bien.
Orestes.- Cuando interpreto siento que vuelo, pretendo transmitir sinceridad al público. Quiero que me observen y decirles “estamos aquí, esto existe y es real, hay un porqué de las cosas, gritad conmigo lo que fuera está censurado o mal visto”.
EV.- Amén.
Orestes casi siempre viste de azul celeste o de amarillo, sus colores preferidos. Aunque hace más de tres décadas que vive en la República Dominicana, visita Cuba siempre que puede, especialmente en Navidad. El arte le sirve para exorcizar sus demonios y miedos internos, aunque hay una pesadilla que le persigue desde hace lustros. “Estoy en un escenario, con el público escrutándome, y se me ha olvidado completamente el texto. Me desveló sudoroso y sobresaltado. Este sueño, que me paraliza, se convierte en recurrente cuando me dan una obra nueva, sobre todo en el proceso de ensayos, tengo miedo de no estar a la altura”. Pero lo cierto es que Orestes Amador siempre ha estado a la altura. Y la ha sobrepasado con creces. No en vano, en el mundillo dominicano se dirigen a él como maestro.
EV.- Como ves, tan típico en mí, vamos cambiando de una etapa de tu vida a otra, de un pensamiento general a otro más inefable. Así es la vida, una tragicomedia, ¿no crees?
Orestes.- Afortunadamente. Yo me paso la vida leyendo muchas cosas que me ayudan a construir una metáfora escénica. Si te digo la verdad, creo que la poesía es mi gran musa. Soy un gran observador del paisaje, del mar, de las piedras, de los árboles.
EV.- La admirada Berta Martínez apostaba precisamente por no hacer nada como un modo de hacer, por observar lo cotidiano durante horas en busca de ese no se qué tan especial.
Orestes.- Así es. E incluso recuerdo que una de mis maestras decía que en un ensayo hay que olvidar el texto y centrarse en las acciones para ver si nos cuentan algo. De ese modo sabremos si emocionamos al público independientemente de la lengua.
EV.- Buscar la universalidad.
Orestes.- En efecto. Una obra transmitirá y calará en la audiencia si va más allá del idioma y de las creencias. Es algo ritual y hasta místico.
Asegura que sus gustos van cambiando en función de las experiencias vividas. “No tengo una película o libro preferidos, mis preferencias van modificándose”. Aún así, recuerda con cariño lo que significó para él la primera lectura de Crimen y castigo, Rayuela o Cien años de soledad. “Me gusta mucho leer obras teatrales o manuales sobre artes escénicas. Me meto en la piel de personajes que me gustaría interpretar y aún no he tenido oportunidad”.
EV.- Está claro que las casualidades marcan tu vida porque te metiste en el mundo del teatro y el cine también por accidente.
Orestes.- Así es. No tenía pensado dedicarme a esto. Un día, a principios de los ochenta, acompañé a un amigo a una audición de danza. El jurado se fijó en mí y me animó a que hiciese una prueba de ejercicios físicos e improvisación. Estaba esquelético, muy delgado, y empecé a hacer virguerías por el suelo como una lagartija. Al mismo tiempo, improvisé una pequeña función gracias a las películas que veía con mi abuela los domingos por la mañana. Me cogieron.
EV.- Más cinematográfico imposible. Veo mucha influencia del baile final de Jennifer Beals en Flashdance…
Orestes (riendo).- Sin duda, solo que yo reemplacé Pittsburg por la cálida Cuba. Poco a poco, me fui metiendo en el mundillo. Me aburrí del ballet y pasé a la danza moderna y me gradué. Fue entonces cuando me llamó un grupo de teatro cubano para que les montase la coreografía de una de sus obras y diese clases. Coincidió que uno de los actores de la compañía se dio de baja y se quedaron en bragas. Me ofrecieron asumir su papel. Al principio tuve miedo, pero me lancé a la piscina y acepté el reto. Así empecé a actuar.
EV.- De nuevo por una casualidad.
Orestes.- Sí, es increíble. Compatibilicé mi nuevo trabajo de actor con cursos intensivos de interpretación y de radio teatro, sin olvidar jamás el baile.
EV.- Tanto es así que en los círculos especializados te conocen como el actor danzante.
Orestes.- Sí, me encanta que me llamen así. Es la herencia de parte de mis profesores, quienes trabajaban el realismo y el naturalismo.
Lleva tres décadas en la República Dominicana pero parece que fue ayer cuando recaló en esa isla. De la mano de Giovanny Cruz se integró en el teatro local. Gracias a él actuó en Los diablos, obra con la que debutó en las tablas dominicanas y en la que encarnó a uno de los personajes principales. Toca todos los palos y siente especial predilección por los dramaturgos españoles, como Jordi Galcerán, autor de El crédito, pieza que Orestes interpretó junto con Irving Alberti, o El ingrediente secreto, de servidor, que se estrenó en 2019 en Santo Domingo con un elenco de lujo encabezado por Judith Rodríguez y Giorgina Duluc.
EV.- En 2018 fuiste nominado como mejor actor principal por tu papel en Bachata en los Premios Soberano, el equivalente dominicano a los Max.
Orestes.- Bachata fue una experiencia maravillosa. A través del drama y la danza, trataba sobre las relaciones humanas, la migración física y emocional y de cómo las personas huyen de su realidad, de sus fantasmas y de sus vidas.
EV.- Temas muy presentes en el día a día de tantas personas…
Orestes.- Como te he dicho antes, el teatro me permite evadirme y ser yo mismo y luchar contra lo que no me gusta, en el caso de Bachata la cultura judeocristiana, el machismo imperante en muchos países sudamericanos y las ansias de ser libre y volar.
EV.- Supongo que sería un orgullo la nominación a los Soberano.
Orestes.- No me interesan los premios. El principal galardón es tener trabajo y estar sobre un escenario después de tantos años.
Una taza de frijoles negros de grano pequeño, dos tazas de arroz blanco de grano largo, dos tazas de caldo, una cebolla grande, cuatro dientes de ajo, medio pimiento verde…
Se ha emocionado, deben de ser los aires caribeños. No tengo un boli a mano para apuntar y yo soy de comida precalentada y kebab de la esquina. Por la diminuta pantalla del ordenador veo cómo va echando los ingredientes en la cazuela. Parece la marmita del druida en la que se cayó Obélix. A mi pregunta sobre cuáles son sus proyectos a largo plazo, acerca la cara a la cámara con expresión ceñuda, la cobertura falla, se le ve borroso, pero se escucha perfectamente lo que dice “Edu, no me jodas y vamos a comer ese arrocito”.