Entrevista a:

José Sánchis Sinisterra, Leticia Pascual y Luis Sampedro

Sobre la obra «Tango» de Patricia Zangaro

Sobre la obra «Tango» de Patricia Zangaro

Dos actores en un escenario desnudo, sentados, sin mirarse, construyen con la palabra los movimientos de una danza. Esto es Tango, una tragedia de la autora argentina Patricia Zangaro, dirigida por José Sanchis Sinisterra y magníficamente interpretada por Leticia Pascual y Luis Sampedro. Permanecerá hasta el mes de noviembre en el Off La Latina.

En esta obra se desnudan de una manera despiadada los mecanismos de la sociedad patriarcal. ¿Es el tango una metáfora de la dominación?

LETICIA PASCUAL.- Esta mujer a la que interpreto me resulta muy conocida. Creo que las mujeres estamos viviendo en una sociedad patriarcal, machista, y en Argentina, en mayor grado. Utilizan las supuestas “armas de mujer”, las sexuales, las de la seducción, para luchar contra la dominación del hombre. Esta bailarina de tango entiende que de esta manera puede situarse de igual a igual con respecto al hombre. Sabiendo la admiración que el macho tiene hacia su pene, piensa que lo mejor es burlarse.

ZOILA LÓPEZ.- Luis, ¿quién domina realmente la situación?

LUIS SAMPEDRO.- Ella domina bastante la situación. Este tanguero, un hombre preparado, se desconcierta por una chica que viene a tomar clases pero que demuestra, sin embargo, que sabe bailar. ¿A qué ha venido? A tomar clase con un hombre con fama de maltratador. Al principio él le da órdenes, utiliza un tono autoritario, después entra en un estado rarísimo y abusa de ella. Ella lo aguanta. Después de eso ella dice “me quedo, pero todo va a ser diferente, te voy a demostrar que tú, el poderoso macho, puedes ser un trapito”. Ella quiere demostrarle que algo puede cambiar en este mundo del tango, de rituales machistas.

Z.- ¿Es el tango una metáfora de la dominación?

LETICIA.- Creo que el tango clásico, sí, aunque ahora hay otras corrientes. Es un baile donde es el hombre el que guía y la mujer debe dejarse llevar. Tradicionalmente, el mundo del tango es un ambiente muy machista, es como si el saber estuviera en manos de los hombres, que son los que enseñan, y las mujeres, aunque sean mejores, disimulan, para que los hombres no crean que les hacen la competencia.

LUIS.- En la historia del tango gana el machismo. En las milongas, que es donde se baila, las mujeres permanecen sentadas y es el hombre el que las elige con una señal. Hay ahora otras corrientes, como el tango igualitario, donde cambian un poco los códigos, bailan mujeres con mujeres, hombres con hombres…

Z.- ¿Creéis que las mujeres todavía tienen que utilizar la seducción para dominar?

LETICIA.- Me parece terrible lo que hace mi personaje. El maltrato es mutuo, es un ejemplo de relación tóxica.

LUIS.- Sí, es una relación tóxica. Todos los seres humanos debemos comprometernos en la tarea de crear un mundo donde la igualdad sea real.

Esta entrevista está teniendo lugar en La Corsetería, sede de Nuevo Teatro Fronterizo, situada en el multicultural barrio de Lavapiés. Tras esta conversación con los actores, tengo el privilegio de encontrarme con José Sanchis Sinisterra, investigador y erudito, renovador del teatro de los años setenta, autor dramático que ha puesto en muchas de sus creaciones a las mujeres como centro, sirva de ejemplo su obra más internacional y premiada: Ay, Carmela.

SÁNCHIS SINISTERRA.- No hemos avanzado tanto, el machismo se ha transmitido como un mantra de madres a hijas. En nuestra historia más reciente, por ejemplo… Casi todos nos acordamos del programa radiofónico de Elena Francis. A una mujer, madre de cuatro hijos, maltratada, le decía: “Tú, hija, muda, sorda y ciega. Cuando llegue tu marido, trátalo bien, obedece sus indicaciones, hazle la vida agradable”. Eso se interioriza, lo hemos estudiado mucho en nuestros proyectos teatrales. Incluso a mujeres víctimas de asesinatos machistas sus madres les decían: “Hija, aguanta, eso es que te quiere mucho”

Z.- ¿Crees que hay una solución, que lograremos desterrar el machismo?

S.- Hay que empezar por la educación. Yo soy ateo, soy muy crítico con las religiones en general, que alimentan el atavismo dominador del hombre. Tengo un proyecto sobre una conferencia de Virginia Woolf, Una Habitación Propia, que protagoniza mi hija Clara y que está llenando teatros. Se considera el primer manifiesto del movimiento feminista. No imaginas la reacción que tiene en el público ese espectáculo. Gracias a la inteligencia que tenía esa mujer podemos concluir de que llevamos siglos sometiendo a las mujeres. No podían manejar el dinero, no se les permitió votar hasta el año veinticinco del pasado siglo. La conclusión es que la mujer necesita una habitación propia y no tener que depender para nada del hombre. A tenor de la reacción de los espectadores, hombres y mujeres, que salen compungidos, se puede tener un poquito de optimismo con respecto al futuro… Pero, ¿cuánto falta?

Z.- ¿Se va a conseguir en algún momento?

S.- El movimiento de cambio está arrancando muy fuerte en este siglo. Ahora ya no se considera a las feministas como a unas lunáticas, sobre todo desde el movimiento Me too. Lo primordial es que desde la economía se tienda a la igualdad laboral, que esta igualdad se imponga como una regla de oro. El cambiar la mentalidad es más complicado. Hay que insistir en que las instituciones y las leyes coloquen la igualdad como un criterio prioritario. Creo que, posiblemente, en un par de generaciones, si no se erradica del todo el machismo, al menos se apreciará una mejoría considerable.

Z.- ¿Piensas que las mujeres del teatro, de alguna manera, han sido más libres?

S.- Creo que sí. Mi exmujer es actriz, y también una de mis hijas, Clara. Mi otra hija, Helena, es vestuarista de teatro. Lo que sucede es que no es un sector de la economía que pueda considerarse representativo, en este caso. Existe una relación con lo económico, con el sistema capitalista. Al mover mucho menos capital, al tener un componente más modesto de beneficio económico, los mecanismos de autoridad y de poder en el teatro son más laxos, la relación entre las personas es más igualitaria; por lo menos en el ambiente en el que yo me muevo, siempre en la frontera, en donde las relaciones entre un actor y una actriz, y de estos con el director, son democráticas. En mi entorno, una buena actriz es tan reconocida como un buen actor -e incluso cobran lo mismo-, la mujer tiene la capacidad de decidir la obra que le interesa, hay muchos montajes que se ponen en marcha por decisión de la actriz. Esto, en otros ámbitos, no suele suceder en términos absolutamente igualitarios.
La conversación se alarga.…Podría estar escuchando horas a Sinisterra. Vamos desgranando otros temas.
S.- La televisión me tentó allá por los noventa del siglo pasado con escribir un guion sobre una obra de Blasco Ibáñez… Lo pensé… Pero decidí continuar con el teatro, con los textos que cobran forma en el cuerpo de los actores. Ay Carmela me ha dado muchas satisfacciones. La película que hizo Saura es muy buena, pero no es mi obra. El tema de mi obra es la memoria histórica, los muertos que no quieren ser borrados; por eso se ha hecho en Bosnia, en Chile, en Argentina…, en países donde hay muertos mal enterrados. La escribí en el cincuenta aniversario del golpe de Franco. No me gustó que Saura y Azcona eliminaran la imagen de Carmen muerta, así que me separé del tema, ni asistí al estreno.

Z.– Trasmite mucha ternura ese texto…

S.- La vi recientemente en un teatro de Londres, en español, en el Cervantes Theater. Me sorprendieron gratamente las reacciones de ese público británico, que está tan lejos de entender lo que fue la Guerra Civil española. Misterios de la creación que no pretendo entender.

Z.– Has creado muchos proyectos sobre mujeres, ¿por qué?

S.- Al teatro nada de lo humano le es ajeno. En los últimos ocho años hemos abordado proyectos que tienen mucho que ver con la mujer, con lo femenino. El primero fue Pioneras de la Ciencia, a raíz de un libro que publicó Carmen Magallón; lo representamos en La Casa Encendida, con la colaboración de Le monde Diplomatique, en español. También nos financiaron otro proyecto, Mujeres de Papel, una selección de dieciocho novelas del siglo XX donde aparecen personajes femeninos que rompen los estereotipos de las mujeres de su época; por ejemplo, Lolita, El Amante de Lady Chatterley, Pedro Páramo.… Con cada una de ellas hacíamos un monólogo, con cada tres monólogos hacíamos una función. Lo que explicábamos allí era que, paralelamente a la larga marcha de las mujeres para conseguir derechos, desde el ámbito literario también se luchó. Escritoras y escritores crearon personajes que rompían con lo que se consideraba previsible para una mujer, que tenía que ser siempre o la seductora, o la sumisa o la dócil.
En otro proyecto de personas en riesgo de exclusión, aparecía el tema de las mujeres trabajadoras del sexo. Para mí la prostitución es el paradigma de la sumisión, del sometimiento. Curiosamente apareció en este proyecto una asociación que reivindicaba la prostitución y esto nos revolvió a todos. Dentro de este proyecto estaba Penélope en el Exilio, las mujeres de los africanos que están aquí, pero que no vemos.

Z.- Otro de tus proyectos es El lugar donde rezan las putas

S.- Esta obra surgió de una forma anecdótica. A mí me gusta anotar títulos que se me vienen a la cabeza, para hacer un fondo, un archivo con los mismos y, a veces, se los regalo a alguien. La obra en sí trata de dos actores intentando crear una obra en una especie de almacén, en un barrio de mala nota, donde se meten de vez en cuando las putas a rezar. Para mucha gente el teatro es una especie de prostitución, sigue siendo un problema para muchas chicas decirles a sus padres que quieren ser actrices. Ahora estamos preparando otro montaje que también tiene que ver con la mujer Locas, brujas y putas, la tachadura de la mujer en la sociedad patriarcal. Tenemos asesoramiento de historiadores, y vamos a seleccionar a mujeres reales de cualquier época que han sido tachadas por locas, brujas o putas. Durante años se consideró la histeria como una enfermedad femenina que tenía que ver con la represión sexual. Con respecto a las brujas, hay un libro de una historiadora feminista italiana, Silvia Federici, que cuenta cómo toda la represión contra la brujería que se ejerció desde la Edad Media al Renacimiento fue para neutralizar a las mujeres cabecillas. Del mismo modo, a cualquier mujer que quisiera entonces -y que quiera ahora- vivir su sexualidad con libertad, se la tacha de prostituta.

Z.– ¿Piensas que has sido profeta en tu tierra, o has tenido más reconocimiento fuera de nuestras fronteras?

S.– No sé, la verdad. Yo digo que cuando uno aguanta mucho tiempo en una determinada actividad, se entra en un escalafón, te van dando premios. Y a veces pienso: “me los dan para que me retire”. Es verdad que en los países de Latinoamérica donde he trabajado sí he sentido mucho reconocimiento, pero también allí los afectos tienen una temperatura diferente.… No me quejo, aunque si preocupa llevar ocho años sin un espacio propio donde exhibir los proyectos, pero por lo visto no manejo muy bien la diplomacia. Ahora, con el nuevo ayuntamiento, que parece más sensible a estos temas, las cosas van un poco mejor, nos dieron una subvención que nos permite poder seguir trabajando.

Z.- ¿La creatividad no se jubila nunca?

S.- He tenido un infarto hace tres años. Yo era el rey del mambo: tenía setenta y cinco años, fumaba, viajaba y, de repente… Cuando me pasó, me di cuenta de que estaba pagando un precio. Tengo la sensación, en estos últimos años, de que como dramaturgo me cuesta más escribir. Sí que creo que hay un desgaste en la fecundidad de las ideas, aunque también creo que me he orientado más a la investigación, a inventar ejercicios. Tengo temas sobre los que escribir, pero ahora oriento más mi creatividad hacia el trabajo con los actores.

Crónicas

Por Zoila López

Imagen

© Fotos: Carlos Núñez de Arenas

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