ESPONTÁNEA O EL ESPÍRITU JUGLARESCO: UN NUEVO ESPACIO ESCÉNICO EN SANTIAGO DE COMPOSTELA

El pasado día 27 de septiembre abrió sus puertas, en pleno casco antiguo de la ciudad de Santiago de Compostela (rúa Porta da Pena, nº 10), un nuevo espacio escénico denominado Espontánea. Tan próxima es su ubicación a la emblemática iglesia de San Martiño Pinario que se tiene la impresión de que allí conviven, en armoniosa mezcla, el teatro y la fe religiosa. Más allá de que el teatro pueda consistir también en un acto de fe, la combinación de lo mundano y lo sagrado es un fenómeno no poco frecuente en Santiago. Al visitante le bastará con darse una vuelta para comprobar cómo, por ejemplo, mientras las monjas de Antealtares elevan sus rezos en el interior del monasterio, justo delante de su fachada artistas y músicos callejeros, herederos de los antiguos juglares, alzan sus melodías profanas incluso entre la lluvia pertinaz, compitiendo con el alborotado tintineo de los cascos de cerveza -transportados por camiones de reparto entre estrechas callejuelas- y conformando un paisaje humano en cierta medida todavía medieval. A buen seguro imbuidos de ese espíritu juglaresco, los promotores de Espontánea (alguno de ellos proveniente de la maravillosa juglaría que viene a ser el circo) se han propuesto desarrollar, entre piedras sagradas, su proyecto escénico.

Haciendo honor a la promesa que expresa el nombre del espacio, la inauguración fue un acto espontáneo, sencillo y desenvuelto, en el que los gestores de la iniciativa, los primeros alumnos, amigos, curiosos y alguna que otra célebre cara de la escena gallega compartieron proyecto, esperanzas, sueños y algún pincho. La velada fue agradablemente amenizada por el Dj Jackinsane. Los promotores de la empresa son Antón Coucheiro, actor y payaso muy conocido en la capital de Galicia, y Gala Martínez-Romero, periodista y actriz. Como colaboradores suyos se cuentan Natalia Outeiro «Pajarito», Alfredo Pérez Muíño y Mónica Paradela. Espontánea nace con el objetivo de convertirse en un laboratorio escénico y de fomentar comunidades artísticas. Por el momento, en su comienzo, es un espacio dedicado a la docencia, que oferta, para adultos, clases de clown, danza teatro, pilates y consciencia corporal e improvisación; y para niños, teatro y radio. En el futuro, según nos cuenta Gala Martínez-Romero, planea albergar espectáculos, sobre todo muestras de alumnos, y quizá elaborar una programación. Consta de dos salas, una grande y una más pequeña, ideales para el ejercicio de la experimentación escénica.

Su irrupción viene a insuflar aliento a un ámbito cultural que, por desgracia, se ha visto muy asfixiado en Compostela durante los últimos años. En efecto, en menos de una década, han venido desapareciendo de la ciudad no pocos espacios escénicos privados, algunos tras una larga y ardua trayectoria, aunque también exitosa. A día de hoy Santiago no cuenta, por ejemplo, con una sala privada con programación propia y estable. Sí existen, no obstante, espacios dedicados principalmente a la docencia. Si dejamos a un lado las escuelas de danza (cuya presencia es llamativamente abundante: mencionemos, como ejemplos, Can Cun Quinque, Lodanzas, BSdanza y Siliria, entre las más conocidas), el resto de disciplinas escénicas no tienen una representación muy numerosa. Existen, aparte de Espontánea, solamente dos escuelas de teatro, limitadas a la enseñanza, que no han dado el paso de convertirse en salas con programación: Espazo Aberto y Pábulo (la primera, escuela también de danza, especializada principalmente en la formación de actores y dirigida exitosamente por Carlos Neira desde hace 26 años, ha llegado a ser, con todo merecimiento, una verdadera institución en Galicia; la segunda, de más reciente creación, está dirigida, con gran entusiasmo, por Marcos Grande). Asimismo, mantiene su actividad desde hace ya unos cuantos años, de manera realmente admirable, Circonove, una nave de circo que funciona, entre otras cosas, como escuela de payasos (en la senda de Pistacatro, otro colectivo circense, aunque ubicado no exactamente en Santiago, sino en la cercana localidad de Milladoiro). Pese a la notable actividad de todos estos espacios, se echan de menos los efervescentes tiempos, no tan lejanos (a comienzos del milenio y del siglo XXI, aunque, dicho así, pareciera que fue hace una eternidad), en que florecían las salas privadas con programación propia y estable, como la mítica Sala Nasa (dirigida por la compañía Chévere, una de las más reconocidas tanto en Galicia como en el conjunto de España, Premio Nacional de Teatro 2014) o el no menos mítico Teatro Galán (espacio gestionado entre 1993 y 2008 por Matarile, quizá la compañía gallega de mayor talento artístico, dirigida por Ana Vallés y Baltasar Patiño, entre cuyos muchos logros cabe destacar el extraordinario festival internacional de danza, En pé de pedra: nunca, hasta entonces, se había visto en toda Galicia algo parecido; nunca, desde entonces, se ha vuelto a ver en toda Galicia algo parecido. Hoy solamente el festival herDanza, organizado por Can Cun Quinque, bajo la dirección de Isabel Sánchez Temprano y Leodan Rodríguez Casas, puede enorgullecerse de haber seguido sus pasos). En aquella época funcionaban también, a pleno rendimiento, la Sala Yago (gestionada por la compañía Teatro do Noroeste, bajo la dirección de Eduardo Alonso -histórico director de escena y dramaturgo, uno de los fundadores y primer director del Centro Dramático Galego– y de Luma Gómez, una de las mejores actrices de Galicia), la Sala Santart (dirigida por Theodor Smeu Stermin, talentoso director de escena rumano) o, en los últimos años, A Regadeira de Adela (espacio escénico dedicado, entre otras cosas, al microteatro, a semejanza de proyectos como La casa de la portera, en Madrid). Por desgracia, todos estos espacios ya no existen, en algún caso debido al insuficiente apoyo -cuando no al perjuicio- de ciertas instituciones públicas. Por ello, cabe saludar calurosamente la aparición de Espontánea y desearle una larga y fructífera andadura. Esperamos, desde luego, que su espíritu juglaresco, esa fe mundana tan juguetona como tenaz, sea capaz de facilitársela entre piedras centenarias.

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Por Antonio Mauriz

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