EN TIERRA

GEORGE BRANT

Versión y traducción: ISABELLE STOFFEL

Dirección: SIGFRID MONLEÓN e ISABELLE STOFFEL

El riesgo es un aliciente a tener en cuenta para quienes viven la vida al límite. Suele ser asumido tan solo por una voluntad liberada de condicionantes de diversa índole. Hay personas valientes y las hay osadas, otras se dejan llevar o se sienten presionadas, muchas otras actúan de un modo determinado porque están desesperadas. Por fortuna, el ser humano evoluciona, es dúctil. Pero esa capacidad de cambio solo es real cuando lo que mueve a la persona es el propio convencimiento sobre la necesidad de cambio. Solo la vida vivida nos coloca en esa tesitura, vivir es la escuela, aunque la educación que se reciba y el resto de factores que aporta la sociedad en la que la persona está inmersa, también juegan. Sí, parece un juego, a veces, aunque se destape al final la vida como algo muy serio, la nuestra y la del resto.

Calificar los hechos y las voluntades no es tarea sencilla, depende de la perspectiva de quien emite el juicio. El punto desde el que se observa puede ser intelectual, ideológico, ético, o bien, aquel que nos permite la participación afectiva, la empatía. Cualquier proceso en el que el juicio recae sobre un ser humano se puede simplificar o puede ser abarcado en toda su complejidad, antes de determinar conclusiones, sobre todo teniendo en cuenta las posibles consecuencias.
Todas las personas juzgamos, pero no todas nos sabemos responsables. A veces somos jueces al ejecutar las órdenes; después nos lavamos las manos, nos reunimos con nuestras familias. Actuar sin responsabilidad es imposible, pero nos engañamos pensando que nuestra conciencia puede estar sujeta a los mandatos de una jerarquía que nadie sabe quién controla. Nos suponemos libres porque tomamos altura sobre otros seres, porque nos elevamos hasta el azul, allá donde los seres semejantes a nosotros se ven como hormigas. Somos adictos a la adrenalina que supone el creerse con el control, esa falacia que ignora lo opaco de conspiraciones más altas, de tejidos más complejos en los que estamos atrapados.

La libertad es un ejercicio, no una circunstancia ni una condición. No nacemos libres, ni mucho menos. Somos seres vulnerables, necesitados de protección. Esa es la clave, el conocimiento de lo que es esencial en el ser humano, esa es la única fuente en la que calmar la sed existencial, lo que nos permite evolucionar con sentido, ser conscientes en todo momento del significado, de las causas y de las posibles consecuencias que tienen nuestras acciones. Estoy hablando de reflexión vivencial; de pensamiento ejercitado a través de la filosofía, de la ciencia, de la acción social o política. Todo es político, no lo digo yo, no es nuevo, pero es imprescindible recordarlo a cada paso.

Los conflictos siempre son de intereses. No hay guerra en la que no esté en juego un activo económico. La guerra no resuelve ningún conflicto, pueden ser eternas. Los conflictos se resuelven acortando la perspectiva, acercándose al contrario, poniéndose en su lugar, y, como condición sinecuanum, priorizando lo esencial. ¿Qué es lo esencial? ¿Qué es lo humano? La civilización lleva siglos empeñada en definirlo. De momento, tenemos una Declaración de Derechos Humanos que, de tomarla en serio, de implementarla como ley ética y universal, podría evitar la extensión de la barbarie. Pero no es así, los intereses económicos mueven el mundo, hasta que el mundo aguante o hasta que ejerzamos nuestra libertad desde la educación para la paz. La paz mundial es posible, pero hay que derribar sistemas caducos que no garantizan ni bienestar ni libertad para el conjunto de la humanidad. Tenemos imaginación y capacidades suficientes para que llegue a ser cierto. Tan solo hay que sumar voluntades.

¿A qué viene todo esto? A que he asistido a una función de En Tierra en el Teatro del Barrio. Por fin parece que sobre los escenarios surgen otras propuestas, que nos alejamos de los temas y las formas de siempre. Es esperanzador, y resulta un disfrute para los sentidos todos el contar con equipos de artistas de esta índole, que se lanzan a aventuras nuevas tan comprometidas a nivel sociopolítico y tan trasgresoras a nivel cultural. Textos cuya temática fustiga el intelecto desde lo políticamente incorrecto, lugar habitual de los hechos reales en la vida. Personajes que rompen con estereotipos caducos, transcendiendo géneros, para poder así poner el acento en lo humano en sí mismo. Tramas tan crudas que el público se resiste a identificarse con la protagonista lo más mínimo. Asuntos fríos que se mueven a diario, solapados por el ruido de la feria vital del primer mundo, y que sobre el escenario nos dejan congelados, nos quiebran, resultan un revulsivo difícil de digerir. El público opone su resistencia y eso es garantía de Arte con mayúsculas, de aquellas propuestas artísticas cuyo objetivo último es aportar algo que sea útil para cambiar el mundo. Sí, es utópico este objetivo, y eso es lo esperanzador en estos tiempos que nos llevan.

El ritmo frenético al que se ve sometida la actriz que encarna el monólogo, Isabelle Estoffel, es precisamente al que nuestra sociedad está entregada, sin tregua para la reflexión, sin horizontes blancos ni silencios. ¡Qué artista de recursos técnicos, de entrega a la palabra viva, de intelecto brillante que se amolda al texto, Isabelle! Ha sido para mí todo un hallazgo esta actriz suiza sobre el escenario. El personaje que encarna tiene una doble dimensión que se pone de relevancia a partir de que es conocedora del acontecimiento de su embarazo. Desde una perspectiva feminista del texto, podemos observar cómo afecta este hecho a su vida laboral y, sobre todo, el trato que se le dispensa en su entorno de trabajo, una vez conocido este hecho. Aunque la sociedad haya reescrito su normativa, aunque se legisle al respecto, aún hay que cambiar las mentalidades y las actitudes, que afectan -y mucho- a la hora de implementar las leyes. La estructura jerárquica que queda oculta tras las acciones de la protagonista, permanece inamovible en sus convicciones, no ha variado un ápice con respecto a su normativa interna, es machista, ejemplo vivo del Patriarcado. Me estoy refiriendo al ejército, institución imprescindible de revisar y de transformar en otra, más útil a la paz y más acorde con la vida. No se trata de defender, sino de proteger la vida, son conceptos distintos. Las armas no tienen que ser de fuego ni causar la muerte ni heridas físicas, sino que han de ser otro tipo de herramientas que se aprenda a utilizar desde la infancia. La educación es clave, pero también la acción social y política. Me repito.

La puesta en escena nos sugiere la soledad más absoluta, la de un ser humano aislado sobre una plataforma, ya sea para mirar durante horas una pantalla, ya sea para elevarse sobre el suelo. Pero siempre va a caer en el mismo punto, no se desplaza un ápice, regresa a su cotidianeidad sin argumentos nuevos. Los haces de luz que se ciernen sobre su persona desde diferentes puntos, nos suenan a amenaza -a ello contribuye el espacio sonoro creado por Suso Saiz, un golpe seco y mecánico que rompe el silencio, una especie de zumbido constante en el que zambullirse hasta axfisiarse- Cuando no sabemos quién los enciende, los focos, quién pulsa el botón para que iluminen justo el lugar en el que ella se encuentra, se transforman en algo violento, imposible de observar con fijeza, porque deslumbra. – El diseño de iluminación de Pilar Velasco no solo es estético, sino efectivo, aporta al argumento- Hay muchos ojos en el cielo, que como ella, como la piloto de caza del principio de nuestra historia, observan posibles objetivos a destruir; objetivos que respiran, que palpitan. Y muchos ojos por encima de esos ojos. Control infinito, caos eterno. Esta obra de ficción visibiliza esa realidad oculta, nos llama a imaginarla, a ser conscientes.

Ya he mencionado que el personaje que se nos presenta no es políticamente correcto. ¿Cómo justificar su disfrute aberrante? La banalidad del mal… El sentido de la vida no es tener objetivos, solamente, sino ser cada vez más conscientes de las causas y de las consecuencias de nuestras acciones, tener capacidad de discernir antes de ejercer nuestra libertad de acción. Cuando el personaje se da cuenta de que su objetivo podría ser un ser matar a un inocente, entra en crisis. -Es significativo el único momento en el que la protagonista se sienta, dando la espalda al público; entonces suena una canción original de Tulsa (Miren Iza), una canción de infancia, un oasis en medio del desierto, la voz de la inocencia.- Las crisis son puntos de inflexión, posibilidades de cambio, oportunidades para concienciarse, para responsabilizarse, para ejercer la libertad. Es entonces cuando se pone en tela de juicio la estrategia del miedo, la demagogia que justifica toda operación militar especial fuera de control que sea llevada a cabo por cualquier ejército del mundo. ¿Qué se puede hacer? Cuestionarse, denunciar, movilizarse, promover una cultura de paz, de transformación de conflictos y no de confrontación.

Porque la igualdad entre los géneros no puede suponer el que el Patriarcado nos absorba y convierta a las mujeres en activo para la consecución de sus fines, perdurando así en el tiempo. Ya que nuestra vivencia a lo largo de la Historia es otra, y que también nuestro aprendizaje es distinto, esa sabiduría adquirida podría resultar una corriente subterránea que mitigue en algo la sequía de ideales que padece el mundo. Pero el peligro acecha siempre, no podemos permitirnos desviarnos del camino de la paz argumentando que somos libres, debemos resistir, desde la convicción de que la paz mundial es posible. Pueden parecer ingenuos mis argumentos, pero la creatividad del ser humano es infinita, y si se cultiva la pedagogía afectiva que fomente los vínculos, si se acoge y se admite lo diverso, otra sociedad es posible. A los movimientos sociales en curso me remito. A ver si estamos a la altura, requiere esfuerzo. La igualdad no sería, por tanto, la meta última, sino tan solo un paso más en esta lucha contra un sistema sociopolítico caduco.
Podría haber descrito más las bondades de la propuesta artística, haber recogido los datos de los artistas implicados en ella, y hubiera hecho bien, ya que el equipo entero y la obra lo merecen; pero he sido incapaz de ajustarme a esos cánones y he permitido que mi crónica fluya salvaje, para poder expresarme de la forma en que lo he hecho. Espero haber fomentado de este modo el interés tanto del público como de los programadores de otras salas, que deberían estar rifándose el tener este espectáculo inusual sobre sus escenarios y con tanto éxito fuera de nuestras fronteras.

Crónicas

MJ CORTÉS ROBLES

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