EL PLAN

IGNASI VIDAL

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El Teatro Pavón Kamikaze ofrece El Plan (Premio Godoff a la Mejor Obra Teatral de la Escena Madrileña en 2015) entre su repertorio de dramaturgia contemporánea. Su autor, Ignasi Vidal, no es solamente prolijo, sino brillante. Esta obra, su primera propuesta como director, se estrenó hace un año en La Pensión de las Pulgas con gran éxito de público y crítica, continuando su periplo con una gira que le ha traído de regreso a Madrid, de la mano de Uroboro Producción.

En esta ocasión, se incorpora como actor Manuel Baqueiro en sustitución de David Arnáiz. Continúan en el elenco Javier Navares y Chema del Barco (finalista a mejor actor en los Premios Godoff 2015). Todos actores con recorrido en teatro, cine y televisión, animales escénicos no precisamente faltos de recursos.

El Plan puede parecer una comedia de sofá. Nada más lejos de la realidad. El público se ríe, eso sí. Durante la función, el espectador tiene la sensación de contemplar a través de una ventana abierta en un barrio cualquiera, una tarde cualquiera de un grupo de amigos cualquiera.

¿Y qué es la amistad? ¿Qué une a los amigos? A veces, circunstancias adversas que permiten y fomentan el trato, por ejemplo, el desempleo. Hay que tener tiempo para relacionarse. El problema estriba en que todo exceso deforma. Cuando el tiempo se dilata en una secuencia repetitiva, sin vertiente novedosa, suele alcanzar la estridencia de un tiovivo averiado que gira y gira sin pausa.

Aparentemente todo va bien, como siempre. Juntos podrán trazar un plan que bloquee un instante la máquina, para poder saltar y desvincularse del tedio. La intención es lo que importa. Y cada día ese impulso les reúne en torno a los suyos, para reconocerse. Y algún día lo harán. Todo se solucionará si su intención es firme.

Ocurre que se entretienen rascando el sedimento que se incrusta entre lo sórdido, recolocando objetos en posiciones precisas de las que nunca están conformes, masticando semillas, resolviendo inconvenientes menores que se van enredando en sus ansias de cambio hasta la asfixia.

Pero, bueno, lo toman con humor, pasan el rato, se desahogan. Quien más quien menos está afectado por la desidia, se siente presionado por su familia, tiene problemas con su pareja. Ya se conocen. Aunque a veces sorprende lo que el otro es capaz de obviar, lo que oculta, por un malentendido pundonor, o por un absurdo intento de proteger al amigo, o porque el dolor se transforma en un pitido sordo que aturde.

Ese va a ser el día en que todo se resuelva. Pero, antes, hay que permitir la lucha entre iguales, mancillar lo intacto, explicar traiciones, tolerar sospechas y bajas autoestimas, sonsacar algo que escueza, que haga sentir más allá de esta cosa insalubre y sanguinolenta que se viene a la boca. Todo está presto a desmoronarse. Hay que sostenerlo. De una cosa a otra hay un paso. Y no hay opción para el regreso. Desesperar es confluir en un punto ciego.

Ignasi Vidal se propone, en principio, relajarnos en las butacas a través de la identificación y de la risa. Todo lo que ocurre en escena es reconocible, nos caen bien los personajes, nos recuerdan a nosotros mismos, comprendemos perfectamente lo que les pasa. Hasta el golpe de gracia de lo perplejo.

Esta fábula, jocosa y cruel, no tiene moraleja. No ofrece solución alguna, sino desasosiego. Nos hace desconfiar de nuestra propia naturaleza. Y, por otra parte, nos hermana de un modo incontestable con todo ser humano. Esta es la grandeza del arte, el ser capaz de abarcar lo complejo para formularlo de una forma sencilla y verdadera. El Plan es un pedazo de vida y su contrario. Solo en el contraste con lo oscuro la luz brilla.

Qué más decirles sobre El Plan, que deban saber de antemano… Quizá que vayan desarmados, pero lleven bien afilada la punta de la esperanza. Tal vez, que fijen a algún fondo sólido el bloque helado y parcialmente sumergido sobre el que navegamos todos a la deriva. Seguramente, que no ignoren esos silencios incómodos que durante la función van tejiendo su tela de araña… Sin duda, que no se la pierdan.

Pero el ser humano está imbuido de un espíritu libre, algo que se escapa a su lógica, que pugna por salir de su boca sin significado aparente, sonido armónico y vibrante que le eleve. En cada desfallecer, se deshace la entraña, como una bandada de pájaros que no se resignan a la oscuridad del nido. ¡Cuánto mejor será la levedad del ser que se despierta!

Manuel Baqueiro
Chema del Barco, Javier Navares y Manuel Baqueiro
© Carlos Núñez de Arenas