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DANIEL DIMECO

©Javier-Naval

DANIEL DIMECO

Dramaturgo, escritor y director de teatro. Graduado en Ciencias Políticas, con especialización en Relaciones Internacionales, y Máster en Gestión Cultural. Co-fundador del laboratorio de creación teatral Karoo Teatro y administrador del blog Café Copenhague. Coordina laboratorios teatrales y talleres de novela y autobiografía. Se ha formado en dramaturgia, narrativa y dirección con José Ramón Fernández, María Tena y Carlos Tuñón, respectivamente, y en guion cinematográfico en Central de Cine. Formó parte del Laboratorio Espacio Abierto dirigido por Benito Zambrano.

En teatro: autor y director de La manada (Ñaque Editorial 2017), Premio Max Aub Ciutat de València 2016, estrenada en Madrid en octubre de 2017. Las entrañas del jaguar, Segundo Premio Fatex 2016 (edición bilingüe castellano-portugués). La mano de János, Premio Buero Vallejo 2010; autor seleccionado por Fundación SGAE para el I Ciclo “El teatro se lee en la Berlanga” 2015; obra traducida al griego y estrenada en Atenas en 2017. Déjame ser la sombra de tu perro, Premio Mejor Autor y Mejor Espectáculo en el Festival de Teatro de Bilbao 2014 y Premio Mejor Equipo Artístico en el Festival de Teatro Joven de San Sebastián 2014. Mirando pasar los trenes, Premio Autores Nacionales 2009 (Buenos Aires), finalista del Premio Josep Rubrenyo 2008 (Barcelona), estrenada en Buenos Aires en 2010. Los ojos (cosidos), estrenada en Microteatro por Dinero en 2013. Asimismo, es autor de Ojos de sal, La sonrisa de los alcaravanes y El ángel azul, Premio de Teatro Breve Rafael Guerrero 2008. Ha trabajado textos de otros autores como: ¿Quién teme a Virginia Woolf? de Edward Albee, Sala Cuarta Pared 2013 y La puerta en el muro, de Laila Ripoll, en El Umbral de Primavera 2016.

En narrativa: El mapa de las viudas (Ed. Algaida 2013), Premio Ciudad de Badajoz 2012 (España) y finalista del Premio Clarín-Alfaguara 2012 (Argentina). La desesperación silenciosa (Ed. Barrio de Maravillas 2011), Premio Fray Luis de León 2010. Autor de los relatos Los perros ladran de noche, accésit del Premio Ciudad de Zaragoza 2012; Atrapado en Rawalpindi, 2º Premio de Moriles 2008; y Tierra de miel y leche, finalista del Certamen María Moliner 2008, entre otros.

Ha vivido en Buenos Aires, Copenhague, Toronto y París. Reside en Madrid desde el 2002.

Web: www.danieldimeco.com

Twitter: @DanielDimeco


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ANTES DE LA METRALLA y CIRCO DE PULGAS

ANTES DE LA METRALLA y CIRCO DE PULGAS

ANTES DE LA METRALLA y CIRCO DE PULGAS

Matarile Teatro

Dirección: Ana Vallés

(Coodirección: Baltasar Patiño y Ana Vallés)

No pude resistirme a la convocatoria, a la oportunidad de disfrutar de esta compañía de teatro gallega. En sus treinta años de vanguardia ha recibido reconocimiento y galardones en diversas partes del mundo. Suele pasar eso que dicen de los profetas… El Centro Internacional de Artes Vivas, intenta remediar en lo posible el clamor en los desiertos, para procurarnos ser testigos directos de los logros de la avanzadilla, de las victorias de los que corren riesgos, de las consecuencias destacadas del atrevimiento escénico. Así que, el día primero, presencié un hermoso atardecer en Matadero, mientras me añadía a una congregación de desconocidos que esperaban a las puertas de la Nave 10 para hacerse partícipes de Antes de la Metralla.

Somos gente muy ordenada y obediente, los madrileños. Sin imposición expresa, “guardamos cola”, semejantes a las reses, tolerando pacientemente que nos llegue el turno. -Que nadie se ofenda, es tan solo un símil, y me incluyo. La buena educación hecha costumbre.- Incluso si la acomodadora nos invita a quebrar el orden para deambular por esa sala previa a La Metralla y poder admirar la obra pictórica expuesta, “guardamos cola”. “No vaya a ser que nos quiten el asiento, que no son numeradas las entradas”… Hacemos caso omiso de la provocación de lo espontáneo, de la incursión de lo insólito en lo cotidiano. Pocos giraron sus cabezas para observar algunas acciones artísticas que ya estaban sucediendo a los márgenes de nuestro ordenamiento compulsivo. Algunos, quizás, no se percataron, imbuidos en sus pláticas intrascendentes, presos en la perfección geométrica del ‘ponerse en fila’. Resulta triste, incluso patético: por no perder supuestos privilegios, nos perdemos parte de la vida. Entiendo perfectamente que un lugar de encuentro como Naves Matadero nombre a sus espacios con números. Nuestra estructura social es numérica, ¿por qué fingir que no mandan las reglas de la aritmética?

Por fin, se abrieron las compuertas y avanzamos. Una sucesión de singularidades vivas se había apropiado del espacio que compartíamos, había deshecho la arquitectura escénica, renunciando a los hábitos. Desde los huecos más oscuros de las gradas abandonadas, se adivinaba una música callejera. Íbamos dejando atrás cuerpos desnudos, expuestos como mercancía seductora y palpitante, pero negando los cánones de belleza establecidos con su rotunda presencia. Carne consumible. Tanto, como las patas seccionadas al cadáver de un cerdo, o la víscera extraída de cualquier animal sin vida entre las manos de una costurera. Es curioso que no rompiéramos tampoco el ritmo procesional que nos marcó el primero de la fila, que no nos paráramos a deleitarnos en lo que se nos ofrecía, o que no abandonáramos el lugar, apurando el paso en sentido contrario. Obedientes, educados, aunque asombrados tanto de la hermosura como de lo repulsivo, excitados. Fuimos acomodándonos en nuestros asientos, a un lado y al otro de una pasarela, supuestamente a contemplar, a contemplarnos. Falsa percepción: nuestra situación no se pretendía cómoda, sino todo lo contrario. Fuimos interpelados, ninguna pared invisible se alzó para amortiguar cuestiones extremas, reflexiones políticamente incorrectas sobre la cosa artística, referencias intelectuales múltiples, acciones agresivas, danzas absurdas o eléctricas, provocaciones, disidencias.

Para el proceso previo a este juego inclusivo, Matarile tuvo invitados, extraños a la Compañía que aportaron, participando también en la función. Así que fue un encuentro tras otro encuentro, una sucesión de hallazgos. Como el ciclo de la vida, que llega a una única conclusión: el advenimiento de lo yerto. Al tomar la palabra hay que tener algo que decir, pero es necesario ejercitarla para organizar el discurso, antes de que se nos arranque la lengua para mostrarla como relicario. Más allá de ese refugio del verbo, el pensamiento fluye y se expresa a través del cuerpo en movimiento. Bajo el vaivén pendular de la sangre estamos siempre en peligro, nos puede golpear el peso de cualquier corazón enorme extraviado de su centro. También acechan las máscaras, enormes prótesis que se superponen a las identidades, o la réplica exacta de lo físico como una amenaza a la cordura. Todo ello fascinante.

Tanto Metralla como Circo de Pulgas -espectáculo al que asistí el día segundo en la misma Nave 10- tienen reminiscencias circenses. Aparte de la disposición de las gradas en semicírculo o de ciertos elementos concretos que entran en juego -como una escalera de trapecista o un rulo de equilibrista-, queda patente en Circo esa melancólica apuesta de Matarile por el extrañamiento del otro, por la estética de la diferencia. Una sobreexposición de lo particular en lo colectivo. Como ya he sugerido, ambas propuestas tienen también mucho de debate lúdico. Aunque bien se nos advierte en la dramaturgia de Metralla que esto del discurso tiene mucho de estrategia, y que después habría que utilizar las tácticas precisas que se resuelvan en acción. La técnica, siempre necesaria aunque pueda parecer prescindible, se transforma así en distorsión o en ironía. El humor es el bisturí que corta y la aguja que cose, la osadía del disparate, la insensatez de la farsa, la perspectiva de lo diverso.

Un amigo mío dice que, pese a todo, la vida nos quiere. Y es cierto. En estos mundos paralelos creados por Matarile Teatro, sale a la superficie un poso de ternura lacerada que habita en un fondo abyecto, lucidez que se incorpora para medirse con la brutalidad del mercado, con la crueldad de un sistema ignorante que nos contiene. Es el misterio de lo vivo.

CELESTE.- “¿Qué esconde el mago bajo el sombrero?”

ESPECTADORA.-“Lo que el mago quiere”

Al tomar la palabra hay que tener algo que decir, pero es necesario ejercitarla para organizar el discurso, antes de que se nos arranque la lengua para mostrarla como relicario

tomar la palabra
cuerpo en movimiento
Más allá de ese refugio del verbo, el pensamiento fluye y se expresa a través del cuerpo en movimiento
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Revista de teatro número uno
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