CRÓNICAS DEL TEATRO ESPAÑOL
ATENTADO
Dirección: XUS DE LA CRUZ Y FÉLIX ESTAIRE
Intérpretes: MARÍA MORALES, ÁNGEL RUÍZ Y EVA RUFO
De FÉLIX ESTAIRE
Por MJ Cortés Robles
Un museo es un templo donde lo aparente queda sometido a estudio, a la perspicacia de quien observa y a la pericia de quien expresó en su momento del modo que lo hizo. Las obras de arte quedan fijas, solo en nuestra imaginación pueden cobrar vida, conectarse de nuevo a lo vivo, transformarse en vida. Pero la perspectiva es importante. ¿Dónde estamos situados con respecto al objeto de estudio? ¿Desde dónde miramos?
En la Sala Margarita Sirgu del Teatro Español, las reproducciones de los cuadros quedaban al alcance del ojo predispuesto a la disección de la apariencia. Ordenadas en semicírculo, nos acogían en una experiencia inmersiva ya latente. Cada lienzo se hundía lo necesario en el marco como para que su dimensión tocase una realidad relativa, encajada al mismo tiempo en la otra realidad de cada presencia en cada butaca de la sala, de cada persona recién llegada de su particular experiencia vital, a punto de experimentar algo nuevo, en este caso artístico. Arte, dentro del Arte. Personas vivas que observan personajes que observan cuadros en los que se representan personas. Representación multidimensional.
¿Qué hay detrás del lienzo? A veces un apunte del autor tan genial o más que el original, a veces la pared inmaculada, a veces el vacío… Si se gira la escenografía de Alessio Meloni, nadie queda indiferente, lo que estaba oculto da paso a la acción, a la desfachatez de lo cotidiano tras un atentado, en el corazón mismo de la “zona muerta”. Las medidas de control son imperiosas tras el advenimiento del terror, fórmulas precisas que llevar a cabo sin dudas ni titubeos: no pensar, actuar. Lo malo es que siempre puede escapársenos un escalofrío, una valoración empática que nos conmueva, una pregunta no tan fácil de responder, un cuestionamiento que se disuelva en millones de respuestas, o al menos en variadas y quizá certeras resoluciones.
También ante acontecimientos terroríficos se nos quedan colgando de los labios narraciones inexactas de los hechos, que lagrimean hasta convertirse en charco y anegan nuestro discernimiento por completo. Regresamos a lo vivido una y otra vez, por intentar reconocernos, a ser posible, a otorgarnos el beneplácito de la coherencia. Porque cada quien es responsable de su parcela vital, cuando se genera un conflicto, los conflictos se generan siempre por intereses encontrados, y la fuerza no los resuelve. El poder genera violencia, y la violencia tiende a crecer y a multiplicarse, prescindiendo de milagros, de manera infernal y mortífera.
Solamente contamos con una herramienta que funciona para establecer o mantener relaciones no violentas: la empatía. Y no se trata de sacrificio, el sacrificio es muerte y apostamos por la vida. ¿De dónde viene la idea de sacrificio? ¿Cómo es posible que una vida valga menos que otra? ¿Quién decide tirarle la primera piedra al mártir? ¿Por qué? Las religiones no sirven ni a la paz ni a la vida, suelen ser foco de la ignominia, mueren millones de seres en su nombre desde que se gestaron. El humanismo es un injerto de dogmas basados en la dominación de los débiles. Los sistemas nos constriñen y nos someten. ¡Cuánta confusión, cuánta desinformación, cuánta falacia, qué desprotección, qué desarraigo! ¿No será más útil la revolución minúscula, la de los pares enfrentados y condenados a entenderse sin violencia, a través de lo afectivo, reflejándose ella en el otro y el otro en ella, ellos y ellas en los otros y en las otras, reconociéndose e identificándose pese al extrañamiento en alguna de sus partes, esforzándose por ocupar el lugar de la otredad para comprender, para conmoverse? Solo la conmoción nos transforma, por eso el terrorismo es efectivo, porque sacude y provoca pánico en los inmóviles, porque extralimita lo inmóvil. Quien sobrevive queda en blanco, tiene la opción de empezar de cero, de repensar lo pensado, de reaccionar sin violencia, ocupándose de la vida de una vez por todas, trascendiendo las apariencias, llegando a lo esencial de los conflictos. La mediación no es infalible, pero es una alternativa a la violencia sistémica, la única alternativa posible. Hay que educar en la resolución de los conflictos desde la cuna. Ante las amenazas, las medidas de control no son disuasorias, sobre todo porque no se atiende a la raíz del conflicto, porque los Estados se ciegan en sus razonamientos sin sopesar distintas perspectivas, sin plantearse siquiera ceder o llegar a acuerdos. Se tiende a demonizar a quien se opone a los intereses de un Estado concreto, se tiende a generar un listado de enemigos contra los que luchar, sin advertir que toda esa energía podría mejor invertirse en el bien común. No sin esfuerzo, claro está, nos in esfuerzo. Hay que darle la vuelta al mundo como a un calcetín. Pero tenemos voluntad. La transformación es posible siempre. No hablo de justificar la violencia, tolerancia cero. Hablo de admitir que la violencia es humana, que la genera el mismo mundo que hemos construido, el mismo mundo que la violencia destruye. No se trata de destruir, pero sí de decostruir lo que no es útil a la vida. Hablo de desmantelar lo sistémico en aras de otro tipo de órganos más proclives a generar transformaciones.
No soy politóloga, soy artista. Este puñado de seres sensibles que forman el elenco implicado en Atentado -desde quien se ocupó de la dramaturgia o de la dirección, de la interpretación, la escenografía, la iluminación, el vestuario…-, esta red de pensamientos y sentires tejida de forma comunitaria y plasmada en una representación teatral, me ha hecho replantearme todo esto y mucho más. Esta propuesta escénica consiguió la otra tarde que me parase a reflexionar no solo sobre las imágenes institucionalizadas expuestas, no solo sobre las instantáneas reales que quedaban desperdigadas por el suelo como escombros, mientras el público abandonaba el teatro -fotografías estremecedoras en las que lo más visible era la sangre-, sino también y sobre todo en los hechos representados por esas imágenes, en las pérdidas de vidas retratadas, en el horror, en el sufrimiento evitable, en lo que transciende.
Mi enhorabuena a un trabajo de una factura tan cuidada y tan bella, a una obra tan comprometida y valiente.
Ficha artística:
Escenografía: Alessio Meloni (AAPEE)
Diseño de Iluminación: Lola Barroso (A.A.I)
Diseño de sonido: Sandra Vicente
Diseño de Vestuario: Vanessa Actif (AAPEE)
Ayte dirección: Gabriel Fuentes
Ayte de Vestuario: Paola De Diego (AAPEE)
Talleres de construcción de escenografía: Readest
Confección de Vestuario: Rafael Solís
Taller de ambientación: María Calderón
Voces audioguías y avisos: Irene Serrano y Pablo Sevilla
Alumno de escenografía en prácticas: Quique Uhalte