CAMA
Dramaturgia y dirección: PILAR G. ALMANSA
Por: MJ CORTÉS ROBLES
La cama no es solución de nada, es un territorio que explorar a solas o en compañía, un refugio donde tumbarse a soñar o una salida arriesgada del ensimismamiento, un mueble donde descansar o un lugar de encuentro íntimo con otro ser humano. Pilar G. Almansa bien lo sabe, que lo que se despierta en la cama es la poética, lo que tenemos de irracionales destilado en una suerte de sensaciones e imágenes que nos asaltan, que se van incorporando a la experiencia. Si soñamos, es poética, si follamos, también. El encuentro sexual se traduce en danza, en el montaje de este magnífico texto dirigido por su autora, lo impronunciable que anida en la psique se despierta, se torna música que envuelve los cuerpos, cadencia que los arrastra, ritmo que se despeña. La palabra como vehículo y la piel como frontera. ¿Dónde queda lo salvaje? Relegado por lo humano. Así debe ser, aunque no siempre sea.
La estructura de la obra es un desdoblarse de etapas en una relación de pareja que se inicia y que está abocada a la ruptura. Es cierto que todo lo vivo es efímero, pero no es de esto de lo que habla G. Almansa, sino de la raíz del desencuentro. En una etapa inicial se nos presenta el impulso salvaje del deseo frenado por consideraciones intelectuales previas, sociales y políticas. María Morales argumenta desde el convencimiento, en paz consigo misma, pero en guardia. La vence la ternura, la capacidad de ver al otro como ser vulnerable. Carlos Troya está confuso, temeroso de perder la oportunidad por incapacidad de adaptación o torpeza. Se esfuerza en complacer, en acertar. Para ello, utiliza el intelecto, trata de reflexionar, aunque le cuesta dejar al margen el constructo sociocultural que le han inculcado. Por momentos, percibe que se aleja de su objetivo. ¡Qué difícil le resulta cruzar esa frontera! ¿Por dónde saltar? ¿Qué valla forzar? ¿Qué alambre de espinos es necesario clavarse para alcanzar placer? Es que no se trata de alcanzar, sino de compartir. Hay que esperar a que la puerta se abra, sin empujar. Él no hace más que probar llaves sin acierto. La única llave posible es el consentimiento mutuo.
El discurso intelectual que la autora expone sobre el escenario es brillante, tanto por su contenido como por las formas. Si bien es una perspectiva feminista sobre el asunto más controvertido en nuestra sociedad en estos momentos, no por ello se posiciona en un punto ciego que no advierta la dificultad del cambio, muy al contrario, la subraya, permite que el público se ría de sí mismo, se identifique y le quite hierro, aunque le ponga a pensar. Al salir de la función, mi acompañante y yo nos pusimos a conversar sobre nuestras respectivas relaciones amorosas -¡Ya salió la palabra, esa que pone en marcha el mecanismo de las esferas, la música del universo!-
La puesta en escena es minimalista y no ofrece distracciones. Pensé que se proyectarían imágenes en el ciclorama… Y, no, las imágenes que surgían tenían una proyección íntima. La energía psíquica generada en el público, también juega. Carne sobre blanco, desnudez que se escora en una huida incesante. Juego. Animales tiernos retozando en la nieve, abrasándola con su fuego. Cuando el desnudo es íntegro, cuando alcanzamos a entrever la esencia de los seres que así se nos presentan, solo hay belleza en los cuerpos, naturaleza.
En cuanto al sonido, era cristal que vibra en la lejanía, ecos recónditos que venían a adornar las vibraciones de dos almas que se fusionan en una curva del tiempo. La iluminación nos abarcaba, no nos dejaba fuera del acontecimiento, nos hacía presentes. El permanecer bañados por la oscuridad -situación habitual del público- hubiera provocado una mirada obtusa sobre las incidencias y los discursos, un escondrijo para lo obsceno, la distancia emocional suficiente como para considerar esos cuerpos objetos y no personas. Podíamos observar, sin embargo, reacciones del público, miradas cómplices, seguramente por coincidencias con la historia de vida de otras personas sentadas en sus butacas; podíamos distinguir y adjudicar respiraciones profundas o risas frescas. Comprender en comunidad es un acto poético y una acción política. Las transformaciones surgirán tras la lucha sin sangre, tras la meditación pacífica, tras la comunión de los seres. Solo merece la pena luchar por la utopía, es el sentido más sublime que le podemos otorgar a nuestras vidas.
La actriz que prescinde de disfraz, necesita de forma imperiosa de un lugar de seguridad, de una dirección de actores que extreme los cuidados. También el actor, solo que sobre los cuerpos de las mujeres recaen ciertos condicionamientos sexuales destructivos. La directora lo habrá tenido en cuenta, ya que ha conseguido liberar a ambos artistas del peso de prejuicios socioculturales. Por mucha apertura de mente, que no dudo que posean ambos, habrá resultado difícil trasladarla al cuerpo y que quede expuesta. G. Almansa ha evitado el escaparate, como antes he intentado explicar. El proceso de ensayos hasta llegar a que el público presencie las funciones, debe haber huido de lo espectacular para centrarse en lo que conmueve. A este respecto tengo que señalar de qué forma tan sutil nos llevan los actores hasta la sorpresa anunciada del dolor por la ruptura, cómo la contención es una herramienta que arroja verosimilitud a la trayectoria de los acontecimientos apenas revelados por el texto. Nos damos cuenta en las escenas finales que todo el tiempo hablábamos de emociones, porque lo emocional nunca nos puede ser ajeno. La emoción es la sustancia que engrasa la inteligencia, el caldo de cultivo de la vida humana.
Este modo de la función de deslizarse hasta el final, sin siquiera hacer ruido, con la dificultad añadida de cambios de código en lo lingüístico, le permite al público instalarse en el aquí y ahora, como si el espacio y el tiempo no fueran coordenadas a tener en cuenta. El planteamiento es actual, desde luego, pero también atemporal, ya que transciende la época indagando en la sustancia sensible que nos conforma.
Los protagonistas de este juguete erótico con-sentido, cuentan con mi respeto y mi admiración. María Morales es actriz reconocida por sus papeles en cine y televisión, yo la sigo en el teatro. Sobre el escenario, maneja la pasión por este arte de la actuación con maestría. A Carlos Troya no le reconocía, error mío, porque es fantástico. También trabaja en diferentes medios. Juntos hacen un tándem que nos atrapa. No solo había química entre ellos, eso que dicen que no siempre ocurre, lo que había era profesionalidad y fe en lo que querían transmitir, disposición total en cuanto a provocar belleza artística.
Pilar García Almansa es actriz, dramaturga, directora, productora y periodista. Es una intelectual, una artista en la vanguardia del panorama sociocultural madrileño. Pero, sobre todo, es una mujer comprometida a nivel político. Arremete contra el patriarcado desde diferentes frentes. En esta obra se visibiliza, por ejemplo, la falta de consenso entre hombres y mujeres en cuanto a los cuidados de los hijos e hijas comunes, lo que estas circunstancias afectan a las trayectorias profesionales de las mujeres. Y tantos otros temas que son ingredientes que suman, no faltos de controversia. No voy a desvelar. Lo mejor es acercarse a los Teatros Luchana y poder luego contarlo en primera persona, hacerse eco de la experiencia, como ahora mismo yo acabo de hacer. Solo la acción nos libera.
Cama
Dónde: Teatros Luchana
Dirección: Luchana, 38
Autor: Amaya Galeote (coreografía)
Directora: Pilar G. Almansa
Intérpretes: María Morales, Carlos Troya