PRIMER ENCUENTRO

TERTULIA DE dramaturgas.

MJ– Entre las respuestas al cuestionario que os envié, algunas de vosotras planteabais que el tema de “la mujer” estuviera sobre la mesa, para ser tratado durante la reunión. Yo lo dejo sobre la mesa. Os invito a iniciar la conversación por donde queráis y a desarrollarla con total libertad, sin necesidad de que yo intervenga demasiado, sino que sea el interés mutuo el que os guíe, ya que sois compañeras de profesión. Excepto Conchita, que es editora, todas sois escritoras.

LAURA RUBIO GALLETERO.- La primera pregunta sería: ¿Cuándo nos podemos considerar escritoras?

INMA CHACÓN.- He reflexionado mucho sobre “qué es ser escritora.” Yo me considero profesora, doy clases de documentación en la universidad, en Comunicación Audiovisual y en Periodismo. Escribo porque lo necesito para respirar. Mi primera novela fue un encargo de mi hermana Dulce. Aún no me consideraba escritora, pero continué escribiendo y publicando, fui finalista al Premio Planeta y sigo escribiendo. He llegado a la conclusión de que el escritor es el que necesita escribir, da igual que haya publicado o no.

YOLANDA GARCÍA SERRANO.- Yo me he considerado escritora desde la infancia, escribir era un placer para mí, ya en el colegio. Sin embargo, estaba segura de que no me iba a dedicar a eso, no me parecía que escribir fuera un oficio. Si me preguntaban, decía que de mayor quería ser azafata, conocer otros países, lo tenía clarísimo. (Risas) También quería ser criminalista, o algo que tuviera que ver. En mi casa se leía El Caso. Me encantaba leer crímenes. Ahora escribo mucho sobre la muerte, pero siempre con humor negro, porque casi todo lo que hago es comedia. Fue cuando empecé a estrenar mis obras y a hacer películas cuando me di cuenta de que, además, te puedes ganar la vida con esto, porque antes ni me lo imaginaba. Por tanto, ser escritora ha supuesto para mí el no haberme desviado del camino que inicié cuando era pequeña, aunque no lo tuviese planeado.

LAURA.- ¿Y qué fue antes, el teatro o el cine?

YOLANDA.- Me acerqué al teatro un poco por casualidad, por acompañar a un chico que me gustaba. Nos apuntamos juntos a un taller, como actores. Resultó que, en una ocasión en la que se necesitó un texto para público infantil, fui yo quien lo escribió y, más adelante escribí algunos más. Comencé a asistir a talleres de escritura, el primero impartido por Jesús Campos. Cuando llevaba unos años de trayectoria profesional, estrenando obras de teatro para adultos, conocí a un guionista con el que comencé a hacer cine. De ahí pasé a escribir guiones para televisión. Debido al volumen de trabajo que me sobrevino, mis proyectos para teatro eran más esporádicos. Como mi mayor dedicación era otra, yo me sentía una traidora. Por último, dejé de lado el teatro por un tiempo. Sin embargo, escribir teatro era como estar en casa. Ahora he regresado. En estos momentos, tengo una película en cartel, una serie en televisión y una obra en el teatro.

LAURA.- ¿Qué obra?

YOLANDA.- La Lista de mis Deseos, un monólogo que se ha adaptado, interpretado por LLum Barrera. También un micro-teatro, que aún no he visto porque he estado de viaje. Tengo que ir a verlo esta semana.

LAURA.- ¿Cuál es la serie?

YOLANDA.- Fujitiva, que se repone hoy, precisamente.

LAURA.- ¿Y la película?

YOLANDA.- La Tribu. Son casualidades de la vida, ha coincidido que sea así, hay temporadas que no tienes nada en cartel, años de desierto, “la travesía del desierto.”

LAURA.- Años trabajando en la sombra.

YOLANDA.- Y las obras de teatro o guiones de cine que he escrito y no se han llegado a estrenar. Tengo claro que algunas de mis obras no se estrenarán nunca.

LAURA.- Pero sigues escribiendo, sigues produciendo… Yo me pregunto, ¿qué es lo que cuenta en el caso de la dramaturgia, el acto de escribir o el de ponerlo en escena? Porque la dedicación exclusiva a la escritura de obras nuevas o a la generación de proyectos dramatúrgicos de futuro, debe considerarse como trabajo, incluso aunque tengas otras tareas con las que te ganes la vida. En realidad, una no deja de escribir…

LUCÍA CARBALLAL.- Particularmente, mi objetivo era estrenar. Prefería hacer otras cosas, me desanimaba, cuando me daba cuenta de que un texto iba encaminado de modo que podía resultar difícil su estreno, o que no era ese el momento idóneo para estrenarlo. Para mí la motivación era verlo sobre un escenario, pelearlo, aunque fuese con una compañía pequeña, de cualquier manera.
LAURA.- Puedes ir reconduciéndolo, es una apuesta. Si interesa determinado tema, te puedes esforzar en crear eso. Pero olvidarte de si vas a estrenar o no, y escribir lo que quieres escribir, es otra opción.

LUCÍA.- Sí, habrá autores que tengan una estructura distinta a la mía, a la hora de generar textos, más adaptada a sí mismos, sin preocuparse de la ocasión en la que pueda llegar a estrenarse su obra.

LAURA.- A veces confluyen los caminos. Llega una compañía que te hace un encargo y todo se pone a favor. Surge que las ideas de la compañía casan muy bien con las tuyas. Estresa mucho el hecho de escribir las obras que quieres escribir para tener que dejarlas dormir “el sueño de los justos” durante cinco años. Escribimos teatro para que respire.

YOLANDA.- Yo escribo teatro para que lo vean, no solo para que mis amigos lo lean. Lo que no sé hacer es el trabajo de promocionar mis obras para conseguir que se estrenen. Aunque mi última obra la he producido yo, pero ya por desesperación. Sin embargo, aún no he conseguido que se estrenen ninguna de las tres obras que acabo de escribir con Juan Carlos Rubio, por ejemplo…

INMA.- ¡Con la cantidad de salas de teatro que hay! Me parece que el teatro ha florecido, últimamente…
YOLANDA.- Sí, pero si quieres un productor te pide actores conocidos.

CONCHITA PIÑA.- Es que la industria busca vender, no simplemente llevar a escena las obras ya escritas. El teatro más comercial está mediatizado.

LAURA.- Y no solo el teatro comercial es el de “las caras conocidas”, se ha llegado a un punto en el que está todo muy próximo.

INMA.- Lo último que he escuchado sobre la producción de una obra de teatro es que querían actores que tuviesen muchos seguidores en Twitter. Ahora en los casting les preguntan cuántos seguidores tienen en las redes. Pero es que, además, hay empresas que se dedican a vender seguidores en las redes.

LUCÍA.- Hay una manera de detectar si eso es real. De todas formas, es de una tiranía absoluta, porque una red social que se ha inventado para comunicar, para poner a la gente en contacto.

CONCHITA.- Ocurre lo mismo en todos los ámbitos. En el mundo editorial, las grandes empresas buscan nuevas voces que tengan muchos seguidores en redes. No hay apuesta.

INMA.- Porque eso les garantiza unos compradores.

CONCHITA.- Como si te los garantizara…

INMA.- No sé si fue el año pasado o el anterior, en la feria del libro, cuando me tocó al lado de un youtuber.

YOLANDA.- Pero vosotras, cuando tenéis un texto terminado, ¿a quién os dirigís, por si le interesa?

INMA.- Bueno, lo mío es un poco diferente, porque siempre he escrito teatro para alguien. Pero me he enamorado del teatro, me parece más apasionado que la novela. Porque escribir novela es un ejercicio muy solitario, desde que empiezas hasta que terminas pueden pasar años. Sin embargo, la escritura de teatro es más rápida y, además, es una pasión compartida. Enseguida lo ves en escena, tus palabras cobran vida muy pronto, el feedback es instantáneo. Mientras que con la narrativa tienes que esperar a terminarla, a que se publique, a distribuirla, y hacerte un maratón de viajes…

CONCHITA.- ¡Y el tiempo que lleva leerla! No es lo mismo leer una novela que leer teatro…

INMA.- Pues, fíjate, con respecto al tiempo de lectura, no estoy tan segura, depende del lector. El otro día, en la presentación de una de mis novelas, me preguntaron sobre el tiempo que me había llevado escribirla. Contesté que casi tres años. Y una de las lectoras confesó que se la había leído en dos noches.. Le dije: “pues mal, porque tiene que durarte.” (Risas)

CONCHITA.- Es verdad.

INMA.- El teatro para mí es eso, una pasión compartida entre mucha gente. El resultado no depende de ti exclusivamente. El texto, por supuesto, es imprescindible, pero también te lo pueden destrozar -¡cómo me está mirando Lucía!- (Risas) O al revés, pueden darle otra lectura y llegar a impresionarte positivamente.

YOLANDA.- Yo he puesto siempre mis textos en manos de gente de total confianza, que se han visto involucrados en el proceso de su creación. Alguien que está contigo durante la escritura de la obra porque luego lo va a dirigir, que va aportando su parecer, suele ser respetuoso al llevarlo a la escena. También me gusta dirigir mis obras.

INMA.- Mi última obra es un monólogo que va a publicar Ediciones Antígona, interpretado por Pepa Zaragoza y dirigido por Chani Martín. Los dos han intervenido mucho en la creación del texto, en la estructura, fundamentalmente… Como estoy acostumbrada a escribir narrativa, al texto le faltaba acción. La puesta en común, la colaboración con ellos, me ha resultado una forma de trabajar preciosa.

CONCHITA.- Hay que ser generosos para escribir teatro.

YOLANDA.- El otro día me pasaron una obra para que diese mi opinión, porque el autor nunca había escrito teatro, y le dije justo lo que acabas de decir, que faltaba acción, porque sus personajes estaban contando las cosas, no las estaban viviendo. Le ha dado la vuelta por completo y ahora es una obra, ahora pasan las cosas.

INMA.- Claro, es que el teatro no es hablar, el teatro es actuar. Es vivir lo que está sucediendo. Escribir un monólogo contando tu vida es muy fácil.

LUCÍA.- A mí escribir un monólogo me parece lo más complicado, yo no me he atrevido todavía a escribir una obra en forma de monólogo, porque -como dicen los actores que hacen monólogos- lo peor es que termina la función y no tienes con quién tomarte la cerveza. (Risas) Pues escribiendo tengo esa misma sensación. Lo que me motiva a escribir es precisamente la intención de provocar en los actores el tipo de energía que les lleve a comunicarse entre ellos aquí y ahora. Sin embargo, escribir un monólogo me lleva a pensar que la energía que mueve ahí al actor tiene más que ver con un abstracto –aunque personifique en el público- Me resulta más interesante construir un texto como un polígono lleno de voces.

LAURA.- Es igual, la dificultad es otra, creo yo. Cuando estás formando a futuros dramaturgos en la escuela, el gran problema que te encuentras siempre es “la acción”. Tengo alumnos muy buenos escribiendo narrativa que, cuando escriben teatro, tengo que pedirles que hagan que sus textos respiren. Es tan bonito contado, se recrean tanto en la palabra y en el intelecto, pero no respira, no está sucediendo con sangre y con vida. Les cuesta mucho entender que la acción tampoco es subirse a la lámpara, ni estar haciendo cosas.

YOLANDA.- Ni el “movimiento” es que te cambies de sitio…
LAURA.- Tengo que explicarles que dejen al personaje en paz, que no es necesario que sea como Mcgyver, que lo importante es que el texto mueva al espectador.

INMA.- ¿Y dónde estás dando clases?

LAURA.- En la ESAD de Galicia.

INMA.- ¿Eres de allí? ¿Hablas gallego?

LAURA.- No, soy una recién llegada. Ellos sí me hablan en gallego.

INMA.- ¿Y lo entiendes?

LAURA.- Sí, al final se queda, el gallego es muy musical. Ya empiezo a soñar en gallego, cualquier día empezaré a escribir los Whatsapp en gallego. Lo típico, que falas ya galego aunque no lo escribes.

INMA.- Qué bonito lo de los sueños. Ahora viene un Valle Inclán a Madrid.

LAURA.- Sí…. En Galicia hay un teatro muy interesante, localizado y marcado por el idioma, pero desde el que se mira también hacia fuera, hacia lo que se está haciendo en Portugal y en Cataluña -no tanto hacia Madrid- Hay mucho movimiento de compañías. Como os decía, me resulta una gran experiencia el formar a jóvenes en el oficio de escritoras y escritores. Son un espejo para mí. Me doy cuenta de mis propios errores, voy aprendiendo también con ellos y ellas, sobre la marcha.

INMA.- Claro, enseñando siempre se aprende…
LAURA.- Yo les doy clase con la sensación de que me van a poner nota a mí también. El último día, a los de segundo curso les di a leer una de mis obras y les dije “yo estoy destrozando cada día vuestras obras, ahora podéis destrozar también la mía”. Fueron muy benévolos. Es verdad que hay un punto que tiene que ver con compartir, necesitaba darles esa posibilidad a ellos de criticar lo que tuviesen que criticar.

INMA.- ¡Qué interesante! Porque es una mirada muy joven, diferente.

LUCÍA.- ¿Cómo es el porcentaje entre alumnos y alumnas?

LAURA.- Depende. Este año, en segundo están equilibrados, pero suele haber más chicos que chicas.

LUCÍA.- Cuando yo estudiaba éramos más mujeres que hombres.

LAURA.- En ese curso, no. Generalmente suele haber más chicas, porque doy también escenografía. Pero cuando daba a grupos en Madrid eran todos chicos. Había una chica -que también era bailarina, performance- y el resto todos chicos.

INMA.- ¿Creéis que se representan más obras escritas por hombres?

YOLANDA.- No es que lo creamos, es que la estadística dice que es una frente a tres. Un veinticinco por ciento de mujeres contra un setenta y cinco por ciento de hombres, leí la última vez -si no recuerdo mal- no sé si habrá mejorado.

INMA.- ¿Y el porcentaje de autoras frente a autores?

YOLANDA.- Creo que era un setenta y cinco de autores, el año pasado. No llegamos al veinte por ciento de representadas.

INMA.- Entonces el porcentaje de representación cuadra con el porcentaje de creación.
YOLANDA.- O un poco menos. De todas formas, si se tienen en cuenta los grandes teatros, las autoras tenemos todas las de perder. En las salas pequeñas es donde tienen más cabida nuestras obras, donde se programa más a las autoras. En los teatros comerciales, no existimos… Pero si nos meten en el mismo saco para echar las cuentas, entonces sí, hay un porcentaje del veinte o el treinta.

LUCÍA.- Yo lo que he tenido muy claro siempre es lo de los premios. Tuve una época en la que me presentaba a concursos, y recuerdo leer los listados y era terrorífico. Durante diez años consecutivos aparecían solo hombres. Estoy convencida de que precisamente por la precariedad hacia las mujeres, habrá muchas mujeres que se presenten a concursos, a becas…. Tuve esa época. Cada vez me presento menos y, a veces, lo hago por obligación moral. Pero es que ya puedo hacer la quiniela, ya puedo imaginar el resultado.

LAURA.-Tengo un poco la sensación -y esto a lo mejor va a sonar mal- de que realmente estamos ahí porque toca estar, utilizando un feminismo a la medida y de moda, que promociona una imagen política de igualdad que busca cubrir una cuota.

INMA.- Todo lo que está de moda pasa de moda.

LAURA.- Sí, estamos en esa cuarta ola de feminismo que ojalá cale y ojalá nos moje a todas y a todos. Pero, claro, cuando de repente te dicen “si eres feminista te tienes que significar.” Bueno, yo me significo, sin ningún problema. Pero, luego, en cuanto a la política de programación, se te menciona como la feminista, la loca. Y dentro del feminismo solo hay hueco para las feministas, solo se programa a feministas.

INMA.- Lo que sí que es cierto es que a las mujeres nos suelen etiquetar, a los hombres no. La literatura escrita por mujeres y que habla de las mujeres, es nombrada como “literatura femenina”. Los hombres que escriben sobre hombres no son mencionados como escritores de literatura masculina. En todo caso se incide en que el hombre escribe desde la razón, mientras que las mujeres escriben desde el corazón. Siempre se nos cuestiona.

LAURA.- Cuesta trabajo quitarte la etiqueta. Si te la quitas, te quedas desnuda. La desnudez en nosotras está asociada a la vulnerabilidad. Ser vulnerables y abrirnos, ser honestas en lo que escribimos, no siempre beneficia. La etiqueta es un disfraz que te permite seguir viva, sobrevivir, pero no siempre es beneficioso.

LUCÍA.- No sé muy bien de qué hablas. ¿Pero quién nos ha puesto la etiqueta?

LAURA.- La crítica, las editoriales. los periodistas. “Escribes como mujer” Bueno, ahora está muy bien visto el discurso feminista, pero hace cinco años, por ejemplo, había que cogerlo con pinzas, sobre todo si el entrevistador era un hombre. Te podías meter en un berenjenal del que no sabías muy bien cómo salir. Ahora hay un discurso mucho más flexible.

INMA.- Sí, pero, cuidado. Porque hay que volver a explicar muchas cosas que ya parecía que estaban claras.

LAURA.- Esto del didactismo es agotador. Tener que explicar constantemente en qué consiste un término frente a otro, qué es “femenino”, qué es “feminista” En principio damos por entendidas muchas cosas, porque las redes sociales facilitan ese acceso a la información, pero es incompleta.

INMA.- Se están malinterpretando muchos conceptos, yo creo que eso es muy peligroso. Ahora mismo, me parece que estamos viviendo una involución tremenda, en este sentido.

LAURA.- Hay dos fuerzas en movimiento. Espero que el que se desplacen las placas tectónicas signifique que algo se va a romper. Por un lado tenemos el Feminismo y la “lucha social” –y lo pongo entre comillas porque habría mucho que debatir- y por otro, un movimiento conservador que se le opone.

YOLANDA.- La reacción.

LAURA.- Sí, claro, acción-reacción, algo muy teatral.

LUCÍA.- Además hay muchas contradicciones. Estaba recordando un documental sobre mujeres poetas: “Se dice poeta.” Hablaban sobre las antologías de mujeres poetas, las propias autoras se cuestionaban si eso era beneficioso para ellas o no. Muchas de ellas decían que la única posibilidad de publicar que veían factible era que se las incluyera en una antología de mujeres, otras, que la única vez que habían sido publicadas había sido así. Reivindicaban su derecho a la identidad como escritoras, más allá del hecho de ser mujer. Se evidenciaba la existencia de ese nicho de mercado con una cierta demanda. Es verdad que muchas veces detrás de ciertas iniciativas está la buena voluntad, el querer visibilizar el trabajo de mujeres que, de otro modo, no podrían publicar. Personalmente, me he sentido en conflicto, cuando se me ha incluido en recopilaciones junto a otras autoras, argumentando cualquier tipo de coincidencia comparativa. Muchas veces me he preguntado por qué no me han puesto en comparación con compañeros dramaturgos con los que a lo mejor puedo tener más similitudes en cuanto a temática o estilo. Se me ha comparado con compañeras -a las que admiro y respeto mucho- solo por el hecho de que todas somos mujeres. Yo me he hecho mucho lío con esto, realmente no he sabido, a veces, enfocar la situación.

INMA.- Por ejemplo, y aunque esté la periodista delante, ¿qué opinas de que estemos aquí cuatro mujeres?

LUCÍA.- No estoy segura. Si estoy aquí es porque lo apoyo, porque, si no, no habría venido. Pero sí sé que cada vez que me han invitado a un evento, entrevista, reportaje en donde solo están invitadas las mujeres para hablar del tema, me he preguntado qué estamos haciendo, si es la iniciativa adecuada, si no me interesaría escuchar también a mis compañeros… Yo estoy deseando escuchar la opinión de mis compañeros con respecto a la posición de la mujer en el medio, porque no se les incluye en este tipo de iniciativas. Recuerdo una vez que fui invitada a un reportaje, en un momento en el que no me faltaban oportunidades de trabajo -al igual que ahora, que estoy trabajando mucho-. En una de mis respuestas mencioné que no podía quejarme con respecto a mi situación laboral. En aquella ocasión hubiera sido extraño para mí responder algo que no se cumplía, en mi caso, que no era mi realidad. Más tarde, reflexioné sobre eso que dije y me arrepentí. Como profesional entrevistada, eres representante de un colectivo. Creo que se debe matizar la diferencia entre la propia situación personal -o cómo vives tú las circunstancias que te tocan- y la situación general de tu colectivo, dejar clara tu posición con respecto a tu colectivo. Conozco a autoras que se sienten extrañas en la categoría “mujer”, que han nacido “mujer” pero tienen una ideología transgénero, pangénero, etc. A ellas se les impone una pertenencia y un rol con el que no se identifican. Esto lo he vivido más cuando vivía en Alemania. Hay muchos matices que establecer. Personalmente, cuando más cómoda me siento en una entrevista es cuando se me pregunta sobre mi trabajo. Porque suelen preguntar: “¿Y crees que estás en la posición que estás porque eres mujer?”, o “¿podría haber escrito un hombre esta obra?” Cuando esto ocurre, intento entrar en discusión con el periodista con respecto a la pertinencia de esa pregunta, le digo que me siento incómoda, que no estoy segura de que estemos haciéndolo bien ni él ni yo, le planteo que esa situación es extraña para mí y le pregunto si lo es también para él -porque a lo mejor cree que debe hacerme esa pregunta, incluso lo hace con buena intención-. Le explico que ese tipo de preguntas no son necesarias, que me ayuda más a mí y a las autoras en general si el titular es otro, si tiene más que ver con mi obra que con mi condición de género. Porque, al final, lo que ocurre cuando se entra en aspectos personales o puramente emocionales es que se desvía el foco, no se pone sobre tu trabajo.

LAURA.- Yo sueño con que me entrevisten preguntándome por mi obra, y no por mi significación política o vital. Por ejemplo, una cosa muy curiosa: en el prólogo a uno de mis textos, Margarita Borja habla del poder de los personajes femeninos, hace una panorámica generalista sobre las mujeres que creamos (menciona a Silvia Plas, Anne Sexton). El prólogo escrito por Manuel Vieites para la edición inglesa, estudia la obra y habla de la obra. Parece que nos sentimos obligadas a hablar en nombre de todas nosotras, cada vez que nos dan foco, o que nos ofrecen unas páginas donde expresarnos. Ellos se pueden permitir cerrar el zoom y hablar de algo concreto que les haya llamado la atención, ser muy precisos, porque tienen la oportunidad de volver a encontrar foco en otros momentos. Todo ello tiene para nosotras un lado positivo pero también otro negativo que nos lleva al anonimato permanente.

CONCHITA.- Sí, de ese modo, el trabajo realizado por las mujeres profesionales se acaba transformando en un trabajo de género. Se puede acabar desvirtuando la profesionalidad o profesionalización de esa persona, por el hecho de ser mujer. Sin embargo, en mi experiencia como editora, tengo que decir que considero importante dar foco a la problematización de la visibilidad de la mujer profesional. Cuando llevábamos sesenta títulos publicados en Ediciones Antígona, nos dimos cuenta de que solo dos de ellos estaban escritos por dramaturgas. ¿Cómo era eso posible? Desde un principio la editorial se propuso reflejar el panorama de la dramaturgia contemporánea, pero no estábamos actuando con justicia literaria. Tuve que hacer esa reflexión para ser consciente. Estoy de acuerdo en que es importante que el foco se ponga en el valor del trabajo realizado por la dramaturga, pero a veces hay que favorecer a ciertos colectivos, provocar que entre un poco de luz en donde no la hay, tomar conciencia y actuar en consecuencia, para que esa reflexión se extienda. En la editorial somos tres personas, trabajo con dos hombres. Mis dos compañeros han tomado conciencia de cuál es la situación de las autoras de teatro en el mundo editorial. Este último año, en nuestro catálogo casi tenemos a más dramaturgas que dramaturgos, porque hemos sido consecuentes con respecto a la situación contemporánea y hemos actuado en justicia. Estoy de acuerdo en que no es conveniente difuminar las individualidades bajo el foco de género, pero tampoco creo que sea necesario dejar por eso de alentar a las autoras a que sigan escribiendo y publicando sus obras, utilizando para ello los medios de los que una editorial dispone.

YOLANDA.- Creo que esto forma parte del recorrido, de la época en la que nos ha tocado vivir, llegará el momento en el que tanto hombres como mujeres, en una entrevista sobre su obra, hablen de su trabajo. Cuando participo en mesas redondas de mujeres, en festivales y otros eventos, y le pregunto a la organización el motivo por el que no se me ha invitado en ocasiones anteriores, montan en cólera. A mí no me importa conversar en grupos en los que no haya hombres invitados. Ahora bien, yo voy a escribir de lo que me dé la gana y voy a hacer lo que me dé la gana con mi trabajo. Pero no me importa ir a hablar de las mujeres. ¿Somos pocas? ¿Estamos pocas? ¿Se nos representa poco? ¡Pues vamos a hablarlo! Claro que nos gustaría que esto hubiera avanzado mucho más deprisa de lo que lo ha hecho. Porque a mí ya me va a pillar…

INMA.- Legalmente tenemos todos los derechos, pero todavía queda mucha lucha. En cualquier ámbito necesitamos reivindicar nuestra condición de mujer, porque inmediatamente se nos recuerda que somos mujeres.

LUCÍA.- Con esta situación social, es normal estar trabajando con un grupo de hombres y tener muchas ganas de ser invisible… Yo he sentido que me daba completamente igual estar trabajando con un grupo de hombres en el que en algún momento se te recuerda que eres la mujer del equipo, con comentarios tipo creencia: “como mujer, en tanto que mujer, la trama emocional la vas a hacer mejor”, “esto es que a ti te va a costar más”, “hoy es que tienes un día un poco sensible porque a lo mejor te va a venir la regla” El sentido del humor prejuicioso con respecto a las mujeres está muy arraigado, hay que trabajar mucho en este sentido para conseguir que el trato a las mujeres profesionales sea el correcto y se adecue a sus capacidades y a sus méritos.

LAURA.- Yo echo de menos que nuestros compañeros hablen de esto, pero no tomando cañas, sino que abiertamente, de forma pública, se mojen. Porque en el plano de la intimidad, muchos hombres se posicionan a favor de la igualdad, pero a la hora de la verdad, es difícil que den un paso y reconozcan la situación social real, sus propios comportamientos, que digan: “Lo estamos haciendo fatal, formamos parte de esto” Por más feministas que se consideren, con su chapita morada. Echo en falta mayor valentía por parte de ellos.

YOLANDA.- No les hace falta. ¿Por qué van a tenerla?

LAURA.- Pero sería un gesto.

MJ.- Hay algún movimiento social, en este sentido.

LAURA.- Pero no en la profesión. Perdonad, pero aprovecho para despedirme, que salgo de viaje hacia Galicia.

CONCHITA.- Buen viaje.

YOLANDA.- Se entiende que una persona feminista es mujer. ¿Por qué? Esa apreciación es una manera de excluirles. En la manifestación por el tema de La Manada las consignas que se gritaban se expresaban en género femenino, pero había muchos hombres que también las gritaban, y me hacía gracia escucharles.

LUCÍA.- Hay que abogar por la transversalidad.

YOLANDA.- Participé en la creación de una tv movie sobre Clara Campoamor. Muchas de las cosas que decía en el congreso, en 1930, eran fascinantes. En uno de sus discursos decía: “Yo no soy feminista, soy humanista, porque considero iguales a hombres y a mujeres”. Quizá el problema sea la palabra “feminista”.

LUCÍA.- Por la propia construcción de la palabra parece que se oponga a “machista”.

INMA.- Y esto hay que explicarlo cada dos por tres.

YOLANDA.- Da igual, porque no lo van a entender.

MJ.- Me gustaría intervenir, si me permitís. Hay “feminismos”, no hay un solo feminismo, ya que somos muy diversas. Es tremendamente difícil, por el camino que vamos, llegar a un consenso, porque si hay que tener en cuenta a la diversidad de feministas, también hay que incluir la opinión de las mujeres negras, por ejemplo, que a veces es contraria a la del feminismo liderado por mujeres blancas -no digo solo que difieran, sino que se posicionan en contra- Con respecto a lo que has dicho sobre la manifestación del 8 de marzo, me parecieron muy controvertidas ciertas decisiones en cuanto a la organización de la propia manifestación, aquellas medidas que pretendían asegurarse de que los hombres se mantuviesen siempre en un segundo plano, sugiriéndoles no alzar la voz para unirse a las nuestras o que no ocupasen puestos de cabecera.

INMA.- El Feminismo excluyente no tiene sentido.

YOLANDA.- Es como decir “como ellos han sido excluyentes toda la vida, ahora vamos a serlo nosotras”. Porque no eres excluyente porque lo seas genéticamente.

CONCHITA.- Esa venganza ya hemos visto que no funciona.

YOLANDA.- Y, además, no interesa. ¿Dónde vas con eso? Al revés, haces daño. Viene de ahí, del “ahora tú te callas, ahora voy a hablar yo.”

CONCHITA.- Es aplicar el mismo sistema con ellos que ellos con nosotras.

LUCÍA.- En el entorno feminista creo que hay muy poca flexibilidad. Cuando alguien se pronuncia con respecto al Feminismo, sea mujer u hombre, el resto del Feminismo se lanza a su cuello, si consideran que no ha formulado su discurso de la manera en la que supuestamente debería haberse formulado. Y eso me parece que no debería ser así.

INMA.- ¿Creéis que ocurre igual en todos los países, o que pasa más aquí, en España? Quiero decir, en España tenemos muy poca tradición democrática, muy poca habilidad democrática, muy poca sensibilidad hacia la posición del otro, poco respeto al otro. Creo que aquí pervive el enfrentamiento en lugar del diálogo, se vive siempre contra el otro, en lugar de buscar el encuentro con el otro.

YOLANDA.- En lo que mueve masas pocos matices caben.

INMA.- Es blanco o negro.

LUCÍA.- Para mí, en cuanto al Feminismo, hay solo preguntas, creo que tenemos muy poquitas certezas. Por ejemplo, un debate que a mí me interesó mucho fue el que surgió a raíz de que artistas como Beyoncé se erigieran como iconos feministas. Algunas voces se alzaron en contra, argumentando que mujeres con ese perfil son precisamente productos de consumo de una sociedad machista, grandes bellezas sujetas a los cánones establecidos y cuyas canciones tienen letras cuestionables. En ese debate a mí me cuesta mucho posicionarme. Si buscamos el caso de mujeres que se hayan sentido -voy a utilizar una palabra que no me gusta- “empoderadas” al reflejarse en el caso de Beyoncé como en el de una mujer triunfadora que elige lo que quiere en su vida, puedo entender que se considere un icono. Y también puedo entender la postura contraria. Y me parece que tenemos derecho a dudar. No sé si tiene sentido vetar la letra de una canción por su contenido, por cómo se trate un tema. Ahora mismo hay una tendencia al maniqueísmo peligrosa.

CONCHITA.- Yo creo que según tu experiencia en el ámbito profesional y personal, ahí te posicionas. Si has vivido el acoso por el hecho de ser mujer, te posicionarás en consecuencia. Si has tenido la suerte de trabajar en un ambiente de libertad, de respeto y de igualdad, tendrás otro concepto. Aun así, siendo empática, se pueden tener en cuenta las diferentes posiciones. Yo no he sentido la lacra del machismo en mi persona, aunque lo he advertido con relación a otras personas. Mi posición con respecto al tema tiene que ver con eso. Yo, como tú, vivo en la duda, vivo en la pregunta… A veces, no sé si hacer un posicionamiento feminista abierto, si eso es favorecedor o no, si hay que apoyar siempre o hay que apoyar hasta determinado límite.
INMA.- Yo creo que sí, que es necesario todavía, aún no hemos llegado al final del camino. Hace dos años se escribió El Libro Blanco de la Cultura y me llamaron para que redactase el capítulo sobre “la mujer en el mundo de la cultura”. Inicié el capítulo reclamando precisamente que existiese la necesidad de tener que escribir un capítulo como ese, puesto que la cultura somos todos. Se presentó el libro en El Ateneo. Alrededor de la mesa para la presentación nos reunimos diez personas. Yo era la única mujer. En los medios de comunicación que se hicieron eco, no se mencionó el tema de “la mujer”. Hace falta seguir luchando y hablando de feminismo. Aunque si hubiese aquí un hombre hablando de esto, estaría genial. Pero si antes no se nos ha dado la voz, creo que ahora es lícito que se nos dé, que la reclamemos.

YOLANDA.- Y cada vez que nos la den, cogerla. Que no está fácil el camino, hay que machacar. La lucha nunca sobra. Yo soy guerrera, combativa.

LUCÍA.- He escuchado que ha empezado a generarse en algunos círculos una especie de pudor con respecto a la ausencia de mujeres.

YOLANDA.- Sí, he leído un artículo hace poco.

MJ.- Sí, diferentes grupos de profesionales se han comprometido por escrito a no asistir a ningún acto al que sean invitados a participar si no está invitada al menos una mujer. Eran científicos y no recuerdo de qué otro ámbito, hombres bien situados a nivel social. Pero fíjate qué curioso: esta iniciativa la planteó hace unos años Clásicas y Modernas, llegando a redactar incluso un posible formulario que solo hacía falta firmar. El artículo que se refiere a los científicos lleva por título “Movimiento masculino.” y no menciona la iniciativa de Clásicas y Modernas.

INMA.- Por eso te digo que hay que machacar.

MJ.- Es como si se apropiaran del movimiento, precisamente. Habría que hacer las cosas de manera que los hombres también estén, pero que nos vean y respeten nuestro lugar.

INMA.- En la comisión judicial que se reunió para analizar el juicio de La Manada con respecto a clarificar el concepto de violencia, no había una sola mujer, por ejemplo. No es que sea necesario seguir luchando, es que es imprescindible. ¿Habéis leído El Cuento de la Criada”? No te creas que es tan distópico, no te creas que no puede pasar eso. Hay una reacción tremenda contra el Feminismo, porque por primera vez están viendo que podemos tener mucho poder.

YOLANDA.- Porque ven peligrar sus puestos. ¿Quién cede su puesto generosamente?

INMA.- La revolución feminista en un hecho. Los que tienen el poder no la desean, la gran mayoría, hombres.

YOLANDA.- Me parece que debería ser un camino de confrontación, de diálogo… Y no de “ellas contra ellos” ¡Yo no me quiero pelear, dejadme! (Risas)

INMA.- Codo con codo. No queremos anular al otro. No queremos una sociedad matriarcal en la que se machaque al hombre. Lo que queremos es igualdad de derechos y de oportunidades. Ha costado mucho llegar hasta donde estamos, gracias a que las que nos precedieron lucharon por nuestros derechos, gracias a Clara Campoamor, a Victoria Kent, incluso a la generación más próxima a la mía, que nos hemos partido el corazón para llegar hasta aquí, reclamando. Y ahora que podríamos estar viendo a nuestras hijas tranquilas, es necesario ponerse de nuevo a luchar, y que luchen nuestras hijas.

MJ.- En su momento esta lucha llegó a las instituciones y después hubo una regresión. Y, ahora, de nuevo, el movimiento social llega a las instituciones, llega a ser político, a ocupar lugares de poder. Temo que vuelva a haber una regresión y se convierta en un movimiento circular.

YOLANDA- En España tuvimos esa regresión por culpa de una dictadura, fundamentalmente, Ahora, esperemos que esto remonte.

INMA.- El otro día me contaban que a una niña en el colegio la habían insultado llamándola “feminista”.

MJ.- Es que esta lucha también se extiende al ámbito privado. Ahí hay una lucha feroz, en el intento de transformar las costumbres y los modos. ¿Cómo se desestructura todo esto? Porque ese es el núcleo del tipo de sociedad que tenemos… Yo empezaría por la educación.

INMA.- Yo creía que en el ámbito privado habíamos avanzado muchísimo. Veo que mis hijas hacen lo mismo que sus parejas en la casa, que tienen las mismas responsabilidades, o a mis sobrinas con sus parejas, que comparten el cuidado de los hijos. Ya no hay roles…

LUCÍA.- Yo no soy tan optimista, creo que eso es una minoría. Hemos evolucionado, yo sí que lo noto, con respecto a la generación de mi madre y de mi padre. Pero no paro de ver casos muy cercanos que me señalan lo contrario, específicamente con respecto al tema de la maternidad. Con treinta y tres años, conservo en la memoria estampas de la maternidad de mis amigas que podían ser del año setenta y ocho. Es la misma foto: la mujer en la casa con el bebé y el marido en el trabajo. Él se va promocionando porque, además, tiene una motivación…
YOLANDA.- Porque la década para promocionarse son los treinta…

LUCÍA.- Exacto… Yo no tengo hijos y he llegado a una consideración extraña, que es la siguiente: mientras no tenga hijos, puedo mantenerme en una especie de limbo vital. Pero no vivo dentro de un sistema que sea capaz de protegerme. En el momento en que tuviera un bebé, todo cambiaría para mí, no podría tener el trabajo que tengo ahora, a no ser que tuviese una pareja que se encargase de ese hijo y yo pudiese ejercer un rol tradicionalmente masculino.

INMA.- Pero no se trata de invertir los papeles, sino de equiparar los derechos por ley, con respecto a las bajas por maternidad, de modo que a la hora de contratar a una mujer o a un hombre, ambos supongan para la empresa las mismas dificultades y las mismas ventajas. A mí me parece francamente indignante que tú tengas que trabajar de lunes a domingo.

YOLANDA.- Eso lo hemos hecho todas. Cuando estás haciendo una serie, es que no te queda otra… Porque, si no, la serie no sale.

INMA.- Pues tendrán que articular algún modo para que el trabajador no sea explotado de esa manera… Tú tienes derecho a descansar. Es que eso es lo malo, que nos acostumbramos a que no tenemos derechos. Es que entonces aceptamos un esclavismo.

LUCÍA.- La pregunta es: ¿En qué medida la mujer se hace más cargo de ese esclavismo que los hombres? Porque una cosa es tener el derecho y otra cosa es ejercer ese derecho. Ante una situación de estrés, como puede ser la del nacimiento de un hijo, su necesidad de cuidados, o la de meter dinero en casa, etc., ¿cómo es el reparto de tareas y responsabilidades? A mí me faltan referentes en mi entorno, en cuanto a parejas que pueda considerar que tengan una relación igualitaria, y me refiero a parejas en edad universitaria, que residen en capitales europeas, situándonos en lo alto de la pirámide, donde podríamos encontrar esos privilegios.

INMA.- Yo sí que percibo un avance, aunque también he sido testigo de un retroceso que me da vértigo. Como la emoción de una jovencita cuando el novio, por fin, le ha pedido que se case con él. Como si no pudiese pedírselo ella a él. Ese tipo de pedida a la americana en la que él la lleva a París y le da el anillo… Es volver de nuevo a la creencia de que es el hombre el que tiene que tomar la decisión.

YOLANDA.- ¿Pero con qué crecemos? Crecemos con toda esa cultura, con la creencia de que el hombre al que amas te dará la felicidad. Desde que naces lo estás viendo, en todas las películas.

CONCHITA.- Pues ahí es donde hay que meter caña.

INMA.- Ahora, en el cine, hay muchas heroínas.

CONCHITA.- En el teatro todavía son difíciles de encontrar personajes de mujeres interesantes por sí mismas.

YOLANDA.- No hay más que ver la cartelera, las fotos y los títulos. El predominio es de historias de hombres, con fotos de hombres, escritas por hombres y protagonizadas casi siempre por hombres. Ellas son las que acompañan al protagonista.

LUCÍA.- Volvemos a lo que hablábamos al principio, en el momento en que tienes una protagonista femenina en un texto escrito por una autora, parece un producto cultural realizado para el sector femenino o feminista. Yo esa pelea la he tenido a veces con alguna obra mía, en cuya difusión se ha pretendido hacer una campaña de comunicación dirigida a las mujeres, creyendo que era el público en el que se iba a suscitar un mayor interés. Eso es terrorífico, que las mujeres podamos leer y ver historias protagonizadas por hombres con una sensación de identificación y que el camino inverso resulte más complicado.

CONCHITA.- ¡Qué complejo! No sé cuál es la causa de no encontrar en la literatura personajes femeninos independientes o autónomos. Al final la mujer ocupa siempre rolles “femeninos”: de consorte, de mujer abnegada. Incluso la superwoman cumple con un canon físico o estético estipulado de antemano, no cualquier mujer se puede identificar con ella. Esto habría que revisarlo.

INMA.- De eso se quejan también mucho las actrices, de que no tiene personajes femeninos potentes, que les cuesta mucho encontrarlos.

CONCHITA.- Y está bien reivindicar también esas figuras y sacarlas a la luz. Por ejemplo, el texto de Inma que vamos a publicar ahora, La Baltasara. Trata sobre un personaje histórico que desaparece un día de escena para retirarse a una cueva y dedicarse a la vida contemplativa. Decide hacerse ermitaña, decisión difícil de tomar. A mí me gusta leer sobre este tipo de personajes, porque me dan esperanza.

LUCÍA.- Estoy totalmente de acuerdo pero, al mismo tiempo, percibo una presión externa que pretende imponer que se escriba sobre mujeres poderosas, potentes, fuertes. Es decir, la otra cara de la moneda. Yo, por ejemplo, soy dada a escribir sobre personajes vulnerables, sobre mujeres muy frágiles. He vivido situaciones en las que se me ha recriminado el hecho de escribir sobre mujeres así. A mí me parece muy interesante reflejar la vulnerabilidad.

CONCHITA.- Eso es maravilloso. Lo importante es darle voz a ese personaje, que cuente lo que le pasa, sea una heroína, la mujer más dura de la tierra, o la más frágil.

LUCÍA.- Lo interesante es la no dependencia…

CONCHITA.- Exactamente, que un personaje femenino tenga su razón de ser al margen de cualquier personaje masculino.
INMA.- Porque esa fragilidad no es exclusiva de la mujer.

LUCÍA.- En absoluto… A mí me parece muy tierno, en el fondo. Porque estamos tan poco acostumbrados a las protagonistas femeninas, que cuando florece una, se la mira con lupa, y parece que tiene que representar el ideal femenino en algún sentido. Es por falta de costumbre.

YOLANDA.- Un espécimen, ¿no? (Risas)

LUCÍA.- Se suele interrogar a la autora sobre cómo ha diseñado ese personaje.

CONCHITA.- “Tendrá mucho de ti, ¿no?”, preguntan normalmente. (Risas)

YOLANDA.- Y respondes: “no, tiene mucho de ti” (Risas)

CONCHITA.- La literatura no tiene por qué ser un reflejo de la vida, ni un personaje tiene por qué ser el “alter ego” de la persona que ha escrito la obra, ni el “yo poético”

INMA.- Es que si escribiéramos siempre de nosotros mismos, sería muy aburrido, mi vida es muy aburrida. Mi última novela es sobre Galicia y hay gente que me pregunta que cómo he escrito sobre Galicia siendo extremeña. Contesto: bueno, también he escrito sobre Méjico y sobre Filipinas, también he escrito sobre un asesinato y no soy una asesina. Si tuviéramos que escribir exclusivamente de lo que somos. Es verdad que una parte nuestra siempre se traslada, al menos una parte de nuestra mirada. Pero no tiene por qué tratar sobre tu vida, ni sobre tu manera de ser ni de querer ser. Y sobre eso creo que a las autoras les preguntan más que cuando se dirigen a un autor. Lo que decíamos, que no sabemos cuándo llegará el día en que sobren las etiquetas.

LUCÍA.- Si leyese una entrevista que os hubieran hecho a vosotras con motivo de la publicación o el estreno de una obra vuestra, y en ella no os preguntasen sobre vuestro trabajo, me sentiría frustrada.

YOLANDA.- Pensarías: ¡Pobres, lo que han tenido que aguantar! (Risas) Yo quiero ser optimista, pero hace unos años, en una reunión de hombres y mujeres en la que el tema propuesto era “la mujer en el cine”, uno de los presentes le preguntó en tono despectivo a una directora: “¿Qué pasa, que vosotras hacéis mejores películas? La directora le respondió: “Igual de malas que las vuestras” (Risas) ¿Por qué solamente vosotros tenéis derecho a hacer películas malas? Esto no se preguntaría hoy. Pues eso lo he oído yo, estaba allí presente. Un micro-paso hemos dado. Nadie preguntaría ahora: “¿A ti cómo se te ocurre hacer una película?”

LUCÍA.- Cuando yo estudiaba, tenía muy pocas profesoras de escritura, se había representado muy poco a autoras de teatro. Echo en falta el estar más en contacto con la generación anterior a la mía. No sé qué edad tenéis, ni os lo voy a preguntar.
INMA.- Pues yo te voy a decir mi edad, la semana que viene cumplo setenta.

YOLANDA.- Yo, la otra, sesenta. (Risas)

LUCÍA.- Sois justo de la generación de mis padres. Y sois dos generaciones clave, creo. La mía es la de los primeros que nacimos después de la muerte de Franco, en democracia, con una educación completamente distinta, con padres y madres que habían sido reprimidos -no hace falta que os lo cuente, ¿no?- Incluso nacidos en familias supuestamente progresistas, pero con unas ideas sobre la mujer completamente obsoletas hoy en día. No he encontrado muchos contextos que puedan dar lugar a un diálogo entre dichas generaciones. Siento, por parte de mi generación, una enorme falta de reconocimiento hacia vuestra generación, la generación anterior, un silencio con respecto a ella. Sin embargo, ha sido vuestra generación la que nos ha abierto el camino, la que ha dicho: “aquí estamos, somos mujeres y escribimos”. La que se ha encontrado con los hombres al lado diciendo: “no, tú con estar guapa en la fiesta…” Con esto no quiero decir que nosotras no peleemos… Como la que más, porque es nuestra vida. No es una competición, no se trata de ver quién ha hecho más. Tampoco comulgo con el discurso de que nosotras lo tenemos muy fácil, para nada, eso no es cierto. Es muy importante este momento en el que poder reconocernos unas en otras y comprobar que se han producido muchos avances, pero también ha habido retrocesos, que compartimos problemas idénticos -seguro, estoy convencida…, a la hora de firmar un contrato lo más probable es que nos la están metiendo doblada a las tres por igual-. Y creo que este diálogo intergeneracional no suele producirse. Hace relativamente poco asistí a una rueda de prensa en Londres, en el Cervantes Theatre. Coincidí con Paloma Pedrero. No hacía más que mirarla y pensar: “Yo a esta mujer la he estudiado en los libros.” Y allí estaba, junto a nosotras, junto a un grupo de dramaturgas de mi generación. Creo que Paloma -a la que no conozco personalmente- se debía de remover en su fuero interno, cuando nos observaba. Probablemente pensaría: “Esta imagen me habría parecido extraterrestre, cuando yo tenía su misma edad, que de cinco dramaturgos invitados, seamos cuatro mujeres las que estemos en Londres en representación del teatro que se está haciendo en España. Y es real, está pasando”

INMA.- Me parece importantísimo ese diálogo entre las dos generaciones que mencionas. Hay más generaciones, pero la nuestra, es importante, la de mediados de los años cincuenta y principio de los sesenta. Hay otra muy distinta a la nuestra, las mujeres que tienen ahora cuarenta o cuarenta y cinco. Ese diálogo sobre los diferentes pasos que hemos ido dando, yo creo que nunca ha tenido lugar. Tampoco hemos dialogado las de mi generación con la generación anterior, la generación del silencio, la que ha permanecido callada por miedo. La mayoría de mujeres de nuestra generación se ha tenido que revelar contra lo que pensaban nuestros padres. Porque se habían quedado los vencedores, los vencidos estaban casi todos en el exilio. Los que se quedaron tuvieron que callar. A mi generación le falta también ese diálogo. Y seguramente a nuestros padres les faltará el diálogo con sus mayores. Creo que sería muy importante recuperar esa asignatura. Yo vivo con mi madre, que va a cumplir ahora noventa y cuatro años. Me he ido a vivir con ella para cuidarla, para que esté más acompañada, aunque también vive un hermano mío con nosotras. Ahora le pregunto cosas a mi madre que nunca me había atrevido a preguntarle. ¡Cuántas cosas no le habremos preguntado, ni yo ni nadie! Sin embargo, yo con mis hijas he tenido siempre total confianza, es otra manera diferente de relacionarse. Mi hija Clara me cuenta sus penas de amores. Yo le pregunté el otro día a mi madre: “Mamá, ¿Cuántas veces te he contado yo a ti una decepción amorosa?” Y me dijo: “Ninguna” (Risas) Pues a mí me las cuentan todas. Es decir, que sí que es distinta la manera de comunicarnos unas con otras. Creo que es muy bonito que pueda darse esa ocasión.
CONCHITA.- Hoy, aquí, hay representantes de varias generaciones.

MJ.- Esa era la propuesta. Habíamos convocado a quince dramaturgas. Paloma Pedrero estaba invitada, pero no ha podido asistir por cuestiones de agenda. Ha sido difícil cuadrar las agendas. Sé que algunas teníais otras citas concertadas, como Laura, que se ha tenido que marchar un poco antes. Así que aprovecho para levantar la sesión. Ha sido un verdadero placer escucharos conversar.

CONCHITA.- No sé si buscabas esta conversación.

MJ.- Buscaba vuestra conversación, la de todas vosotras, la que surgiera. Me planteé guiar el encuentro a través de una batería de preguntas, pero me parecía ilógico -aunque tengo el cuaderno repleto de preguntas- Al final decidí hacer esto, dejaros conversar. Me parecía una oportunidad. Os conocieseis entre vosotras o no, tenéis una profesión común, o profesiones relacionadas, interés mutuo, mucho de lo que hablar.

CONCHITA.- Pues me ha encantado la idea de la tertulia. Podríamos repetirla. Porque, si no, ¿en qué momento nos vamos a volver a encontrar para charlar tranquilamente?

MJ.- Pues yo me apunto a registrarla en un reportaje, siempre que surja.

INMA.- Fijar la tertulia una vez al mes, por ejemplo.

CONCHITA.- Podemos hacer un grupo e invitar a participar. Y que en cada ocasión asistan las que puedan, o los que puedan. Podemos invitar a hombres, también. “El invitado de honor”. Pues lo voy a mover. ¿Os parece buena idea? Se lo voy a comentar a Borja y después hablamos, María José.
INMA.- ¿Borja es también de la revista?

CONCHITA.- No, Borja Vera es jefe de prensa en la editorial, se ha encargado de la convocatoria a las dramaturgas. María Prado, por ejemplo, me hubiese encantado que estuviese hoy, por lo que hubiera aportado.

INMA.- Es maravillosa. He trabajado con ella y con Carmen Losa en la escritura de un texto. María era la mirada joven, otra mirada totalmente diferente. Carmen también es más joven que yo, yo siempre soy la mayor de todas. (Risas) Me voy.

CONCHITA.- Bueno, que lo vamos a hacer. Como los tertulianos del Gijón, con copa y puro. (Risas)

INMA.- Y la tertulia que se llame “El Pavo Real”, por el dibujo de la pared, el pavo cuya cola es un libro abierto, que me ha encantado…