VON MIT NACH T: NO 2

Coreógrafo: VA Wölfl

CRÓNICA DE Naves Matadero. Centro Internacional de Artes vivas

VON, MIT, NACH, entre, lo oscuro: versión innumerable.

-¿Neuer Tanz, que significa exactamente «nueva danza» es, además de un modo diferente (más bien diferenciador) de mover los cuerpos en el espacio, una invitación a buscar otra manera de entender la danza, que incluso lleva a pensar en una no-danza, que la enmascara y la desenmascara? ¿A qué conclusión cree que llega el espectador cuando ve VON MIT NACH T: NO 2, sobre qué quiere hablarnos con esta obra, cuál sería su significación?

– A un pintor o a un fotógrafo no le preguntan qué significa esta o aquella obra suya, al menos no con el énfasis que se les pregunta a los creadores escénicos. La obra habla por sí misma. El arte es sobre todo percepción. Siempre que un creador quiera coartar el libre pensamiento del perceptor, su libre interpretación, pierde el arte lo más sensible y fundamental, la experiencia personal. Yo soy pintor y fotógrafo. En Neuer Tanz no queremos enseñar a la gente qué tiene que pensar, tampoco intentamos mostrarle lo que debería saber. No somos un instituto de enseñanza; no es una pretensión nuestra. Me interesa que los bailarines no muevan el cuerpo a partir de preconceptos o paradigmas técnico-estéticos. Como coreógrafo la ausencia de historia, de un relato lineal e irrebatible es importante. Con los medios que trabajamos lo que hacemos es evocar esos sentimientos semejantes entre nosotros y el público sin mediar relato alguno. No son obras de las cuales aprendes algo ni en las que debas descubrir un mensaje; ya hay suficientes de esas. Quiero lograr algo donde pienso: estoy en la selva. Mientras que eso que hagamos no tenga un nombre demasiado concreto tampoco se asimilará de manera unilateral. Cuando un historiador del arte le da nombre a lo que haces, el que mira casi siempre descubre lo que ese «exégeta» te ha dicho que debes ver. Siempre la gente cuando sale de nuestras representaciones aprendió algo, pero me interesa que sea más una cuestión personal, que aprenda porque trae alguna cosa muy suya en la mente que se lo permitió, que las personas vean porque miren con curiosidad, que hallen porque busquen; esto sin decirles exactamente qué deben ver ni lo que deberían hallar. Un título, por ejemplo, ofrece al perceptor una línea de entendimiento poco interesante porque casi siempre va camino de lo unilateral, es una ventana por la que hurgar y ese marco (el cuadro que es la ventana) ya te condiciona la mirada. VON MIT NACH T: NO 2 es una recreación multidisciplinar del asesinato de Robert Kennedy, sobre todo de los disparos. Baile y tiros en la historia de la humanidad forman una pareja perfecta. El magnífico lema de nuestra compañía es la disolución de los límites. En Alemania, lo bueno de nuestra democracia es que podemos hacer las cosas como las queremos hacer o como lo determine el grupo, sin temor al fracaso. No nos interesa el éxito ni ganar o perder dinero, no tiene valor para nosotros llenar teatros. Nuestro interés por expresarnos artísticamente, nuestras «estetizaciones», es lo que nos mantiene creando.

Es el diálogo que imagino con el artista alemán VA Wölfl, reacio como se le conoce a ofrecer pistas sobre sus creaciones. Es lo único con lo que cuento antes de entrar a Naves del Matadero. Tal vez sea también lo poco que comparto con otros que como yo han buscado alguna pista ofrecida por el propio artista… Y me tropiezo con un inmenso cubo blanco, un salón expositivo al cuidado de las siempre presentes vigilantes de sala. Un espacio vacío, de paredes limpias, reminiscencia de una galería de arte en la que hombres y mujeres asisten trajeados a una exposición (obviamente serán ellos también la obra expuesta). A partir de entonces todo se vuelve exhibicionista como el arte contemporáneo mismo, prescindible como el espectáculo mediático, fatuo y hasta divertido, paródico. Teniendo la ironía como tropo, VON MIT NACH T: NO 2 convierte casi en tema central de su puesta en escena el desguace de la cultura (su banalización en la era del discurso mediático), si dentro de las «descentralizaciones» de composición de la obra (¿coreográfica, plástica; espectáculo conceptual?) pudiese quedarme con algo como fijeza. Cada cuadro de la estructura dramatúrgica no parece guardar relación con el otro porque linealmente no la tienen, los conecta el tema, el fondo crítico, hasta la carencia del suceso espectacular o la incapacidad de la danza para acontecer. Es la misma incapacidad de coherencia de la sociedad que se representa, idéntico proceder que el de las sociedades actuales parece decirnos, donde se hace imposible un discurso congruente, un pensamiento y una continuidad de cualquier praxis que conlleve al desarrollo cultural ni al afianzamiento de ninguna expresión auténtica. Lo más trivial se vuelve anécdota. Están al mismo nivel, despiertan el mismo interés una felación que un concierto de rock, la especulación vocal de una cantante lírica que la reconstrucción de la muerte de Kennedy, un disuasivo chachachá, la constante presencia de la Iglesia a través de una Biblia de hojas doradas (¿prolongación de los cuerpos?), el insistente uso de las armas (¿complemento de las extremidades superiores?), o una melodía simple y pegadiza que termina suavizando los discursos, que aglutina los ánimos individuales o los somete, los desvaloriza. Hasta un punto, el discurso de VA Wölfl aparenta estar relacionado solo con occidente, pero lo desmienten las cáusticas apariciones de un asiático hablando su idioma. Esta línea de pensamiento la quebranta sobre todo una japonesa adulta (subrayo adulta) al atravesar en diagonal la escena sin correspondencia aparente con lo que acontece, ataviada cual Sweet Lolita o Punk Lolita, tendencias inspiradas en cuentos de hadas, en Hello Kitty u otros personajes de la cultura pop. Es este personaje quien da cierre a la puesta en escena interviniendo al micrófono. Su discurso gutural e inarticulado, significante y alusivo, exento de significado, da un fin hilarante al desarrollo de la obra, una comicidad que dura poco y otorga lugar otra vez al pensamiento, a conceptos relacionados con el vaciamiento del arte y la cultura toda, una parodia del lugar hacia el que han caminado las sociedades.

La función no tiene comienzo ni final marcados. La subversión de los cánones escénicos narrativos es observada durante toda la obra; se evidencia con fuerza hacia el final, cuando diluido por completo el relato, los intérpretes comienzan a saludar de manera dispersa, confusa, pretendidamente desarticulada, como si se tratase de los protagonistas de un gran espectáculo de masas todavía aconteciendo. Entonces aparece otra de las tantas preguntas que lanza VA Wölfl y su grupo: ¿dónde comenzó, cuándo acabará todo?

Crónicas

Por ALBERTO MENÉNDEZ

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© Thomas Schneider

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